CUBANET .INDEPENDIENTE

27 de diciembre, 2001


Cena privada

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Apenas entré en el barrio me invadió un fuerte olor a mariscos. Andaba en el aire. Venía de todas direcciones. Era una presencia constante. Manaba de las casas, de los jardines, de los patios. Lo sentía en las ropas, en los árboles, en los automóviles que cruzaban. Un ser omnipresente, ubicuo. Nada lo detenía. Me llegaba a través de las paredes, a través de la música que brotaba de los balcones, a través de las tendederas de las azoteas, a través de los yermos enyerbados. Caminé envuelto por el olor.

Se mantenía. Ya era para mí un ámbito apestoso. Comencé a sospechar. No podía ser que en todos los hogares estuvieran cocinando mariscos. Pero el olor era permanente. Lo percibía en las personas que me saludaban. Lo percibía en los tachos de basura de las esquinas. Lo percibía en los perros que se fajaban por una piltrafa inidentificable. No podía ser. Semejaba una alucinación, un delirio. Me detuve. Olí el viento como un sabueso en busca de una pista. El aire traía el olor desde todos los puntos cardinales. Era una pesadilla. Indudablemente algo que había comido me había caído mal y se reflejaba de esa manera. Me sorprendí al borde del vómito. No resistía más.

Me revisé las ropas. Pensé que alguien podía haberme embarrado de pescado en el camello. No había manchas. No había rastros. Alcé un pie, inspeccioné la suela del zapato. Nada. Alcé el otro, limpio. No. No había pisado ningún desecho. Me olfateé las manos, miré cuidadosamente mis uñas; lo hice automáticamente, sabía que no había tocado nada que tuviera que ver con el mar. ¿Qué podía ser? ¿De dónde procedía el persistente olor?

Llegué a casa mareado. Me sudaba la frente. Tenía el estómago revuelto. Los deseos de vomitar se tornaban más insistentes. Mi esposa me sirvió el café que tomo todos los días a mi llegada. Percibí en él el mismo olor. Rechacé el café con delicadeza. Le dije a mi esposa que no me apetecía, que me sentía mal. Y fue entonces que se despejaron todas las incógnitas.

"Qué lástima. Yo que me he pasado toda la tarde limpiando calamares para servírtelos enchilados", expresó.

Fue como un mazazo. El estómago me corcoveó como un potro azuzado por un relámpago. Inevitable sobrevino la asqueada. Enrojecí. Tosí ahogado. Sentí el sudor corriéndome por las sienes. Toda la pesadilla de haber recorrido el barrio sumergido en aquel maldito olor se concentró en mi casa. El aire se enturbió. Desde cada rincón me llegó el olor a calamares. Mi esposa estaba estupefacta, inmovilizada, no sabía qué hacer ni qué decir.

"Creí que te gustaban, y como vinieron hoy al mercado" -me dijo.

"Eso deben de haber pensado todas las mujeres del barrio" -respondí antes de caer en una especie de inconciencia que me libró al fin del olor a calamares.


Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.


[ TITULARES ] [ CENTRO ]

Noticias por e-mail

La Tienda - Libros , posters, camisetas, gorras

In Association with Amazon.com

Busque:


BUSQUEDA

Búsqueda avanzada


SECCIONES

NOTICIAS
Prensa Independiente
Prensa Internacional
Prensa Gubernamental

OTROS IDIOMAS
Inglés
Aemán
Francés

SOCIEDAD CIVIL
Introducción
Cooperativas Agrícolas
Movimiento Sindical
Bibliotecas
MCL
Fraternidad de Ciegos
Seguidores de Cristo
Estudios Sociales
Ayuno

DEL LECTOR
Cartas
Debate
Opinión

BUSQUEDAS
Archivos
Búsquedas
Documentos
Enlaces

CULTURA
Artes Plásticas
Fotos de Cuba
Anillas de Tabaco

CUBANET
Semanario
Quiénes Somos
Informe 1998
Correo Electrónico


CubaNet News, Inc.
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887