CUBANET .INDEPENDIENTE

14 de diciembre, 2001


José Manuel y la cárcel de San Severino (III y Final)

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - La prisión de San Severino tuvo sus evadidos a pesar de su alta seguridad. Tampoco le fueron ajenas las torturas físicas a que las autoridades carcelarias sometieron a los reclusos. José Manuel Ríos Ramos las sufrió en carne propia, y durante muchos años padeció limitaciones físicas a consecuencia de ellas. Pero la mayor sorpresa la recibió cuando le informaron que había cumplido la condena.

Respecto a las fugas, José Manuel recuerda: "Un señor apodado El Tigre se fugó del castillo en diciembre de 1963. El era natural de Boca de Camarioca, en aquella provincia. Supimos que trepó por el interior de la chimenea de la cocina, salió al patio y con el apoyo de alguien burló las postas y pudo escapar. Poco después lo capturaron, según dijeron las autoridades del penal. Otro incidente lo protagonizó el pastor bautista Venancio Pérez Clara, quien trabajaba como carpintero fuera de la prisión. Se fugó y estuvo varios días escondido. Era su segunda fuga. Lo entregó a la policía la misma persona que le dio abrigo. Fue juzgado por reincidir en evadirse, fue condenado a muerte por el Tribunal Provincial y fusilado en 1965".

José Manuel refiere el intento de rescate realizado por un comando del Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR) para liberar al ingeniero Jorge Fundora, coordinador provincial de esa agrupación política opuesta al gobierno de Fidel Castro.

"Fundora nunca estuvo alzado, pero era responsable de conseguir y llevarle a la guerrilla anticastrista en la provincia armas, municiones, ropas, medicinas y dinero. El comando lo integraron diez personas. Su responsable, un amigo personal de Fundora, Justo "El Pinareño". El asalto se produjo cuando lo trasladaron del castillo a la clínica estomatológica. El MRR no tenía la menor duda de que Fundora sería condenado a muerte si era juzgado. El ingeniero simuló, durante varios días, padecer de dolores de muela. La dirección del penal decidió trasladarlo al consultorio dental fuertemente custodiado. Era junio de 1962. La acción se produjo en la calle Milanés de ciudad Matanzas. Los autos del comando le cerraron el paso a los patrulleros. Hubo intercambio de disparos y Fundora fue rescatado, lo montaron en uno de los autos de los comandos y escaparon a toda velocidad. Pero salieron en dirección contraria al tránsito. Grave error que hizo fracasar la operación de rescate porque los interceptaron varios patrulleros. Se generalizó el tiroteo. Fundora y tres miembros del comando fueron capturados. Un militar murió. Meses más tarde, Fundora fue fusilado. Los otros tres resultaron condenados a treinta años de encarcelamiento".

José Manuel no estuvo exento de crisis emocionales durante su encierro, ocasiones aprovechadas por la dirección de la cárcel para ablandarlo.

"A principios de 1965 -revela el entrevistado- perdí el apetito, sufría fuertes dolores de cabeza y me sentía alterado de los nervios. El doctor Miyares, que no era psicólogo ni psiquiatra ni estaba capacitado para evaluar mi descontrol, decidió someterme a varias sesiones de choques eléctricos (electroshocks). De este modo, en contra de mi voluntad, amarrado y bajo vigilancia militar, me sometieron a trece de estas sesiones. Recuperaba la razón horas después de las descargas eléctricas, ya en la prisión. Esta tortura se utilizó con los presos políticos rebeldes para destruir su resistencia física y moral".

José Manuel sentenció: "Al castrismo le debo que dañó mi memoria, la que perdí durante años, pero por suerte ya recuperé esa facultad mental".

Pasó el tiempo, y en ocasiones José Manuel se sentía ahogado por la repetición de la rutina. El 27 de marzo de 1973 recibió la noticia: era un hombre libre. Le sorprendió la indiferencia con que la tomó. Tenía treinta años de edad. Miró al espejo su cara envejecida, su pelo gris, su cuerpo con sesenta libras menos. Recordó las enfermedades adquiridas en prisión. Hurgó en su memoria buscando una respuesta, pero ésta no llegaba. Y pensó: ¿Soy yo en realidad?


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