Pan y circo
Claudia Márquez, Grupo Decoro
LA HABANA, enero - Con fiestas a todo lo largo de la Isla los cubanos
celebraron el primer día del tercer milenio de la era cristiana. Las
plazas y parques de La Habana, como en otras ciudades y poblados del país,
se llenaron de gente de todas las edades que bailaron y bebieron hasta bien
entrada la madrugada a pesar de las bajas temperaturas. El día 2 estuvo
dedicado a los niños y los adolescentes, quienes junto a sus padres
participaron en múltiples actividades.
Por los medios de difusión, justo a las 12 de la noche del día
31, se difundió un "patriótico" mensaje seguido de un
recuento de los "logros" de estos 42 años de revolución.
Los reporteros que entrevistaban en las calles a los transeúntes trataban
de arrancar la respuesta que ellos esperaban: "Celebramos el 42 aniversario
del triunfo de la revolución".
Fue ése, precisamente, el sentido y el objetivo de todos estos
festejos organizados por el gobierno: transmitir al mundo el falso mensaje de
que los cubanos celebraron alegremente 42 años de totalitarismo. El hecho
de que haya sido masiva la asistencia a esas festividades, a pesar de que se
anunciaron como celebraciones del triunfo revolucionario, siendo éste un
país donde el descontento con el orden socio-económico y político
es generalizado, demuestra la doblez con que se vive en Cuba.
Nadie se detiene a pensar que le hace el juego al gobierno. Cuando hice este
señalamiento, la respuesta me la dio un amigo: "Le hacemos el juego
cada día en el trabajo, en la escuela, en la universidad, en las marchas,
en las misiones internacionalistas, entonces, ¿qué más da que
le hagamos el juego bebiendo y bailando?"
Confieso que su lógica era patética y no intente seguir haciéndole
razonar. Desgraciadamente, estos 42 años de vida en la simulación
para poder sobrevivir ha hecho que muchos hayan perdido el sentido de la
dignidad personal.
No debemos olvidar que la práctica de los opresores de hacer festejar
a los oprimidos con celebraciones tampoco es nueva. En siglos pasados los amos
permitían a sus esclavos tocar sus tambores, comer un poco más y
beber aguardiente cuando los primeros festejaban algún día en
especial.
Como se decían los emperadores de la antigua Roma, también en
la Cuba del siglo XXI se oye decir: "Al pueblo, pan y circo".
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