Te quiero
verde
Pedro Crespo, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero - Cuba, la Isla encantada, no tiene pirámides de
Egipto, ni un río Nilo, ni cataratas, ni extensas murallas, ni
rascacielos, ni puentes colgantes, ni tampoco una adecuada política de
preservación del medioambiente.
Las estructuras burocráticas frenan toda iniciativa privada que pueda
favorecer el cuidado y la preservación del entorno.
Pequeña y alargada con más de 100 mil kilómetros
cuadrados y alrededor de mil de longitud, preferida de piratas y corsarios hace
varios siglos, expone hoy su entorno a una creciente agresión provocada
en gran medida por un irresponsable y depredador "ecoturismo"
promocionado por las agencias de la Isla.
En nombre de un turismo que excluye a la mayoría de los cubanos, que
no tienen acceso al dólar, se han destruido barreras coralinas, miles de
hectáreas de bosques y sabanas, poniéndose en peligro potencial la
flora y la fauna endémica.
La cotorra, el tocororo, el carpintero verde, el sijú platanero, la
grulla, la ferminia, el cabrito de la ciénaga, la gallinuela y el chipojo
de Santo Tomás, han sido sólo algunas de las víctimas de
esta tragedia ecológica.
La asociación ecologista independiente Naturpaz, que arribó el
9 de febrero último a otro aniversario, dio a conocer, en su nueva sede
de la Habana Vieja, un documento denominado "Te quiero verde" en el
que insta a las comunidades gestoras Esperanza y a los animadores ecológicos
a asumir un compromiso ético en las denuncias de todas las acciones que
atenten contra la integridad de la creación, llevando a cabo acciones
locales y compromisos personales, así como promoviendo pequeños
proyectos comunitarios que resulten viables en nuestro contexto social,
organizando actividades regulares que declaren en forma inequívoca
nuestro compromiso con la vida.
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