Cuba: entre
Lage y Salinas
Manuel David Orrio
LA HABANA, febrero - Una fotografía publicada en el semanario
Trabajadores del primero de enero muestra a un sonriente Carlos Lage, que si en
vez de usar espejuelos llevara bigote, se parecería a su tocayo el ex
presidente mexicano Salinas de Gortari. La imagen acompaña a la
entrevista concedida por el vicepresidente cubano al colega oficioso Mario
Hubert Garrido, a quien declaró, sobre el déficit financiero
externo de Cuba: "No es que nuestro déficit sea grande (...) en el
caso nuestro no estamos hablando ni siquiera de mil millones de dólares,
estamos hablando de unos pocos cientos de millones de dólares".
Situación halagüeña, diría cualquiera, pero que
hace pensar en cuáles milagros se obraron en la balanza de pagos isleña
para hacer posible que asuntos tan espinosos como una deuda externa de más
de 11 mil millones de dólares y su correspondiente servicio, hayan
desembocado en la bicoca de unos cientos de milloncitos. Francisco Soberón,
presidente del Banco Central de Cuba, ha llamado más de una vez la atención
sobre el estado del déficit financiero externo de Cuba, motivo de
creciente preocupación para distintos economistas isleños, sobre
todo porque una de sus variables principales, el comercio exterior, exhibe un
saldo negativo cada vez mayor, cuya influencia en la balanza de pagos no puede
desdeñarse.
Si por un lado el vicepresidente Lage aporta imagen tan sonriente y
tranquilizadora, por el otro la pregunta de rigor es cómo se financia un
déficit comercial que al cierre del 2000 sumó, de seguirse a los
datos deducibles del reporte oficial, nada menos que 2 mil 683 millones de pesos
corrientes, más que el promedio anual mayor de los "tiempos dorados"
de las subvenciones soviéticas.
Un joven, destacado bailarín y coreógrafo habanero, acostumbra
a burlarse del discurso oficial imitando a cierta oratoria de índice
alzado, al tiempo que pronuncia una consigna: "¡Lo vamos a lograr, y
con nuestros propios recursos!". La situación financiera cubana y el
modo en que el gobierno de Fidel Castro la ha estado abordando, parece apuntar a
la beatificación de dicha consigna, por lo menos en lo referido al
comercio exterior. Aunque, ojo atento. Despacito, despacito, se renegocian
deudas. Sin embargo, obvio es que si no se cuenta con créditos
suficientes, el modo visible de terminar con el déficit es incrementar
exportaciones y sustituir importaciones para así disminuirlas,
enfrentando además el reto de un constante deterioro de la relación
de intercambio; nada simpático, pero hecho consumado. Por lo menos desde
1995 los documentos oficiales reconocen tales tendencias y pronostican aumentos
en los precios de los combustibles y alimentos importados, así como en
los de importaciones con destino a la salud pública, la educación,
el mantenimiento para la producción de electricidad y para cubrir el
crecimiento de las inversiones planificadas.
Pronósticos así invitan a emprender reformas audaces dentro de
un preciso marco legislativo, donde el plan rija al mercado, pero haya mercado;
simplemente, mercado.
En cambio, el parlamento cubano se dedicó a lo largo del quinquenio
1996 - 2000 a aprobar metas de comercio exterior cuya irrealidad palpable se
muestra en el siguiente cuadro, ilustrador que los propósitos legislados
pudieron tener más olor a propaganda, que a ese sudor honroso de quienes
agarran al toro por los cuernos. Como regularidad, no se logró lo
esperado. Ni en exportaciones, ni en importaciones.
CUADRO
1 Crecimiento del comercio exterior aprobado por el parlamento cubano vs. el
logrado (%)
EXPORTACIONES
|
IMPORTACIONES
|
AÑO
|
PLAN
|
REAL
|
PLAN
|
REAL
|
1996
|
20,0
|
30,0
|
15,0
|
33,3
|
1997
|
12,0
|
0,6
|
11,5
|
19,9
|
1998
|
10,7
|
-11,0
|
4,7
|
6,0
|
1999
|
7,2
|
-
0,2 |
-
5,4 |
0,4
|
2000
|
22,3
|
12,0
|
5,1
|
14,0
|
FUENTES: Informes económicos a la Asamblea
Nacional del Poder Popular, en Granma, de diciembre; Gaceta Oficial, en enero
para los años correspondientes de las mismas.
Sólo en 1996 las exportaciones crecieron sobre los pronósticos;
en el resto de los años los resultados quedaron muy por debajo. En cuanto
a las importaciones es evidente su falta de relación con los límites
de crecimiento aprobados y su ascenso por encima de los previsto de manera
significativa, no sostenido por la correspondiente capacidad exportadora, lo
cual se ilustra con mayor detalle en el cuadro siguiente.
CUADRO
2 Evolución del comercio exterior (MM Pesos)
AÑO
|
IMPORTACIONES
|
EXPORTACIONES
|
DEFICIT
COMERC |
1995
|
3187
|
2687
|
500
|
1996
|
4248
|
3493
|
755
|
1997
|
5094
|
3514
|
1580
|
1998
|
5399
|
3128
|
2271
|
1999
|
5421
|
3122
|
2299
|
2000
|
6180
|
3497
|
2683
|
FUENTES: 1995, CEPAL; cálculos del autor a
partir de CEPAL y el Cuadro1.
NOTA: Los datos pueden no coincidir con otras fuentes
gubernamentales, debido a las conocidas contradicciones de las estadísticas
oficiales cubanas.
De acuerdo con los datos, en el quinquenio 1996 - 2000 no hubo crecimiento
de las exportaciones; las importaciones ascendieron a un ritmo medio anual de
9,8 por ciento y el déficit comercial lo hizo a una tasa media por año
de ¡37,3! El 2000 cerró con un déficit comercial a precios
corrientes superior al habido en 1989, cuando la economía cubana contaba
con financiamientos externos sostenedores del mismo. ¿Sobre qué
bases se fundamenta un déficit financiero externo de apenas cientos de
millones de dólares, al decir de Carlos Lage? ¿Ciegos, sordos, los
ilustres diputados al parlamento cubano?
Más allá de críticas de economistas diversos al modelo
económico cubano, entre los cuales destaca el señalamiento de una
apertura insuficiente, incluso frente a diseños de reforma profunda sin
cambios sustanciales en lo político, al estilo China o Vietnam, cabe
observar cierta racionalidad declarativa en la estrategia de comercio exterior
gubernamental, presente en la Resolución Económica del V Congreso
del Partido Comunista de Cuba. Por ello, vale el esfuerzo de confrontar propósitos
con resultados, incluso tratando de justipreciar el alcance de las sanciones
económicas unilaterales de Estados Unidos a Cuba, cuyo impacto negativo
con frecuencia de pretexto justificatorio de los fracasos oficiales. Por un
lado, el gobierno de Fidel Castro suma, cual contador quisquilloso, hasta la pérdida
de un alfiler atribuible a los yanquis; por el otro, funcionarios isleños
afirman que sólo 15 por ciento de las empresas cubanas carecen de
condiciones mínimas de abastos y mercados para iniciar el llamado
perfeccionamiento empresarial, punto de partida de una gestión rentable,
a los efectos gubernamentales. Del 85 por ciento restante, buena parte no ha
podido comenzar ese perfeccionamiento porque su contabilidad no es confiable,
asunto más cercano al teatro vernáculo que a la geopolítica
de los embargos y de los cabildeos de la llamada mafia anexionista de Miami. O
sea: historias del negrito, el gallego y la mulata.
De acuerdo con la resolución de marras, ocho principales objetivos de
comercio exterior son:
1- Diversificación, crecimiento y dinamización de las
exportaciones. Si bien se anunció al cierre del 2000 un ascenso de 24 por
ciento en los nuevos fondos exportables, las cifras estudiadas informan que de
crecimiento y dinamización globales, nada.
2- Lograr una creciente relación favorable entre ingresos y gastos de
los sectores que generan divisas. El más dinámico de ellos, el
turismo, habría cerrado el 2000 con un costo de 78 centavos por dólar
de ingreso, reconoció el ministro Farradaz, bien por encima de la media
caribeña.
3- La agricultura no cañera debe contribuir al balance externo con
mayores producciones exportables, tradicionales y nuevas, así como a la
sustitución de importaciones de alimentos e insumos productivos. El
mercado por excelencia para esa agricultura se encuentra en el turismo, hoy
obligado a importar buena parte de dichos recursos, debido a la poca fiabilidad
de la agricultura cubana en cuanto a estabilidad y calidad. Respecto a la
sustitución de importaciones, aquella decrece en las producciones que
exactamente provocan mayor necesidad de importar: arroz, carnes, leche y
piensos. Aún se oye la desvergüenza de atribuir la carencia de
huevos a la falta de piensos importados, en país donde el maíz
produce hasta tres cosechas anuales.
4- La agroindustria azucarera deberá recuperar su papel estratégico
en la economía, constituyéndose en fuente de ingresos netos
crecientes. Permanece subsidiada; la cosecha para este año se anunció
inferior a la del anterior, más o menos similar a la de los años
80; las producciones cañeras actuales ofenden a la tradición
azucarera cubana.
5- Los ingresos netos de ambas actividades agrícolas deberán
ser suficientes para financiar las importaciones de aquellos alimentos que no se
puedan producir nacionalmente. Sin comentarios.
6- La política arancelaria debe fomentar las exportaciones y la
sustitución de importaciones. Según parece, ha logrado exactamente
lo contrario.
7- Promover la inversión extranjera. No sólo se ha obtenido de
ésta lo que en algún momento pareció esperarse, sino que el
gobierno de Fidel Castro se ha distinguido últimamente por una suerte de
orgullosa declaración, en el sentido de estar realizando sus propósitos
inversionistas mayormente por medios "propios", presuntamente
obtenidos de la llamada confiscación de salarios y de elevados impuestos
a las ventas en dólares, lo cual significa, en parte, un gravamen
indirecto a las remesas familiares provenientes del exterior. El costo social de
dicha política parece uno de los secretos gubernamentales mejor
guardados.
8- Cita textual: "Reviste particular importancia alcanzar de forma
gradual un tipo de cambio (del dólar frente al peso) más adecuado
que apoye las actividades exportadoras y a las que sustituyen importaciones".
Nada se ha hecho; hoy se asiste a una creciente dolarización de las
relaciones interempresariales y de la vida ciudadana, en medio de sospechosas críticas
de la prensa oficiosa a los procesos de dolarización que tienen lugar en
América Latina. Alfredo González, Premio Nacional de Economía,
afirmó el pasado 28 de noviembre que "los sectores que operan en
divisas -por tanto en ventaja, observo- tienen un excesivo gasto importado,
mientras las empresas alejadas de estos circuitos sufren penurias".
Nótese: el destacado economista, hijo de una gloria de las matemáticas
isleñas, de hecho está denunciando una discriminación
institucional hacia un tipo de empresas cubanas, como consecuencia del
inmovilismo gubernamental ante ese problema, hijo de la doble circulación
monetaria, la no unificación del tipo de cambio y la no reducción
de la inflación. González apunta, con justicia, cómo las
empresas con semejantes acceso al dólar se caracterizan por un "excesivo
gasto importado", revelador indicio de uno de los orígenes del
crecimiento de las importaciones y del déficit comercial, así como
de una de las causales de una suerte de "irrentabilidad condicionada"
en empresas no beneficiadas por un úcase dolarizante. Dato curioso:
durante su última visita a Venezuela, Fidel Castro afirmó que se
había logrado bajar el cambio no oficial del dólar, pero a uno por
veinte, y dijo: "No nos conviene que baje más". ¿Por qué?
Si bien es cierto que los ocho objetivos de comercio externo aquí
analizados se formularon congresualmente a mediados de 1997, también lo
es su definición oficial por lo menos desde 1993, año de inicio de
aquellas transformaciones tipificantes del actual escenario isleño. Para
país como Cuba, cuyo carácter de economía abierta nadie
discute, variable decisiva de su desempeño económico en su
comercio externo. No se trata de negar sal y agua a lo alcanzado en estos años,
signados por el cambio radical de haber transitado entre sangre, sudor y lágrimas
del cubano de a pie, desde una economía productora de bienes básicos
hacia una de servicios, cuya estrategia energética principia a ser
racional, aunque valga señalar que ello pudo lograrse por lo menos veinte
años atrás. Pero es un deber citar una frase: "Algo huele a
podrido en Dinamarca".
Entretanto, Carlos Lage, ¡cómo hace recordar a Salinas de
Gortari!
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