En 1985 se editó Querido Pablo. Ahora, en esta suerte de
continuación, Milanés vuelve a cantar con (casi) todos.
Mariano Del Mazo. Clarín
Digial. Buenos Aires, diciembre 16, 2001.
A 16 años de Querido Pablo, Pablo querido. Esto que parece un juego
de palabras bobo es la confirmación del afán de duetos que
conserva Pablo Milanés, y que se trasluce no sólo en estos dos álbumes
dobles sino en sus más de 30 participaciones en discos ajenos, en un
abanico que va de Joaquín Sabina a los folcloristas celtas Luar Na Nubre.
Respecto de aquél del 85 un disco notable, con Buarque, Serrat,
Mercedes Sosa, etc. se rumoreó entonces que su edición
estaba relacionada con la enfermedad que Milanés tiene en los huesos; un
modo de homenaje en vida. La lucha fue ardua e incluyó varias
operaciones: hoy Milanés no solo está vivo sino que se mantiene
tan en forma como su voz. Como se constata en este otro disco doble.
La producción de Pablo querido es monumental: se trata de 20
canciones grabadas a dúo con otros tantos artistas. Con palabras
introductorias de Gabriel García Márquez ("este disco es una
casa sin puertas ni ventanas que Pablito lleva consigo a cualquier lugar en que
se encuentre, sólo para que sus amigos del mundo entero se reúnan
a cantar..."), Milanés canta con un variopinto elenco que incluye,
entre otros, a, Milton Nascimento (La soledad), Fito Páez (Sábado
corto), Ricardo Arjona (La novia que nunca tuve), Illapu (Yolanda), Armando
Manzanero (Para vivir), Caetano Veloso (Comienzo y final de una verde mañana),
Alberto Cortez (Juegos de muerte) y Charly García (Los años
mozos).
La presencia de Charly es quizá la mayor curiosidad. Con su vozarrón
descarnado canta ese antiquísimo tema de Milanés, que en los
tiempos fundacionales de la Nueva Trova formaba parte del repertorio de Nicola
Noel. García y Milanés no era amigos, pero en una cena en Buenos
Aires el cubano le pidió a Fito Páez que lo invitara. Ahí
se inició una relación: "Me sorprendió gratamente.
Después yo lo invité a Cuba para que participara del disco. Vino,
cantó, tocó el piano toda la noche como loco y dejó a La
Habana patas para arriba. Y eso que estuvo nada más que 24 horas...",
contó el trovador.
El álbum pasea por distintas épocas y estilos de su prolífica
obra. Sin embargo, con tino, está apoyado mayormente en canciones de la última
década, evitando así clásicos fatigados como Años y
Yo no te pido. Milanés exhibe su voz prodigiosa, esa entonación
que lo muestra decididamente afín a los ritmos caribeños como el
son, el bolero y el filin, ritmos que él se encargó de reivindicar
a lo largo de toda su carrera pero que, en los años 70 y 80, fueron
acorralados por la canción testimonial.
Hoy, que su salud estable le permite aventuras elefantiásicas como
Pablo querido, el cubano puede jactarse de la cantidad de amigos que tiene por
ahí y despacharse con este álbum que, bajo el aparente formato del
autohomenaje, tiene la esencia de las buenas antologías. El eje de la
poderosa obra del cubano hace que se pueda sostener tanta variedad (Maná
y Alberto Cortez, García Márquez y Ricardo Arjona...). Pero es así,
y no incide en el resultado final: sólo en las buenas fiestas los amigos
se mezclan en armonía.
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