Economía
cubana: observadores en guardia
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - No cabe la menor duda de que los
observadores de la economía cubana ya se pusieron en guardia, una vez
hecho el anuncio de que la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba
(parlamento) se reunirá el próximo 20, entre otros con el propósito
de evaluar el desenvolvimiento económico del país durante el 2001,
a partir de los tradicionales informes de los ministros de Economía y
Planificación, y de Finanzas y Precios.
Varios de esos informes, a lo largo del período 1994-2000, han
expresado un optimismo general que muchos analistas no comparten, no obstante
reconocer dificultades derivadas de la política de Estados Unidos hacia
Cuba, u otros factores. Por ello, uno de los aspectos interesantes esperados
para la próxima sesión del parlamento es cómo los titulares
de esos dos ministerios evaluarán la situación económica
isleña.
Tienen a su favor, en el mundo de las justificaciones hacia la opinión
pública al interior de la isla, el evidente agravamiento de la crisis
económica mundial, el impacto provocado en ésta por los
acontecimientos del 11 de septiembre y las secuelas del huracán Michelle.
Tienen en su contra el hecho reconocido de la recesión habida en la
economía cubana, si se comparan primer semestre de 2000 con el del año
ya por concluir, así como los magros resultados de la cosecha azucarera,
punto que por recurrente ya invita al análisis específico por
parte del parlamento. La industria del azúcar ha devenido en saco sin
fondo, por el que escapan cientos de millones de pesos sin el beneficio de una
respuesta productiva. Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado. Un voto de
confianza hacia el general de división Ulises Rosales del Toro, ministro
del ramo, parece llegar a su final si se afila la punta del lápiz y se
evalúan los verdaderos logros.
La sesión del parlamento, sus informes de ritual y sus rituales
propios, invitan a la pregunta de si los señores diputados tendrán
el civismo de comenzar a interrogar sobre los males estructurales visibles en la
economía cubana, principalmente nacidos del agotamiento no sólo
del modelo estatista isleño, sino incluso de las medidas de reforma que
le beneficiaron entre 1994 y 1995, gracias a las cuales se obtuvo un avance
innegable, pero también por medio de las que salió bien a la luz
el conjunto de contradicciones del modelo.
Ocho años del proceso que media entre 1994 y el 2001 es tiempo
suficiente para que el parlamento considere evaluar a fondo el movimiento económico
cubano. Si se supone a los diputados representantes del pueblo, están en
ese ineludible deber. Sobre todo cuando una aproximación a los datos
hechos públicos acerca del estado de la economía de Cuba muestra
tendencias de mediano plazo nada halagüeñas, indicativa de una
crisis de fondo más determinada por lo endógeno que por lo exógeno.
Punto principal es el de si los recursos invertidos dan los resultados
esperados. Insisto: el carácter parcial de las cifras hechas públicas
dificulta extraordinariamente el análisis y, en más de una ocasión,
obliga a tomar vereda por camino.
No obstante, se hace posible relacionar algunos datos que ante todo
denuncian el agotamiento del modelo económico vigente, de la actual política
económica, urgida de una apertura que ya muchos no se explican por qué
no se produce, tanto al interior como al exterior de la isla. Es más, lo
distintivo de los últimos años es la tendencia al cierre, sobre
todo de los intentos de la sociedad civil por emerger como fuerza económica
de consideración, más allá de su formidable empuje.
Si se identifican momentos, cabe señalar uno de apertura entre 1994 y
1995, y una tendencia a la restricción a partir de esos años, con
mayor o menor fuerza. Los resultados de mediano plazo de ambos movimientos son
identificables en las cifras oficiales, si se establece una relación
entre cuánto se logra de producto interno bruto (PIB) por cada peso
invertido en la formación bruta de capital (FBC). No es lo idóneo,
pero, como se dice en buen castellano de Cuba: "A falta de pan, casabe".
Para ese primer momento, signado por la apertura, las estadísticas
informan que si en 1994 se lograron 10,62 pesos de PIB por cada uno invertido en
la formación de capital, para 1995 se alcanzó una relación
de 13,82, por cada peso dedicado a FBC. Los fríos números
demuestran, así, cuánto beneficio obtuvo Cuba de medidas
necesariamente subsiguientes a la despenalización de la tenencia de
divisas, como fueron la apertura de los mercados agropecuarios y la ampliación
del autoempleo.
CUADRO 1: PIB y FBC 1994-2000, a
precios de 1981 (MMP)
INDICADOR
|
1994
|
1995
|
1996
|
1997
|
1998
|
1999
|
2000
|
PIB
|
12868,3
|
13184,5
|
14218,0
|
14572,4
|
14754,1
|
15764,4
|
16556,4
|
FBC
|
1211,7
|
954,0
|
1171,5
|
1382,2
|
1614,1
|
1696,9
|
1853,5
|
PIB/FBC(pesos)
|
10,62
|
13,82
|
12,13
|
10,54
|
9,14
|
9,23
|
8,93
|
FUENTES: Anuario Estadístico de Cuba 2000, y cálculos de
autor.
Pero el segundo momento, significado por la restricción, coincide con
la caída de la relación entre PIB y FBC que se manifiesta entre
1996 y el 2000, al punto de llegar al cierre de ese año a la cifra de sólo
8,93 pesos de PIB por cada uno invertido en FBC. ¡Casi 16 por ciento menos
que lo logrado en 1994!
No se dispone de cifras para un análisis de profundidad pero, si la
crisis observable en esa caída se presenta como tan evidente, ¿son
necesarias?
Un ejemplo desastroso se localiza en la agroindustria azucarera, sobre la
cual apunto más con dolor de cubano que con mente opositora: es un escándalo.
Entre 1995 y el 2000, la industria del azúcar se benefició de
inversiones por valor de 980 millones 600 mil pesos corrientes (fuente citada en
Cuadro 1) y a estas alturas no ha sido capaz de estabilizar producciones por
encima de los cuatro millones de toneladas de ese producto, ya de por sí
un bochorno nacional, más cuando las inversiones en materia de salud y
asistencia social totalizaron en igual período sólo 226 millones
100 mil pesos corrientes (fuente ibídem), para sólo citar una de
las numerosas aristas del problema.
¿Se atreverán los diputados al parlamento a abordar estos graves
indicios, recibirán con beneplácito los acostumbrados informes de
los ministros de Economía y Planificación, y de Finanzas y
precios? Es una incógnita. Por lo pronto, observadores en guardia.
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