CUBANET .INDEPENDIENTE

11 de enero, 2001


"Reloj, no marques las horas..."

Pedro Crespo, Grupo Decoro

LA HABANA, enero - "Reloj, no marques las horas porque voy a enloquecer...", es frase de una de las tantas canciones que el hombre ha dedicado al inexorable tiempo. El refranero popular con su sabiduría también ha dedicado al tiempo su "pedacito de tiempo": "No hay nada más que un día tras otro", "El tiempo aclara las cosas y el tiempo las oscurece".

"Cualquier tiempo pasado fue mejor" o "Tiempo pasado traído a la memoria, da más pena que gloria", "El tiempo y las ollas componen las cosas", "Tiempo y viento, mujer y fortuna, presto se muda".

El tiempo es implacable, no perdona ni respeta estatus social de ningún tipo. También él es parte esencial de la historia y va dejando su huella en los hombres, en los pueblos y en la humanidad. Todo esto a mi vecina Cuca le revienta. Ella sufre con dolores de parto cada nueva arruga que el maldito tiempo va dejando en su rostro. Envidia a la raza negra porque, según dice, el tiempo para ésta es muy benévolo; conoce a muchos y a muchas que, a pesar de sus tantos años no muestran una sola cana y tienen una dentadura perfecta. ¿Se acuerdan cuando empezó aquel revolico de la casa del oro y la plata? ¡Mira que han pasado cosas en estos tiempos! Aquí habría que cambiar el refrán: "No quedó oro sobre oro ni plata sobre plata".

Cuca, rauda y veloz, recopiló todo lo que pudo y, con su sexagenaria edad, allá fue y se habilitó de ropa interior y exterior y, al día siguiente, al despuntar el día, como carroza de nuestros añorados carnavales habaneros, salió a lucir su osamenta recubierta por más de 170 libras de grasa, ataviada como una jovencita de 15 años. Unos años más tarde, cuando se puso la licra de moda, no perdió un instante, allá fue y se compró una y... al día siguiente, ya nadie se pudo aguantar. Total, que más nunca tuvo valor para lucir la prenda.

Lo anterior es un botón de muestra, pero botones hay muchos y de diversos colores. Un amigo, por ejemplo, hace unos días se quitó el bigote porque, según él, le hacía mucho más viejo. Maribel está sufriendo desde que cumplió los veinticinco porque ya se aproxima a los treinta. Unos siguen parados en el pasado, otros viven el presente y unos pocos tienen sus esperanzas puestas en el futuro. Para colmo existen los relojes y los almanaques que día a día, como la voz de la conciencia, nos recuerdan que el tiempo pasa.

Hoy, al paso de cuatro décadas, muchos que peinan canas se preguntan con nostalgia: ¿Dónde está La Habana, la alegría de sus calles, mercados y plazas?

Con el paso del tiempo ya casi no es posible reconocer La Habana, esa ciudad que era bulliciosa y alegre, llena de pregones, maracas y timbales.

Lo defraudante es pasar por el tiempo sin saber que hemos pasado; ser rueda, eje, número frío o pieza muerta de un mercado vacío y sin vida.


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