La
ilegalidad del pregón
Luis Alberto Rivera, APLO
SANTIAGO DE CUBA, febrero - Cuando Diego Velázquez fundó la
villa de Santiago el 25 de julio de 1515 la encomendó a la protección
del apóstol Santiago el Mayor, patrono de España, santo al que el
fundador profesaba una especialísima devoción. Pero, como los aborígenes
llamaban a esa región Cuba, la villa fue llamada Santiago de Cuba.
Surgió posteriormente la Ciudad de Santiago de Cuba que con el paso
del tiempo se pobló de manera ascendente. Su comunidad no sólo
creció, sino que se mezcló: indios, españoles, africanos,
haitianos, chinos; surgieron los llamados criollos. Un medio por el cual muchos
de aquellos cubanos lograban sustentarse fue el comercio. Junto con las ventas
de productos aparecieron los pregones.
Los buscavidas de antaño popularizaron el pregón de tal manera
que hasta composiciones musicales se les ha dedicado.
Sin embargo, después de 1959 el pregón fue perdiendo vigencia
principalmente porque el comercio terminó siendo una exclusividad del
Estado y éste no recorre las calles para vender sus productos, sino que
los asigna racionadamente por la libreta de racionamiento.
Ahora, a 485 años de haberse fundado la villa de Santiago de Cuba el
pregón reaparece en circunstancias adversas para él, pero de
manera indetenible. Ningún régimen político puede anular
las costumbres o las tradiciones de un pueblo. Cientos de vendedores recorren
esta ciudad en horas de la noche y nos deleitan con hermosos pregones.
La mayoría de ellos no tienen la licencia de vendedores o no la
quieren, porque evaden los impuestos de un Estado que nada les proporciona a
cambio. Pregonan, venden y al mismo tiempo burlan a la Policía y a los
inspectores estatales que continuamente los acosan.
Cuando empieza a caer la tarde, comienza en Santiago de Cuba un concierto de
melodiosos pregones que invitan a comprar un buen cucurucho de maní,
caramelos elaborados de manera artesanal, frutas de las que no se ven en los
mercados agropecuarios y cuanto producto es incapaz de producir la planificada
economía socialista.
La dura realidad que enfrenta el cubano de hoy no impidió que se
reabriera paso el pregón por tantos años silenciado. No obstante,
es un pregón ilegal, disidente, porque se opone a una manera de
comercializar que ha demostrado su ineficiencia en todos estos años.
"Antes de salir a pregonar para vender mis productos, elevo una
plegaria a Santiago Apóstol para que me proteja de caer en manos de los
policías o de los inspectores", revela un vendedor nocturno, que no
se identificó por obvias razones.
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