Castro promueve los lugares de la guerrilla y el turismo familiar ante
la plaga de la prostitución. El régimen se reinventa a sí
mismo como atractivo turístico para frenar el turismo sexual
La Vanguardia -
- 04.00 horas - Domingo, 16 de diciembre de 2001
Una mujer joven y mulata está barriendo la terraza de un bungalow.
Dentro, una pareja de turistas occidentales da comienzo a un intercambio de
efusiones, en plena intimidad. Ganas de transgresión.Un cruce de miradas
y una invitación, muy tentadora. Tras una leve duda, la joven abandona la
escoba y entra en la habitación. Se quita la blusa, no lleva nada por
debajo. Así, un triángulo amoroso nace al amanecer del Caribe.
Para terminar con un billete de cuarenta dólares.
Michel Houellebecq, polémico escritor francés, describe este
episodio en su libro "Plateforme" (ed. Flammarion), en el que relata
su estancia en la isla de Cuba. No es el primero. Se ha publicado literatura
variada sobre el tema. Ferran Torrent publicó recientemente un libro, "Living
La Havana" (ed. Columna) en el que dos valencianos que cada tres meses
deciden viajar a Cuba en búsqueda de "emociones fuertes".
La situación de la isla caribeña es particularmente delicada
después de los acontecimientos del pasado 11-S. El turismo, primera
industria del mundo, es una de las más afectadas por la recesión
global. Y para países como Cuba representa una auténtica válvula
de oxígeno, además de su principal fuente de ingresos en divisas.
Según datos de la oficina de turismo del país en Madrid, el
crecimiento de los visitantes este año se revisará a la baja,
hasta un 5%, en lugar del 12% previsto. Unas cifras modestas, si se considera
que en la última década la tasa promedio se situaba cerca del 20%.
"El impacto ha sido grande, la ocupación hotelera ha bajado mucho",
decía a este diario un observador internacional que regresó hace
unas semanas de La Habana.
Ahora bien, una parte de los dos millones de visitantes que recibe la isla
encuentra motivos de viajes en el llamado "turismo sexual", que a
pesar de los esfuerzos del régimen para controlarlo, sigue (como ocurre
en muchos países) generando interés, no sólo en los
escritores, sino sobre todo en los turistas occidentales.
"En este país, nadie consigue vivir de su sueldo, nada funciona
de verdad: pobre pueblo cubano, no tienen nada que vender, a excepción de
su cuerpo", escribe Houellebecq. Y eso que oficialmente las autoridades
cubanas "promueven un turismo sano, basado en el respeto mutuo entre los
turistas y la gente del lugar". Sol Meliá, la principal cadena
hotelera del país con 20 establecimientos, prefiere no hacer comentarios
sobre el tema.
Ante el deterioro de la situación, en 1998, el régimen
castrista lanzó la operación Lacra, para reglamentar la prostitución
de las llamadas "jineteras", cerró varios locales y emprendió
una serie de redadas para evitar la expansión del negocio. Pero los
efectos, como se ve, de momento han sido limitados. "Es un poco como el
impermeable: por mucho que lo lleves terminas mojándote", reconoce
Pablo Dalmasa, periodista especializado de turismo y profundo conocedor de la
isla.
De allí nace la idea de convertir a la guerrilla y a la figura de
Fidel Castro como principales polos de atracción turística. La
idea consiste en promover el turismo "revolucionario" como alternativa
al "turismo sexual". El punto de partida es que el comunismo, igual
que muchas otras cosas en vía de extinción, está pasando a
ser objeto de culto y de interés casi "arqueológico". De
hecho, también en China se organizan viajes para recorrer los lugares
emblemáticos por los que pasó Mao Zedong durante la Larga Marcha.
La iniciativa lleva ya algún tiempo y de momento, tal como comenta
Damasa, en Cuba es un "fenómeno minoritario". Pero con la
actual crisis, el recuerdo de la guerrilla podría convertirse en un
recurso financiero para la salvación de la maltrecha economía
cubana.
Los turistas pueden así hacer su peregrinaje a Sierra Maestra, desde
cuyas cumbres el Comandante dirigió sus batallas hasta la victoria (¡siempre!)
de 1959. Son los cuarteles generales de la Comandancia La Plata. Los más
atrevidos, cuenta la agencia Reuters, deciden participar en programas de "trekking"
que duran dos días para subir hasta el monte Pico Turquino a 1.800 metros
de altura. Esta política turística tiene la ventaja, además
de descongestionar los flujos turísticos de la zona de La Habana, donde más
se concentra la "oferta sexual", hacia la zona oriental de la isla, y
en particular en Santiago.
Sin embargo, la mayor apuesta de Cuba es convertirse en un lugar de
vacaciones para la familia y se han potenciado las promociones en este sentido.
La otra novedad es el aumento, si bien paulatino, de los turistas
norteamericanos. Formalmente, los ciudadanos estadounidenses tienen prohibido
viajar a la isla, pero en la práctica suelen llegar de forma indirecta,
via México o Canadá. Es una señal de que el aislamiento de
Cuba tiene cada vez más los días contados.
Hoy, para sobrevivir, el país está aún obligado a
vender la historia de su pasado y el presente de sus cuerpos. Todo en el nombre
del turismo, industria capitalista a la que Cuba entera se agarra con
desesperación. Sobre todo sus "jineteras".
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