Fachadas Cinéticas
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, febrero - Entre el 15 y el 28 de febrero tiene lugar en la Casa
Simón Bolívar, en La Habana Vieja, una exposición colectiva
del grupo de artes plásticas Movimiento Habana, digna de destacarse como
una de las manifestaciones de lo que se ha dado en llamar arte de frontera, para
así nombrar a expresiones artísticas disidentes o independientes
del gobierno de Fidel Castro, pero que se presentan, cargados o no de sutilizas,
en los medios oficiales.
Movimiento Habana es un grupo de artistas de la plástica cubana de
hoy, en el cual se cuentan desde miembros de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba, hasta pintores de militancia disidente y aficionados que
pintan como profesionales. Algunos de ellos fueron perjudicados por el reciente
cierre de las galerías privadas que, de un modo u otro, florecieron como
la verdolaga. Otros, pintan y venden para los circuitos oficiales. A todos los
une la preocupación y la ocupación estéticas por una Habana
que, al decir del museólogo José Cantón Otaño, "se
cae y se levanta, que se tambalea y se endereza, en su lucha por preservarse".
¿Cultura de resistencia? Por lo menos las pinturas expuestas en
Fachadas Cinéticas, título de la muestra, nos cuentan de una
Habana que se resiste a la destrucción, con toda su magia de ciudad a las
puertas del Caribe. Aunque se destruye, opina José Acosta, uno de los
pintores. Sus cuadros así lo atestiguan, tanto como las excelentes obras
de Carlos Reyes, cuya Torre de Habanabel apunta muy lejos, pues nos habla de una
ciudad que en medio de las ruinas aspira a cosmopolita, sin perder el lado
astral de las sábanas que le cuelgan de los balcones. Reyes capta esa
contradicción habanera, según la cual los capitalinos viven sus
intimidades en medio del escándalo. Pero, al mismo tiempo, sus edificios
ondulantes avisan de algo que cae, pero no cae. Por su parte, Fausto González
emplea a fondo su talento de dibujante, y recrea los interiores de las casas
habaneras, sus vitrales y contrapuntos, un poco para dar esperanzas en medio de
tanto gris, tanto derrumbe y tantos mezzanines improvisados.
Muy diverso, Movimiento Habana. Pero en todos sus estilos se nota la intención
de devolver a la ciudad el color perdido desde las pinturas de Portocarrero,
aunque obras como las de Luis Lamothe recuerden constantemente que la magia
transcurre al borde de la catástrofe, bien en la memoria el pincel de
Antonia Eiriz, bien en la memoria sus clásicos La Anunciación y
Cristo saliendo de Juanelo.
Color, movimiento, se consideran hoy recursos de la plástica cubana
para comunicar una realidad cambiante, nadie sabe en cuál dirección.
Por ello, quizás, como una de las regularidades los pintores del
Movimiento Habana muestran a los edificios como ondulantes. Bailan, entre el
azul del Caribe y el gris de la catástrofe.
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