Valientes de
bajo costo
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, enero - La valentía que aplaude y asiente es muy cómoda.
Estar en el bando de los que gobiernan permite ciertas balandronadas y
desplantes. Hasta el más pusilánime vocifera si se siente
respaldado por la fuerza que gobierna. Hay hombres que se dedican a repetir los
amenazantes discursos de sus jerarcas para congraciarse con ellos, para ganarse
su protección, para sentirse valerosos; ésos son los valientes de
bajo costo.
Como esas casas, muy de moda en Cuba, que se levantan con residuales de
construcción, fabrican su espíritu esos hombres. Mientras algunos
que fueron verdaderos héroes en su día, alzaron su edificio humano
con coraje y audacia, éstos recogen los corozos de las viejas hazañas
para levantar su bajareque, y pretenden, así, desacreditar a los que no
soportan vivir de los hollejos.
Yo los he visto inflarse de falsa vehemencia mientras recitan frases
prestadas por sus titiriteros. Yo los he visto felicitarse por el desempeño
de su papel en la comedia. Yo los he visto, inseguros, mirar de soslayo a sus
protectores como buscando su aprobación después de la farsa. Yo
los he visto. Y es que no se sienten seguros. Son la pobre correa que mueve a su
antojo la gran rueda.
Insultan si se lo mandan, tiritan si los abandonan.
Son furia con los desvalidos, podencos del poderoso. No saben que un pueblo
políticamente saludable es aquel que, aún con todas las
turbideces, trácalas y desigualdades que supone la lucha política,
no encierra, discrimina ni aplasta a sus opositores sino con el júbilo de
quien triunfa en franca y abierta batalla democrática con la participación
de todas las posiciones. No permitir la presencia de todas las tendencias en las
lides políticas, además de miedo, revela el corte tiránico
de quien se impone sin brindar alternativas.
No saben que la debilidad de un sistema no se mide porque a lo largo de su
desarrollo alcancen el poder diversas tendencias políticas, sino porque
una sola tendencia pretenda ser la única válida. La mejor prueba
de cobardía política es no aceptar la contienda. Un Partido que se
siente verdaderamente seguro, dueño de la aceptación popular,
capaz de llevar a buen término su programa de gobierno, no tiene por qué
temerle a la participación de sus opositores. Ganar sin permitir la
presencia de los oponentes no es ganar.
Y estos valientes de bajo costo, amparados por un poder tiránico que
convierte a sus opositores en fantasmas peligrosos sin espacio ninguno para
corporizarse en la escena pública, arremeten con las más acres
diatribas contra aquellos que no cuentan con ningún medio para
contraatacar. Golpear a su contrincante atado es su hazaña. Batallar
contra quienes no tienen con qué defenderse es su heroicidad. ¿Tendrían
el mismo valor en igualdad de condiciones? ¿Injuriarían a quienes
pudieran responderle en el mismo espacio? No lo sé. Yo los conozco pero
no me dedico a ventear trapitos, eso es tarea de los valientes de bajo costo.
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