El gobierno
aparenta felicidad: el pueblo dice: "¡Esto no es fácil!"
Amarilis Cortina, Cuba-Verdad
LA HABANA, enero - Este primero de año en la capital cubana se
caracterizó por desacostumbradas fiestas en diferentes plazas y centros
recreativos donde participaron cientos de personas, en gran parte jóvenes
ansiosos de comenzar una etapa distinta a la que han podido conocer hasta ahora.
Para estas celebraciones se presentaron los más populares artistas y
grupos musicales en diferentes escenarios, tanto improvisados como los ya
establecidos, desde donde brotaban, además de gustados estribillos,
elogios para la revolución, que arribó ya a su 42 aniversario.
Un número indeterminado de efectivos policiacos fue dispersado por
todos esos sitios para que los mantuvieran en orden, un orden que por
experiencia en actos anteriores, aunque no de tanta magnitud como en esta ocasión,
era frágil y podía ser alterado debido a que los asistentes
consumen grandes cantidades de bebidas alcohólicas, lo que pudiera
agravarse ahora con el creciente consumo de drogas, algo que ya es común
en una gran parte de la juventud.
Esa fue la imagen de fiestas que quiso dar y que dio al mundo el régimen
de La Habana, cuando varias televisoras extranjeras reportaban y hacían
alusión a que los cubanos festejan hoy para próximamente
incorporarse nuevamente a la construcción de su sociedad, según
expresaron medios de difusión nacionales.
Pero lo que quizás las cadenas de televisión extranjeras no
contaron al mundo es que en Cuba la mayoría de sus ciudadanos no tienen
acceso a los centros de recreación y de turismo, pues para llegar a ellos
hay que tener dólares con que poder pagar allí, ya que la moneda
oficial que circula en este país, el peso, no sirve en esos lugares. Por
consiguiente, cuando se ofrece alguna actividad pública, sea cual sea su
magnitud, importancia o significado, la juventud asiste porque no tiene otra
opción a donde ir y es la única oportunidad de distraerse en
alguna medida.
Y mientras el gobierno de los comunistas cubanos festejaba ese día
primero el advenimiento de otro aniversario de la "revolución
victoriosa", según afirma la propaganda oficial, decenas de jóvenes
permanecían encerrados en los calabozos y cárceles debido a que
expresaron libremente sus ideas contrarias a la política establecida en
Cuba hace más de cuatro décadas.
Sin embargo, un día antes de acabar el año, la mayoría
de las familias y amistades prefirieron reunirse en intimidad, cenando lo que
pudieron "resolver", en un ambiente más bien discreto que
festivo. Al menos esto fue lo que ocurrió en barrios marginales y
municipios de la ciudad donde vive la gente más pobre, quienes a las doce
de la noche del 31 lanzaban fuera de sus casas tanto agua como botellas que se
rompían estrepitosamente en el asfalto de las calles. Lo del agua es una
tradición que viene de creencias de nuestros abuelos, pero lo de botellas
tiradas no constituye precisamente señales de alegría como las que
quiere el régimen que se den.
En estos lugares, muchos compatriotas con un aire de resignación
exclamaban: "Vamos a pedir salud, que eso es lo más importante".
Aunque en este fin de año algunos trataron de disimular su estado de
desánimo embriagándose o colocando luces de colores en algún
árbol, la realidad se resume en esa frase que han hecho popular los
cubanos en estos últimos años del siglo, que la repiten hasta el
cansancio y pudiera representar el sentir de todo el pueblo: "¡Esto no
es fácil!"
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