Cuba es La
Habana, lo demás es paisaje
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Cuentan las malas lenguas que, a
principios de los 70, una cantante búlgara de visita en la isla afirmó
ante las cámaras de la televisión que "Cuba es La Habana y lo
demás es paisaje". Con tales palabras aludió a los visibles
desequilibrios existentes entre el desarrollo económico y social de la
capital, y el resto del país, observados por ella a lo largo de su
periplo cubano.
Un partidario del gobierno de Fidel Castro le habría dicho que ése
era el resultado de medio siglo de república bajo tutela directa o
indirecta de Estados Unidos, así como la consecuencia de los gobiernos
capitalistas sufridos por Cuba durante ese tiempo. También habría
afirmado que existe la voluntad política, en dirección de eliminar
los desequilibrios existentes entre La Habana y el resto del país. Por ahí
andan discursos de Fidel Castro donde esa voluntad adquiere connotaciones de
compromiso.
Aquellos tiempos fueron aquellos tiempos; en verdad, puede decirse que por
lo menos hasta 1994, las cifras oficiales mostraron el ejercicio de esa
voluntad, aunque algunos dicen que la misma trajo como consecuencia el descuido
y abandono de la capital de Cuba.
Por lo pronto, las estadísticas correspondientes hasta ese año
muestran cierto equilibrio en las políticas de inversión aplicadas
por el gobierno de Fidel Castro en lo referente a la distribución
territorial justa. Hasta el mismo 94, La Habana fue tradicional receptora de
hasta el 29 por ciento de los recursos de inversión para alrededor del 20
por ciento de la población y una mitad de la producción industrial
de Cuba.
Sin embargo, tras los peores años del llamado período
especial, un septenio de la no menos mencionada recuperación económica
isleña está mostrando una situación muy distinta.
Si de acuerdo con las cifras gubernamentales el producto interno bruto (PIB)
se incrementó entre 1995 y el 2000 a un ritmo anual de 4,6 por ciento , y
la formación bruta de capital fijo creció a un 12 por ciento por año
-calculado a precios constantes de 1981- cabía esperar que se produjera
una recuperación de los patrones tradicionales de distribución
territorial de recursos de inversión, pero no ha sido así.
Como nunca durante el gobierno de Fidel Castro, la distribución de
las inversiones entre las provincias de Cuba manifiesta una marcada preferencia
por Ciudad de La Habana. Si en 1994 se destinó a ésta el 28,9 por
ciento de las mismas, ya en el 2000 la capital recibió el 58,2 del total.
Particularmente agudo es el caso de las provincias orientales, las cuales
comprenden a Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo.
Entre todas suman el 35 por ciento de la población isleña, al
cierre de 2000. Pues bien, si en 1994 acumulaban el 27,5 por ciento de los
recursos de inversión, a fines de 2000 sólo recibían el
16,3 por ciento.
Tales datos ocultan que en realidad la situación es peor. Si de esos
por cientos se descuentan los recursos recibidos por la provincia de Holguín,
los otros cuatro territorios, con 26 por ciento de la población de Cuba,
han descendido como receptores de inversión de un 17,4 por ciento en 1994
a 10,4 en el 2000.
Holguín es un caso particular dentro de las provincias orientales.
Beneficiada por industrias niquelíferas de propiedad mixta, está
muy por delante de sus hermanas, al punto de ser el segundo territorio del país
como receptor de inversiones, si bien éstas descendieron de 239,6
millones de pesos corrientes en 1997 a sólo 166,2 millones en el 2000.
Pudiera hablarse, así, de una suerte de desequilibrio dentro del
desequilibrio, que de hecho conduce a plantear las implicaciones sociológicas
presentes a consecuencia de los mismos, dada la existencia de una emigración
de orientales hacia el occidente, de manera particular hacia la capital, cuya raíz
profunda se encuentra en el análisis de los datos aquí expuestos.
Conocido es el caso, no ajeno además a las restantes provincias de Cuba,
que también sufren de marginaciones inversoras. Sabido es cómo el
gobierno de Fidel Castro ha tratado de solucionarlo: en vez de abrir las puertas
a la inversión privada, nacional y extranjera, optó por dictar el
flagrantemente inconstitucional Decreto 217, por el cual se regula la emigración
interior hacia la capital isleña.
Paradojas, paradojas cubanas: en vez de emplearse a la ley como camino de
soluciones, se hace uso de la "ley" para agravar el problema en un
mediano plazo.
"Cuba es La Habana, lo demás es paisaje", aparece así
como irónica frase que se constituye en denuncia. Porque sin una profunda
reforma de la política de inversiones en la isla, el paisaje amenaza
devenir desierto.
FUENTES: Cálculos del autor, basados en las cifras publicadas en
el Anuario Estadístico de Cuba 2000.
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