CUBANET .INDEPENDIENTE

18 de diciembre, 2001


La "peste" avanza

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Cuando el próximo 20 de este mes la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba (parlamento) inicie sus sesiones, una de las preguntas dignas del momento será la de si los señores diputados dedicarán parte del breve tiempo que es propio a esos encuentros plenarios a uno de los azotes mayores por los que hoy pasa la agricultura cubana.

A primera vista, tal azote tiene una causa primera y un efecto segundo: el estado notable de subutilización de las tierras agrícolas de Cuba y la proliferación del marabú, planta espinosa traída a la isla con propósitos decorativos entre fines del siglo XIX y principios del XX. La misma se adaptó a las condiciones del país y hoy invade una buena porción de la superficie agraria isleña, para devenir el símbolo histórico del desgobierno agrícola, tanto antes como después del triunfo revolucionario de 1959.

Así, antes del advenimiento del gobierno de Fidel Castro, severos críticos señalaban a la proliferación del marabú como la consecuencia del latifundio privado; a inicios del siglo XXI unas palabras de Raúl Castro ponen en solfa al actual modelo agrícola cubano, signado por el estatismo que cada día demuestra su incapacidad de alimentar plenamente a la nación, más allá de los reales impactos de la política de sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos a la Isla.

Tales palabras son éstas: "Se me engurruña (el corazón) cuando veo a lo largo de todo el país, al lado de algunas cabeceras municipales y hasta provinciales, al marabú tapando las vaquerías..." (Granma, 13 de marzo 2001).

Aunque al interior de la isla no se han divulgado cifras completas sobre cuánta superficie agrícola se encuentra invadida por marabú, esas palabras de Raúl Castro, así como el estado de notoria subutilización de las tierras agrarias, sirven de índices bastante seguros para apreciar la magnitud del problema. En las condiciones cubanas, tierra abandonada se hace inmediatamente proclive al ataque del marabú, pues si las semillas de esta planta, transportadas por el aire de forma natural, hallan terreno donde no exista sombra, germinan y echan extendidas raíces. Estudios de Juan Tomás Roig, cumbre de la botánica isleña, encontraron éstas a 300 metros de un campo investigado, sin que se viera un ejemplar de la planta a ras de suelo.

De acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba, al filo de 1990 se encontraba ocioso el 6,4 por ciento y dedicados a pastos naturales el 27,5 por ciento de la superficie agraria isleña, para totalizar un 33,9 por ciento del área cultivable. En 1997 -últimas cifras disponibles- las tierras ociosas alcanzaban el 11,4 por ciento y las dedicadas a pastos naturales el 33,2 por ciento. O sea, que si la superficie agrícola no cultivada era en 1990 el 33,9 por ciento, ya en 1997 llegaba al 44,6 por ciento del total.

Debe quedar claro: pastos naturales significa lo que en Cuba se conoce por potreros; es decir, sitios donde se echa a pastar el ganado sin arreglo a políticas fundamentadas en lo referente a piensos. Tales terrenos son fácil presa del marabú, lo cual explica el "engurruñamiento cardíaco" del segundo hombre de Cuba.

Ese incremento en la superficie agrícola no cultivada representa la bicoca de 697,200 hectáreas, equivalentes a casi 52 mil caballerías. Ningún latifundista anterior a 1959 dispuso de manera legal o ilegal de esa cantidad de tierras. Tal situación se constituye en sustancial denuncia de una política agraria bien lejana de los intereses estratégicos del país.

El gobierno de Fidel Castro, aunque ha entregado tierras para su cultivo, se ha distinguido por una reticencia que lo aquí expuesto no justifica, cuando los fríos números aconsejan una reforma agraria en dirección de crear una extendida clase de propietarios agrícolas. Ironía, todo lo conocido acerca de la intención de granjeros estadounidenses de vender productos del agro a Cuba, que ésta puede producir en gran medida, más allá de lo positivo que puede significar el levantamiento parcial o total de las sanciones económicas a la isla.

Queda en pie la pregunta: ¿discutirán los señores diputados este problema?

Entretanto, la "peste" avanza.


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