José Antonio Zarraluqui. Publicado el martes, 18 de
diciembre de 2001 en El Nuevo Herald
Durante los últimos 40 años cuanto tiene que ver con Cuba es
objeto de confusiones ilimitadas. Eso se entiende. Si algo caracteriza los
vaivenes de la Perla del Caribe bajo su actual campeador son las envolvencias de
toda índole en la ya larga vida del compañero payaso en jefe. Me
preocupa, sin embargo, que esa condición barata de afrontar la realidad,
como la onda en una superficie acuosa, se va extendiendo y llega a orillas
lejanas otrora consideradas inalcanzables. Me refiero a las estupideces que el
Foro de Sao Paulo ha conseguido expandir.
Primero en Cuba. Cuando Ninoska Pérez hace una de sus descacharrantes
llamadas a la isla, tiene que lidiar con tipos imposibles, por ejemplo si les
habla de un fax.
--¿Un qué?-- pregunta el de allá.
--¡Un fax!-- se desgañita Ninoska--. ¿Sabes lo que es un
fax?
--¿El Fab? ¡Sí! El polvito para lavar. ¡Mándame
un poco!
Y así por el estilo.
No se trata de un fenómeno nuevo. De malinterpretaciones cubanas
quienes más sabían, sin duda de ninguna clase, eran Pototo y
Filomeno. Empezaba una musiquita ramplona y allá salía Pototo:
--Una carta he recibido, / de Mamita debe ser, / y he venido porque quiero / que
me ayudes a leer...
Y era cuando empezaba la fiesta. --Querido ajo patato... --iniciaba su
lectura cantada. Pero se encontraba con un ¡no! salvaje y filoménico
que a seguidas lo enmendaba: --Querido hijo Pototo... --y de ese modo continuaba
rectificando la lectura deficiente.
Lo que pudieran ser recursos jocosos no se supone que prevalezcan en las
ediciones de Granma en la web, con esos editores tan revolucionarios que tienen,
tan adustos como son y tan preparados como están, a quienes no les hacen
ni pizca de gracia las caricaturas excepto que sean para ridiculizar el odioso
imperialismo y a sus odiosos lacayos. Y resulta que, reproduciendo las palabras
del máximo líder en el décimo encuentro del Foro de Sao
Paulo, cuando hablaba de la paciencia de que debió hacer gala tras la
desaparición de la URSS al oír, pero sin aceptar, los consejos de
cuantos le recomendaron ponerse para las cosas --comuñangas
desconcertados, supuestos demócratas europeos con resabios antiyanquis,
et ad.--, metieron la pata. "Los oía'', dijo el compañero ido
de la realidad en jefe, "una y otra vez con la sonrisa de la Gioconda o con
la paciencia de Job'', y los idiotas del Granma son incapaces de darse cuenta de
lo que está diciendo el compañero disparatador en jefe,
precisamente porque en ese momento no está disparatando.
--¿Job? ¿Quién será ese Job?
--Seguro es Ho, chico. El tío Ho.
--¿Ho Chi Minh? ¿El poeta? ¿El campesino? ¿El de la vara
de bambú?
--¡Equilecuá!
Y así es como el impaciente asesino vietnamita Ho deviene en Granma
on line el santo cristiano de la paciencia.
Vamos al Foro de Sao Paulo. Con independencia de que siempre están
con la misma bobería, año tras año sin cansarse, el décimo
encuentro lo acaban de celebrar en La Habana y como era natural llevó la
voz cantante el compañero turulato en jefe. Allí propuso una
arremetida contra el ALCA porque implica la anexión y la compra por parte
del imperio de la América Latina --nada novedoso. Dijo que el socialismo
es el sistema más humano --tampoco nada nuevo.
Novedoso fue que propuso la creación de una internacional contra el
terrorismo --¡Jesús! ¿pensará dirigirla él? Y lo
otro sorprendente fue afirmar que Cuba con su periodo especial evitó
caerse, pero que ahora, después del 11 de septiembre, ¡son el
imperialismo, el neoliberalismo y el capitalismo los que entran en un periodo
especial! --válganos Dios.
Lo curioso es que esta gente siempre consigue auditorio. ¿Cómo
estaban de nutridas y calientes las manifestaciones antiglobalistas hasta que,
tras el atentado a las torres gemelas, se dispersaron y enfriaron? Y consiguen
auditorio en parte por culpa de quienes sabemos que la mundialización es
el único camino posible en las condiciones actuales. Les dejamos el campo
y ellos se aprovechan.
No les repetimos por activa y por pasiva a los despistados, un día sí
y otro también, el viejo convincente cuento de Adam Smith acerca de la
mano invisible del mercado que termina por colocar cada pieza en su lugar en los
rompecabezas sociales y económicos, a pesar de que no es una mano, sino
innumerables manos las que entran en el pastel. Ni que, a pesar de que todas son
manos codiciosas, porque lo único que busca cada una es rellenar en lo
posible su bolsillo particular, no tienen otro remedio que encontrar un acomodo
y son mil veces preferibles a la mano autoritaria de un estado o un líder
iluminado convencido de que sabe mejor que el resto de los mortales cuánto
suman dos y dos.
Si no explicamos esas cosas, paciente y machaconamente, estaremos abriéndoles
espacio a los que, donde dice "Querido hijo Pototo'', únicamente
aciertan a leer "Querido ajo patato''.
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