CUBANET .INDEPENDIENTE

13 de febrero, 2001


Cuba: entre Lage y Salinas

Manuel David Orrio

LA HABANA, febrero - Una fotografía publicada en el semanario Trabajadores del primero de enero muestra a un sonriente Carlos Lage, que si en vez de usar espejuelos llevara bigote, se parecería a su tocayo el ex presidente mexicano Salinas de Gortari. La imagen acompaña a la entrevista concedida por el vicepresidente cubano al colega oficioso Mario Hubert Garrido, a quien declaró, sobre el déficit financiero externo de Cuba: "No es que nuestro déficit sea grande (...) en el caso nuestro no estamos hablando ni siquiera de mil millones de dólares, estamos hablando de unos pocos cientos de millones de dólares".

Situación halagüeña, diría cualquiera, pero que hace pensar en cuáles milagros se obraron en la balanza de pagos isleña para hacer posible que asuntos tan espinosos como una deuda externa de más de 11 mil millones de dólares y su correspondiente servicio, hayan desembocado en la bicoca de unos cientos de milloncitos. Francisco Soberón, presidente del Banco Central de Cuba, ha llamado más de una vez la atención sobre el estado del déficit financiero externo de Cuba, motivo de creciente preocupación para distintos economistas isleños, sobre todo porque una de sus variables principales, el comercio exterior, exhibe un saldo negativo cada vez mayor, cuya influencia en la balanza de pagos no puede desdeñarse.

Si por un lado el vicepresidente Lage aporta imagen tan sonriente y tranquilizadora, por el otro la pregunta de rigor es cómo se financia un déficit comercial que al cierre del 2000 sumó, de seguirse a los datos deducibles del reporte oficial, nada menos que 2 mil 683 millones de pesos corrientes, más que el promedio anual mayor de los "tiempos dorados" de las subvenciones soviéticas.

Un joven, destacado bailarín y coreógrafo habanero, acostumbra a burlarse del discurso oficial imitando a cierta oratoria de índice alzado, al tiempo que pronuncia una consigna: "¡Lo vamos a lograr, y con nuestros propios recursos!". La situación financiera cubana y el modo en que el gobierno de Fidel Castro la ha estado abordando, parece apuntar a la beatificación de dicha consigna, por lo menos en lo referido al comercio exterior. Aunque, ojo atento. Despacito, despacito, se renegocian deudas. Sin embargo, obvio es que si no se cuenta con créditos suficientes, el modo visible de terminar con el déficit es incrementar exportaciones y sustituir importaciones para así disminuirlas, enfrentando además el reto de un constante deterioro de la relación de intercambio; nada simpático, pero hecho consumado. Por lo menos desde 1995 los documentos oficiales reconocen tales tendencias y pronostican aumentos en los precios de los combustibles y alimentos importados, así como en los de importaciones con destino a la salud pública, la educación, el mantenimiento para la producción de electricidad y para cubrir el crecimiento de las inversiones planificadas.

Pronósticos así invitan a emprender reformas audaces dentro de un preciso marco legislativo, donde el plan rija al mercado, pero haya mercado; simplemente, mercado.

En cambio, el parlamento cubano se dedicó a lo largo del quinquenio 1996 - 2000 a aprobar metas de comercio exterior cuya irrealidad palpable se muestra en el siguiente cuadro, ilustrador que los propósitos legislados pudieron tener más olor a propaganda, que a ese sudor honroso de quienes agarran al toro por los cuernos. Como regularidad, no se logró lo esperado. Ni en exportaciones, ni en importaciones.

CUADRO 1
Crecimiento del comercio exterior aprobado por el parlamento cubano vs. el logrado (%)

EXPORTACIONES

IMPORTACIONES

AÑO

PLAN

REAL

PLAN

REAL

1996

20,0

30,0

15,0

33,3

1997

12,0

0,6

11,5

19,9

1998

10,7

-11,0

4,7

6,0

1999

7,2

- 0,2

- 5,4

0,4

2000

22,3

12,0

5,1

14,0

FUENTES: Informes económicos a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en Granma, de diciembre; Gaceta Oficial, en enero para los años correspondientes de las mismas.

Sólo en 1996 las exportaciones crecieron sobre los pronósticos; en el resto de los años los resultados quedaron muy por debajo. En cuanto a las importaciones es evidente su falta de relación con los límites de crecimiento aprobados y su ascenso por encima de los previsto de manera significativa, no sostenido por la correspondiente capacidad exportadora, lo cual se ilustra con mayor detalle en el cuadro siguiente.

CUADRO 2
Evolución del comercio exterior (MM Pesos)

AÑO

IMPORTACIONES

EXPORTACIONES

DEFICIT COMERC

1995

3187

2687

500

1996

4248

3493

755

1997

5094

3514

1580

1998

5399

3128

2271

1999

5421

3122

2299

2000

6180

3497

2683

FUENTES: 1995, CEPAL; cálculos del autor a partir de CEPAL y el Cuadro1.

NOTA: Los datos pueden no coincidir con otras fuentes gubernamentales, debido a las conocidas contradicciones de las estadísticas oficiales cubanas.

De acuerdo con los datos, en el quinquenio 1996 - 2000 no hubo crecimiento de las exportaciones; las importaciones ascendieron a un ritmo medio anual de 9,8 por ciento y el déficit comercial lo hizo a una tasa media por año de ¡37,3! El 2000 cerró con un déficit comercial a precios corrientes superior al habido en 1989, cuando la economía cubana contaba con financiamientos externos sostenedores del mismo. ¿Sobre qué bases se fundamenta un déficit financiero externo de apenas cientos de millones de dólares, al decir de Carlos Lage? ¿Ciegos, sordos, los ilustres diputados al parlamento cubano?

Más allá de críticas de economistas diversos al modelo económico cubano, entre los cuales destaca el señalamiento de una apertura insuficiente, incluso frente a diseños de reforma profunda sin cambios sustanciales en lo político, al estilo China o Vietnam, cabe observar cierta racionalidad declarativa en la estrategia de comercio exterior gubernamental, presente en la Resolución Económica del V Congreso del Partido Comunista de Cuba. Por ello, vale el esfuerzo de confrontar propósitos con resultados, incluso tratando de justipreciar el alcance de las sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos a Cuba, cuyo impacto negativo con frecuencia de pretexto justificatorio de los fracasos oficiales. Por un lado, el gobierno de Fidel Castro suma, cual contador quisquilloso, hasta la pérdida de un alfiler atribuible a los yanquis; por el otro, funcionarios isleños afirman que sólo 15 por ciento de las empresas cubanas carecen de condiciones mínimas de abastos y mercados para iniciar el llamado perfeccionamiento empresarial, punto de partida de una gestión rentable, a los efectos gubernamentales. Del 85 por ciento restante, buena parte no ha podido comenzar ese perfeccionamiento porque su contabilidad no es confiable, asunto más cercano al teatro vernáculo que a la geopolítica de los embargos y de los cabildeos de la llamada mafia anexionista de Miami. O sea: historias del negrito, el gallego y la mulata.

De acuerdo con la resolución de marras, ocho principales objetivos de comercio exterior son:

1- Diversificación, crecimiento y dinamización de las exportaciones. Si bien se anunció al cierre del 2000 un ascenso de 24 por ciento en los nuevos fondos exportables, las cifras estudiadas informan que de crecimiento y dinamización globales, nada.

2- Lograr una creciente relación favorable entre ingresos y gastos de los sectores que generan divisas. El más dinámico de ellos, el turismo, habría cerrado el 2000 con un costo de 78 centavos por dólar de ingreso, reconoció el ministro Farradaz, bien por encima de la media caribeña.

3- La agricultura no cañera debe contribuir al balance externo con mayores producciones exportables, tradicionales y nuevas, así como a la sustitución de importaciones de alimentos e insumos productivos. El mercado por excelencia para esa agricultura se encuentra en el turismo, hoy obligado a importar buena parte de dichos recursos, debido a la poca fiabilidad de la agricultura cubana en cuanto a estabilidad y calidad. Respecto a la sustitución de importaciones, aquella decrece en las producciones que exactamente provocan mayor necesidad de importar: arroz, carnes, leche y piensos. Aún se oye la desvergüenza de atribuir la carencia de huevos a la falta de piensos importados, en país donde el maíz produce hasta tres cosechas anuales.

4- La agroindustria azucarera deberá recuperar su papel estratégico en la economía, constituyéndose en fuente de ingresos netos crecientes. Permanece subsidiada; la cosecha para este año se anunció inferior a la del anterior, más o menos similar a la de los años 80; las producciones cañeras actuales ofenden a la tradición azucarera cubana.

5- Los ingresos netos de ambas actividades agrícolas deberán ser suficientes para financiar las importaciones de aquellos alimentos que no se puedan producir nacionalmente. Sin comentarios.

6- La política arancelaria debe fomentar las exportaciones y la sustitución de importaciones. Según parece, ha logrado exactamente lo contrario.

7- Promover la inversión extranjera. No sólo se ha obtenido de ésta lo que en algún momento pareció esperarse, sino que el gobierno de Fidel Castro se ha distinguido últimamente por una suerte de orgullosa declaración, en el sentido de estar realizando sus propósitos inversionistas mayormente por medios "propios", presuntamente obtenidos de la llamada confiscación de salarios y de elevados impuestos a las ventas en dólares, lo cual significa, en parte, un gravamen indirecto a las remesas familiares provenientes del exterior. El costo social de dicha política parece uno de los secretos gubernamentales mejor guardados.

8- Cita textual: "Reviste particular importancia alcanzar de forma gradual un tipo de cambio (del dólar frente al peso) más adecuado que apoye las actividades exportadoras y a las que sustituyen importaciones". Nada se ha hecho; hoy se asiste a una creciente dolarización de las relaciones interempresariales y de la vida ciudadana, en medio de sospechosas críticas de la prensa oficiosa a los procesos de dolarización que tienen lugar en América Latina. Alfredo González, Premio Nacional de Economía, afirmó el pasado 28 de noviembre que "los sectores que operan en divisas -por tanto en ventaja, observo- tienen un excesivo gasto importado, mientras las empresas alejadas de estos circuitos sufren penurias".

Nótese: el destacado economista, hijo de una gloria de las matemáticas isleñas, de hecho está denunciando una discriminación institucional hacia un tipo de empresas cubanas, como consecuencia del inmovilismo gubernamental ante ese problema, hijo de la doble circulación monetaria, la no unificación del tipo de cambio y la no reducción de la inflación. González apunta, con justicia, cómo las empresas con semejantes acceso al dólar se caracterizan por un "excesivo gasto importado", revelador indicio de uno de los orígenes del crecimiento de las importaciones y del déficit comercial, así como de una de las causales de una suerte de "irrentabilidad condicionada" en empresas no beneficiadas por un úcase dolarizante. Dato curioso: durante su última visita a Venezuela, Fidel Castro afirmó que se había logrado bajar el cambio no oficial del dólar, pero a uno por veinte, y dijo: "No nos conviene que baje más". ¿Por qué?

Si bien es cierto que los ocho objetivos de comercio externo aquí analizados se formularon congresualmente a mediados de 1997, también lo es su definición oficial por lo menos desde 1993, año de inicio de aquellas transformaciones tipificantes del actual escenario isleño. Para país como Cuba, cuyo carácter de economía abierta nadie discute, variable decisiva de su desempeño económico en su comercio externo. No se trata de negar sal y agua a lo alcanzado en estos años, signados por el cambio radical de haber transitado entre sangre, sudor y lágrimas del cubano de a pie, desde una economía productora de bienes básicos hacia una de servicios, cuya estrategia energética principia a ser racional, aunque valga señalar que ello pudo lograrse por lo menos veinte años atrás. Pero es un deber citar una frase: "Algo huele a podrido en Dinamarca".

Entretanto, Carlos Lage, ¡cómo hace recordar a Salinas de Gortari!


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