La cena de
Noche Buena en Cuba
Miriam Leiva
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Con once onzas de diminutos
calamares sin limpiar y media libra de pollo por persona, los habaneros
festejaron el 24 de diciembre, si le vendieron estos productos oportunamente y
si los reservaron para la ocasión. Estas fueron las proteínas
ofertadas por el sistema de racionamiento la semana previa a las fiestas navideñas.
Además, durante todo el mes sólo pudieron adquirir por la
libreta de racionamiento seis huevos, una libra de pollo y cinco perros
calientes. Probablemente no se venderá más nada hasta enero.
La tradición cubana concibe la cena con cerdo asado, arroz, frijoles
negros, yuca, ensalada, dulces, turrón, cerveza y quizás vino.
Avellanas, nueces, higos... hace mucho tiempo se desconocen. Debería
haber ron y café. Las familia se reuniría desde horas de la tarde,
llegarían amigos, habría música y baile. Aunque el gobierno
trató durante decenios de extirpar esta "malsana costumbre", en
muchísimos hogares se mantuvo y ha recobrado popularidad, si bien los
esfuerzos fundamentales se centran en el 31 de diciembre.
Pero a finales de 2001 los cubanos no se pueden permitir el lujo de tantas
fiestas. Durante el año, la situación económica se ha
deteriorado considerablemente. Incluso quienes habían logrado mejorar
gracias al trabajo en centros vinculados al turismo, establecimientos
recaudadores de divisas y negocios por cuenta propia, o aquellos que recibían
dinero de sus parientes y amigos residentes en el exterior, ven encogerse sus
bolsillos.
A ello se añade la devaluación del peso respecto al dólar,
moneda con la cual se realiza la mayoría de las transacciones comerciales
en Cuba, así como la elevación de los precios en los mercados
agropecuarios, comprendidos también los estatales.
Vedadas para el cubano común resultaron las cenas en los
restaurantes. En la capital, sólo se ofertaban bocadillos con cerdo por
pesos en puestos ambulantes, según el periódico Tribuna de La
Habana. Los restaurantes con pago en divisas tampoco estuvieron a su alcance.
Ciertamente, hubo de todos los precios, inclusive en cafeterías como la
del complejo Dos Gardenias, al aire libre, se podía consumir una cena con
pollo asado por cinco dólares o con cerdo por cuatro dólares
cincuenta centavos. Otros, más elegantes, por ejemplo La Maison,
anunciaban cóctel de langosta y filete mignon a treinta y cinco dólares.
Por supuesto, a ello había que añadir las bebidas. En Cuba el
salario promedio mensual no alcanza los diez dólares.
Indudablemente, hay cubanos que pueden disfrutar con sus familias de estos
deleites normales en esta época del año. Se trata fundamentalmente
de los gerentes de empresas mixtas o corporaciones extranjeras, artistas, músicos
y las personas que aún reciben cuantiosas remesas.
Esa es la diferencia social imperante en Cuba y que se ha agudizado
progresivamente. Aquellos que pueden lograrlo, fruto de su trabajo, lo merecen.
Sin embargo, provoca tristeza saber que en un país igualitarista por muchísimos
años, se llegó a todo lo contrario. El trabajador azucarero, el
tabaquero y los de muchas otras ramas también producen artículos
para la venta en dólares, pero la mayoría no recibe su pago en ese
tipo de moneda. En su lugar, los salarios son muy bajos y su valor real decrece
constantemente.
Vista desde la capital del país, la situación es gris. Pero en
el interior, y con mayor intensidad en las zonas por donde atravesó el
huracán Michelle en noviembre, resulta negra. Aún muchísimas
familias residen en casas de parientes y amigos o en albergues, ya que perdieron
sus casas y pertenencias, mientras miles han quedado en condiciones precarias.
No hubo motivos ni posibilidades para festejar. Ojalá la realidad
fuera más estimulante.
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