Maltrato,
humillación en las cárceles cubanas
Fara Armenteros, UPECI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Cuando el recluso, confinado en
aquella celda de aislamiento cuya puerta no había sido abierta en mes y
pico, llamó al carcelero para que lo llevara al médico porque
llevaba siete días con dolor de cabeza, y tenía los pies y las
manos acalambrados, la respuesta del funcionario no se hizo esperar: "Negativo...
¡se me perdió la llave!" Esta frase, conocida por prisioneros y
custodios, se utiliza frecuentemente para nombrar a la prisión provincial
de Guantánamo.
Juan Carlos Herrera Acosta, preso político que estuvo encerrado por
cuatro años en "Se me perdió la llave", padece de
vitiligo y la despigmentación de la piel se extiende por casi todo su
cuerpo. El señala que su mal se aceleró durante su estancia en ese
penal donde, según afirma, no recibió atención médica
y tampoco le permitían tomar el sol, que es un atenuante para esa
enfermedad.
"El hacinamiento, la falta de atención médica, el hambre
y los maltratos físicos hacen que los reclusos de la cárcel
provincial de Guantánamo se sientan como en un campo fascista de
exterminio masivo" -denuncia Herrera, de 34 años de edad e
integrante del Movimiento Cubano Jóvenes por la Democracia, quien fue
apresado cuando trataba de huir del país por la zona de la base naval
estadounidense ubicada en esa región de Cuba.
El entrevistado explica que para capturarlo los guardafronteras cubanos le
dispararon con proyectiles de guerra, y posteriormente fue juzgado por un
tribunal militar que lo condenó a cinco años de encarcelamiento,
de los cuales aún le falta uno por cumplir.
También Juan Rodiles Revilla y Andrés Soler Villareño
estuvieron presos en "Se me perdió la llave". Ellos, como
Herrera, también están en libertad condicional. Y aunque por hacer
estas declaraciones los pueden encerrar nuevamente hasta que expiren totalmente
sus condenas, ellos expresaron que a los presos políticos los confinan
allí en celdas de aislamiento muy húmedas, donde tienen que dormir
sobre el piso de cemento y no pueden ni caminar porque el espacio de esos
locales es reducidísimo.
"Cuando se reclaman los servicios del médico casi nunca lo
proporcionan y los carceleros golpean al solicitante. Si éste intenta
defenderse, entonces lo acusan de desacato o desobediencia a la autoridad, o de
rebelión; por esto es que la mayoría de los prisioneros políticos
encerrados en ese penal enfrentan 10, 15 y hasta 60 años de privación
de libertad", apuntó Rodiles y confirmó Soler.
En la prisión se ha organizado el llamado Consejo de Reclusos,
integrado por presos comunes y que según los entrevistados no es más
que la réplica de las paramilitares Brigadas de Respuesta Rápida
porque, ante cualquier reclamación de derechos o quejas de los confinados
por causas políticas, agreden a éstos, los golpean con lo que
tengan a mano. Los presos políticos se defienden de estos ataques, pero
el asunto queda como una riña entre los reos. El procedimiento es cruel y
sutil.
"Hay reclusos que se autoagreden para que las autoridades carcelarias
se vean obligadas a conducirlos al hospital -explica Herrera. Generalmente se
provocan heridas con objetos cortantes o punzantes improvisados, las cuales además
de dolorosas casi siempre les causa daños irreversibles. Tuve por compañero
de celda de castigo a un prisionero que se había cortado él mismo
varios tendones de ambas piernas".
Por su parte, Rodiles declaró: "Ese preso al que se refiere
Herrera fue atacado por un perro pastor alemán entrenado, que un
carcelero le echó. Recuerdo que estuvo muchísimo rato tirado en el
piso del soleador, sangrando por las mordidas que le dio el perro, sufriendo
dolor intenso".
En cuanto a las condiciones en que ponen a trabajar a los confinados, Soler
dijo: "Cuando hay mal tiempo, en vez de poner a los trabajadores agrícolas
habituales a hacer las labores de recogida de café, llevan a los
prisioneros a los campos, donde tienen que trabajar sin la ropa adecuada para
esas labores, muchas veces hasta descalzos, y los ponen a dormir en colchones de
malangueta, hierba de río que cuando se seca se llena de chinches y otras
alimañas".
Según Rodiles, a los reclusos que trabajan en el campamento llamado
Majimana, ubicado en Bayate, en el municipio guantanamero El Salvador, se les
sirve por desayuno medio vaso de infusión, por almuerzo y cena: una pequeña
porción de sopa, arroz y un platanito hervido. De regreso de las labores
agrícolas, los confinados deben cargar en sus hombros un tronco de árbol
que después se usa como leña para cocinar estos alimentos".
Los tres entrevistados coinciden en que a los presos que laboran en
campamentos de trabajo, las autoridades carcelarias les roban parte del dinero
que debían recibir como paga. Además, si son sorprendidos comiéndose
cualquier fruta, los funcionarios los golpean.
Prisioneros políticos y comunes conviven hacinados en celdas pequeñas,
por lo que la mitad de ellos tienen que dormir en el piso.
Herrera, Rodiles y Soler, son tres defensores de los derechos humanos en
Cuba que aspiran a que los principios contenidos en la Declaración
Universal de la ONU sean respetados por cualquier gobierno de turno en el país.
Herrera concluyó con las siguientes palabras: "El dolor, el
horror que se narra en el presidio Político que escribió José
Martí palidecen ante lo que se vive en 'Se me perdió la llave', en
la prisión provincial de Guantánamo o Combinado de Guantánamo,
como también llaman a este penal. Allí se humilla y se maltrata a
los reclusos más allá de lo que pudiera imaginar cualquier mente
humana".
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