La otra
jefatura
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero - Era el diez de octubre de 1889. Un hombre pequeño
de estatura, inmenso de pensamiento; enfundado en un negro y pobre traje subía
al podio. Relampagueaban los ojos de admiración. Se levantaba un murmullo
de aprobaciones. Los presentes quedaban en silencio, expectantes. Pronto, como
de una fontana nutriente, brotaría la palabra ardorosa; alta en su valentía,
honda en su sabiduría. Pronto tendría la Patria otras razones para
llamar a aquel hombre infinito Apóstol. Pronto el verbo centelleante se
trocaría alas para avivar con su revuelo la llama en cada pecho. Iba a
hablar Martí de la libertad.
Y dijo: "Una jefatura de policía es nuestra Patria". ¿Cuántos
soldados entonces tenía el ejército español? ¿Cuántos
policías velaban por los intereses de la metrópoli? Nunca tantos
soldados ni policías como los que circulan hoy por Cuba. Entonces era la
lucha de los cubanos contra aquellos que los colonizaban. Se justificaba, pues,
que la corona española inundara la Isla de vigilantes. Hoy todos somos
cubanos y no se lucha para que otra nación nos someta, sino para que cada
día seamos más libres. ¿Para qué se necesitan entonces
tantos efectivos policiales? ¿Es la oposición interna cubana una
oposición guerrerista o terrorista? Nada más lejos de la verdad.
Las organizaciones opositoras dentro de la Isla tienen un carácter pacífico
y aspiran a una transición no violenta que traiga para la nación
la bonanza económica que requiere, la apertura a todas las corrientes de
pensamiento, la inserción al mundo contemporáneo, el mejoramiento
de las relaciones con otras naciones sin que nada de ello comprometa la
independencia y soberanía del país.
Pero el gobierno cubano se empeña en presentar a la oposición
interna, ante los ojos de la nación y del mundo, como una recua de
mercenarios pagados por una potencia extranjera, anexionistas y vendepatrias.
Ofenden impunemente la dignidad patriótica de quienes se les oponen
porque suponen que la única Patria concebible es la que ellos proponen.
Sin embargo, he visto yo a los opositores cubanos con los zapatos ahuecados
y las ropas desteñidas mientras son conducidos para un interrogatorio en
una jefatura de policía; he visitado sus casas de muebles desvencijados y
comidas frugales; los he visto enfermar de amor patriótico frente a la
intolerancia gubernamental; los he visto preparar sus reuniones bajo el terror
de ser arrestados y procesados por el simple hecho de reunirse a debatir la
realidad nacional, los he visto cumplir largas condenas por afirmar tan sólo
que la Patria es de todos.
No era para crear otra jefatura de policía en Cuba que aquel hombre
pequeño de estatura, inmenso de pensamiento, alzara su voz el diez de
octubre de 1889, sino para que todo hombre tuviera el derecho de "ser
honrado, y pensar y hablar sin hipocresía. Un hombre que oculta lo que
piensa, o no se atreve a decir lo que piensa no es un hombre honrado". Y la
oposición interna cubana está plagada de hombres honrados que
piensan y hablan sin hipocresía. No son timoratos agazapados en el tibio
resguardo de la doble moral que consume al país. Son hombres que se
atreven aunque tengan que pagar con sus vidas. Son patriotas que quieren liberar
a su país, ya independiente, gracias a la obra de muchos hombres, no de
ninguno en particular, de toda intolerancia e irrespeto al pensamiento ajeno.
Son seres humanos, con todo su cúmulo de miserias y virtudes, que tienen
derecho a pensar, hablar, reunirse y "trabajar para que el gobierno sea
bueno".
Empero son perseguidos, encarcelados, discriminados. Sus reuniones son
abortadas con operativos policiales, sus teléfonos -los pocos que lo
poseen- son intervenidos, sus correspondencias violadas, amenazados con la pérdida
de la poca libertad que les queda, descalificados a través de los medios
masivos de comunicación -sin derecho a réplica- y cuando, ya
agotados por largos años de enfrentamiento pacífico por parte de
ellos y no tan pacífico por parte del gobierno, deciden marcharse del país
y obtienen una visa como refugiados, entonces le niegan el permiso de salida con
la aviesa intención de hacerlos claudicar antes de la partida. ¿Es
eso libertad?
No me parece inteligente acorralar a quienes les han demostrado que quieren
ser hombres honrados, pensar y hablar sin hipocresía y se atreven a
trabajar porque el gobierno sea bueno. Los diferendos del gobierno con otros
gobiernos que los ventilen y resuelvan sus respectivas jerarquías, pero
no quieran hacer ver que ellos son los únicos patriotas.
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