CUBANET .INDEPENDIENTE

26 de diciembre, 2001


La imagen imborrable

Lucas Garve, CPI

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Guardo una imagen imborrable de la poetisa. Su presencia, al detenerse a cruzar la esquina de las calles Cuba y Merced, en la mañana del 11 de febrero de 197..., poco antes de celebrarse la misa por el santoral de Nuestra Señora de Lourdes en la iglesia de la Merced, cofradía de la que Dulce María Loynaz Muñoz era miembro.

De esta forma, virtualmente incógnita, aquella anciana alcanzó la esquina de la iglesia ayudada por una acompañante de su edad, al parecer. Sin embargo, un cierto aire de distinción las envolvía a pesar de los estragos de la edad. Un halo misterioso las separaba de las personas que acudían a misa. Luego, ya dentro del templo, al destacar su presencia a un conocido, éste me confió que era ella quien costeaba el coro cada 11 de febrero. Hermosa devoción.

Dulce María Loynaz Muñoz fue "la última dama de la república" y también la poetisa cubana más importante del siglo XX. Por estas dos razones y otras más, vale recordarla en el aniversario 99 de su natalicio.

Nacida el 10 de diciembre de 1902, entonces en el recuerdo meritorio han de concertarse la admiración por su obra y el respeto ante un monumento vivo que ella misma erigió sobre el amor sin fatiga por su patria y su ciudad. Así, pues, habrá que recordarla siempre.

Nacida con la república. Justo en su lugar de descendiente de patricios, como una de esas Victorias estatuarias, cariátides con las alas desplegadas y el pecho al viento. Imagen sin tiempo la de ella. Imagen "vencedora del tiempo y del olvido", tal como afirmó en una ocasión.

Nunca renunció a su fe. Nunca flaqueó, al menos ante ojos ajenos. Conservó mientras pudo la única institución que sobrevivió a las fundadas durante la república que nació junto a ella, la Academia Cubana de la Lengua.

En los últimos de su vida, recibió honores de quienes años antes la habían ignorado. Fue entonces lo que nunca alcanzó a ser antes, popular. Porque si ciertamente fue conocida y admirada antes del 59, en los 90 alcanzó popularidad real. Sus poemas fueron cantados. Los jóvenes la redescubrieron con esa pasión sólo de ellos. Quedó para siempre entera y cubanísima la hija del General.

Dulce María Loynaz Muñoz atesoró la herencia patricia del apellido paterno. Cuidó su jardín interior para que el viento desolador del huracán no arrastrara las hojas secas de sus recuerdos. Su victoria no fue otra que la de sobrevivir a su época, sin claudicar en modos, ni modas. Pero, también la sobrevida duele.


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