Dime tu
nombre
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - El transporte en la capital cubana
persiste como una constante entre las dificultades cotidianas a enfrentar. Una
manera rápida y socorrida de llegar a su destino puede ser, para
cualquiera, tener diez pesos a mano para pagar el recorrido en un taxi privado.
Otra variante es la de parar cualquier auto y montarse en el primero que lo
lleve. No importa que el chofer posea licencia de transporte de pasajeros o no.
Muchos particulares cobran diez pesos por dejarlo en cualquier punto del
trayecto, mientras sea en la misma dirección de su recorrido.
Sucede que tal actividad está prohibida. Si no tiene licencia, no
puede recoger a desconocidos en la calle. No se puede transportar pasajeros ni
aunque el auto sea propio.
Generalmente, de noche aumenta el número de choferes sin licencia que
montan a pasajeros en las calles. La causa es que el servicio de transporte público
disminuye.
Los taxistas autorizados les llaman "los piratas". También
la policía los acecha en las esquinas y les ordena detenerse. Un breve
interrogatorio se lleva a cabo en plena calle. El policía pide documentos
del carro y de identificación del chofer. En muchos casos, no convencido
de la buena voluntad del conductor del vehículo, el agente demanda la
identidad de los viajeros al presunto taxista pirata.
Eso me ha ocurrido varias veces. En la primera ocasión, el chofer
tropezó con un policía generoso que lo dejó ir. Salió
bien. Pero, el sábado pasado, al regresar a eso de las diez de la noche
en un auto, al pirata lo llevaron para la estación de la policía
de Zanja y Escobar para imponerle una multa.
Veníamos tres personas en el auto, además del conductor. Dos
mujeres sentadas junto al chofer y yo en el asiento posterior. El chofer cuando
bajó del carro, ya alerta, nos pidió el nombre a cada uno. La
dificultad se hizo presente al venir el policía. Pidió las
identificaciones respectivas y una de las muchachas dijo no tenerla consigo con
voz casi inaudible.
El policía insistió en conocer razones acerca de la ausencia
del carnet de identidad y amenazó con llevarla también para la
estación. Sólo entonces, ella sacó el carnecito plástico.
El gendarme, asombrado, miró a la persona y le dijo: "¡Usted es
un hombre!" La joven mujer del asiento delantero era un travesti.
Acompañado de una amiga explicó que iban a una fiesta de
disfraces. El policía, a esas alturas, ya furioso, les indicó: "Se
bajan o se van conmigo para la estación". Se bajaron. En la acera,
yo no podía disimular la risa. Cada vez que recordaba la demanda del
chofer: "Dime tu nombre". Recordaba al travesti.
Las "dos mujeres" comentaban airadas: "No se puede llegar a
tiempo a ningún lado". El policía las miró. Montó
en el carro patrullero seguido del auto conducido por el pirata con destino a la
estación.
Náufrago en la calle Infanta a las diez y media de la noche, hice señas
a cuanto auto pasaba y ¡bingoooo! pude coger otro. Otro particular sin
licencia que regresaba a su casa. Al rato de ir en marcha me preguntó: "Socio,
para mi seguridad, dime tu nombre".
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