Con techo de
vidrio
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, febrero - El III Encuentro Internacional de Economistas sobre la
Globalización y Problemas del Desarrollo se efectuó en La Habana
entre el 29 de enero y el 2 de febrero. Los trabajos se realizaron en cuatro
comisiones dedicadas, respectivamente, a la Situación Monetaria y
Financiera; Comercio, Cooperación e Integración Económica;
Innovación, Competitividad y Desarrollo Sostenible, y Rescate del
Desarrollo Económico-Social.
Como en los encuentros precedentes, los debates tuvieron como objetivo la
problemática económica mundial, con hincapié en Latinoamérica.
Se utilizó el habitual tono hipercrítico, mientras la desesperada
situación de la economía cubana fue ignorada, pues en las
exposiciones de los funcionarios sólo se resaltan los logros sociales
alcanzados, sin reconocer que al perderse las subvenciones del bloque soviético
éstos se desvanecen a ojos vista.
El panorama actual en la mayoría de los países
latinoamericanos sin lugar a dudas es complicado y deja mucho que desear. Las
políticas neoliberales que lograron en muchos casos contener la inflación,
establecer el equilibrio macroeconómico y propiciar un modesto
crecimiento, lo hicieron con inadmisibles costos sociales.
Al mismo tiempo, resultan preocupantes las tendencias ya actuantes en
algunas naciones hacia la dolarización unilateral que, sin acuerdo
previo, depositan la política monetaria en manos de Estados Unidos, el
cual lógicamente en esta materia seleccionará sus opciones en
función de sus necesidades e intereses.
En modo alguno se trata de negar la conveniencia de la integración y
la futura existencia de una moneda común desde Canadá hasta la
Patagonia, establecida consensuadamente, sino de alertar contra decisiones que
despojan a los países de un mecanismo vital para la promoción del
desarrollo.
Sin embargo, es ridículo que en un escenario como La Habana, donde
muchos de los males económicos y sociales latinoamericanos corregidos y
aumentados están presentes, se lleve a cabo un cónclave auspiciado
por un régimen que los ha provocado con sus nefastas políticas y
tozudamente se niega a ponerles término, erigiéndose ahora en un
gran inquisidor para juzgar lo que él mismo ha promovido durante años.
El modelo de totalitarismo burocrático imperante en Cuba, con su
absoluta centralización, ha llevado a la inmensa mayoría de la
población a la pobreza. Baste señalar que el salario promedio
mensual fue de 249 pesos en el 2000, equivalente a 11.32 dólares, según
el cambio oficial.
Consciente de esa cifra, a partir del 2000, el gobierno creó un nuevo
indicador al que ha llamado Ingreso Medio Mensual (IMM), donde incluye además
del salario otros pagos en moneda nacional y en divisas, así como
entregas en especie a algunos sectores de la masa trabajadora. En el caso de las
divisas, las pequeñas retribuciones alcanzaron a un millón 158 mil
trabajadores, el 27,0 por ciento del total de los ocupados. De todos modos, este
IMM fue como promedio de 359 pesos, o sea, sólo 16.32 dólares.
Si ésta es la situación de los trabajadores, podrá
imaginarse el penoso estado de los desocupados, que representan el 5,5 por
ciento de la población económicamente activa, según fuentes
oficiales, o la de los jubilados, quienes perciben ingresos promedios de
alrededor de 100 pesos mensuales (4,54 dólares).
A lo anterior habría que agregar el creciente proceso de dolarización
que desde hace años se desarrolla en un país donde la mayoría
de la población no tiene acceso, pues hasta el reducido porcentaje de los
trabajadores incluidos en los mecanismos de estimulación en moneda
convertible únicamente reciben pequeños aportes, sujetos al
cumplimiento de los planes y a una férrea disciplina.
En estas condiciones, fundamentalmente personas con familiares en el
exterior que les envían divisas, así como algunos trabajadores
vinculados a extranjeros, son quienes tienen garantizado el acceso a la
codiciada moneda, creándose así enormes e injustas desigualdades
sociales.
En cuanto a la integración, mueve a risa las lecciones que desde La
Habana se le quiere dar a Latinoamérica. Cuba es precisamente el país
de la región ausente de ese proceso. En realidad, el gobierno cubano le
teme como a la misma globalización, pues ello significa abrirse a un
mundo donde cada día con mayor fuerza avanzan la democracia y el respeto
a los derechos humanos.
Sorprende la superficialidad con que fue tratado el complejo tema de la
deuda externa; máxime cuando el caso cubano es un ejemplo evidente de un
país que derrochó colosales volúmenes de recursos
financiados con créditos externos, ante todo a causa de su mala
administración y del persistente mantenimiento de un sistema fracasado,
lo cual desde el punto de vista moral deja pocos argumentos para negociar con
los acreedores.
Resulta lamentable que algunas personalidades se dejaran embaucar y
participaran en esta farsa celebrada en La Habana, cuyo objetivo era dar la
falsa impresión en el exterior, con sus debates controlados, de que en
Cuba se respetan las opiniones divergentes de las oficiales.
De todo lo anterior se desprende que el gobierno cubano sólo puede
ofrecer la experiencia de sus errores para que otros no los repitan, pero bajo
ninguna condición pueden presentarse como un modelo a seguir. Poco puede
aportar quien tira piedras al vecino cuando su techo es de vidrio.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|