"Reloj,
no marques las horas..."
Pedro Crespo, Grupo Decoro
LA HABANA, enero - "Reloj, no marques las horas porque voy a
enloquecer...", es frase de una de las tantas canciones que el hombre ha
dedicado al inexorable tiempo. El refranero popular con su sabiduría
también ha dedicado al tiempo su "pedacito de tiempo": "No
hay nada más que un día tras otro", "El tiempo aclara
las cosas y el tiempo las oscurece".
"Cualquier tiempo pasado fue mejor" o "Tiempo pasado traído
a la memoria, da más pena que gloria", "El tiempo y las ollas
componen las cosas", "Tiempo y viento, mujer y fortuna, presto se muda".
El tiempo es implacable, no perdona ni respeta estatus social de ningún
tipo. También él es parte esencial de la historia y va dejando su
huella en los hombres, en los pueblos y en la humanidad. Todo esto a mi vecina
Cuca le revienta. Ella sufre con dolores de parto cada nueva arruga que el
maldito tiempo va dejando en su rostro. Envidia a la raza negra porque, según
dice, el tiempo para ésta es muy benévolo; conoce a muchos y a
muchas que, a pesar de sus tantos años no muestran una sola cana y tienen
una dentadura perfecta. ¿Se acuerdan cuando empezó aquel revolico de
la casa del oro y la plata? ¡Mira que han pasado cosas en estos tiempos!
Aquí habría que cambiar el refrán: "No quedó
oro sobre oro ni plata sobre plata".
Cuca, rauda y veloz, recopiló todo lo que pudo y, con su sexagenaria
edad, allá fue y se habilitó de ropa interior y exterior y, al día
siguiente, al despuntar el día, como carroza de nuestros añorados
carnavales habaneros, salió a lucir su osamenta recubierta por más
de 170 libras de grasa, ataviada como una jovencita de 15 años. Unos años
más tarde, cuando se puso la licra de moda, no perdió un instante,
allá fue y se compró una y... al día siguiente, ya nadie se
pudo aguantar. Total, que más nunca tuvo valor para lucir la prenda.
Lo anterior es un botón de muestra, pero botones hay muchos y de
diversos colores. Un amigo, por ejemplo, hace unos días se quitó
el bigote porque, según él, le hacía mucho más
viejo. Maribel está sufriendo desde que cumplió los veinticinco
porque ya se aproxima a los treinta. Unos siguen parados en el pasado, otros
viven el presente y unos pocos tienen sus esperanzas puestas en el futuro. Para
colmo existen los relojes y los almanaques que día a día, como la
voz de la conciencia, nos recuerdan que el tiempo pasa.
Hoy, al paso de cuatro décadas, muchos que peinan canas se preguntan
con nostalgia: ¿Dónde está La Habana, la alegría de
sus calles, mercados y plazas?
Con el paso del tiempo ya casi no es posible reconocer La Habana, esa ciudad
que era bulliciosa y alegre, llena de pregones, maracas y timbales.
Lo defraudante es pasar por el tiempo sin saber que hemos pasado; ser rueda,
eje, número frío o pieza muerta de un mercado vacío y sin
vida.
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