¡Está
vivo!
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, febrero - José Julián Martí Pérez
cumplió 148 años este 28 de enero. Las felicitaciones y los
homenajes fueron múltiples.
Martí cayó, mirando al Sol, cuando tenía 42 años.
Pero, sin embargo, está vivo. Esto no es mera palabrería. Los
cubanos acudimos a él cada vez que hay graves problemas morales y de otra
índole en la nación, cada vez que hay dolor cívico. Martí
es nuestro asidero.
"Yo tengo un espíritu inmortal, porque lo siento, porque lo
creo, porque lo quiero", afirmó Martí en un debate sobre lo
abstracto y lo material que sostuvo en México hace muchos años.
Allí habló de su inconformidad en la vida y de su necesidad de
lograr algo mejor. Pero ese hombre que aseguró, con autoridad y
convencimiento, que lo abstracto se demuestra con lo abstracto, se ocupó
enormemente de las cosas concretas y atisbó, quizás como nadie,
dentro de la sociedad cubana y también, lógicamente, dentro del
alma de su pueblo.
Dios, al parecer, le dio la facultad divina de servir, y ahí debe
estar el secreto de su "espíritu inmortal". Su fuerza moral
crece a diario y cada día está más firme en su pedestal de
honestidad ciudadana.
Por eso, a veces resulta anacrónico dentro de la actual etapa de
Cuba, donde los ciudadanos están con los bolsillos vacíos, huérfanos
de horizontes y necesitados de los dos panes: el que llena el estómago y
el que abastece el espíritu. Acudir a Martí es más que un
deber, es una necesidad.
En Cuba hay una nata burocrática y represiva que flota sobre las
necesidades de la población; con eso nada tiene que ver Martí. Ya
desde su pupitre, en el colegio del poeta Mendive y desde la bodega del barrio
donde laboró en algunas ocasiones -dos sitios donde aprendió a
valorar la vida y la sociedad- estaba contra los que le roban a los hombres su
libertad.
El hombre que ostenta el título de Apóstol de la Libertad de
Cuba, más que representarnos -por suerte- nos dirige. El encarna para
nosotros, como nadie, las virtudes del padre, el maestro, el amigo. Y esas
cualidades nunca mueren.
Cada vez que la salud de la nación está dañada -nunca
lo había estado tanto como ahora- vamos a Martí, de quien
escuchamos latir su corazón aunque ya cumplió 148 años,
porque sabemos que él nunca dejará morir a Cuba.
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