CUBANET .INDEPENDIENTE

12 de diciembre, 2001


Cuba es La Habana, lo demás es paisaje

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Cuentan las malas lenguas que, a principios de los 70, una cantante búlgara de visita en la isla afirmó ante las cámaras de la televisión que "Cuba es La Habana y lo demás es paisaje". Con tales palabras aludió a los visibles desequilibrios existentes entre el desarrollo económico y social de la capital, y el resto del país, observados por ella a lo largo de su periplo cubano.

Un partidario del gobierno de Fidel Castro le habría dicho que ése era el resultado de medio siglo de república bajo tutela directa o indirecta de Estados Unidos, así como la consecuencia de los gobiernos capitalistas sufridos por Cuba durante ese tiempo. También habría afirmado que existe la voluntad política, en dirección de eliminar los desequilibrios existentes entre La Habana y el resto del país. Por ahí andan discursos de Fidel Castro donde esa voluntad adquiere connotaciones de compromiso.

Aquellos tiempos fueron aquellos tiempos; en verdad, puede decirse que por lo menos hasta 1994, las cifras oficiales mostraron el ejercicio de esa voluntad, aunque algunos dicen que la misma trajo como consecuencia el descuido y abandono de la capital de Cuba.

Por lo pronto, las estadísticas correspondientes hasta ese año muestran cierto equilibrio en las políticas de inversión aplicadas por el gobierno de Fidel Castro en lo referente a la distribución territorial justa. Hasta el mismo 94, La Habana fue tradicional receptora de hasta el 29 por ciento de los recursos de inversión para alrededor del 20 por ciento de la población y una mitad de la producción industrial de Cuba.

Sin embargo, tras los peores años del llamado período especial, un septenio de la no menos mencionada recuperación económica isleña está mostrando una situación muy distinta.

Si de acuerdo con las cifras gubernamentales el producto interno bruto (PIB) se incrementó entre 1995 y el 2000 a un ritmo anual de 4,6 por ciento , y la formación bruta de capital fijo creció a un 12 por ciento por año -calculado a precios constantes de 1981- cabía esperar que se produjera una recuperación de los patrones tradicionales de distribución territorial de recursos de inversión, pero no ha sido así.

Como nunca durante el gobierno de Fidel Castro, la distribución de las inversiones entre las provincias de Cuba manifiesta una marcada preferencia por Ciudad de La Habana. Si en 1994 se destinó a ésta el 28,9 por ciento de las mismas, ya en el 2000 la capital recibió el 58,2 del total.

Particularmente agudo es el caso de las provincias orientales, las cuales comprenden a Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo. Entre todas suman el 35 por ciento de la población isleña, al cierre de 2000. Pues bien, si en 1994 acumulaban el 27,5 por ciento de los recursos de inversión, a fines de 2000 sólo recibían el 16,3 por ciento.

Tales datos ocultan que en realidad la situación es peor. Si de esos por cientos se descuentan los recursos recibidos por la provincia de Holguín, los otros cuatro territorios, con 26 por ciento de la población de Cuba, han descendido como receptores de inversión de un 17,4 por ciento en 1994 a 10,4 en el 2000.

Holguín es un caso particular dentro de las provincias orientales. Beneficiada por industrias niquelíferas de propiedad mixta, está muy por delante de sus hermanas, al punto de ser el segundo territorio del país como receptor de inversiones, si bien éstas descendieron de 239,6 millones de pesos corrientes en 1997 a sólo 166,2 millones en el 2000.

Pudiera hablarse, así, de una suerte de desequilibrio dentro del desequilibrio, que de hecho conduce a plantear las implicaciones sociológicas presentes a consecuencia de los mismos, dada la existencia de una emigración de orientales hacia el occidente, de manera particular hacia la capital, cuya raíz profunda se encuentra en el análisis de los datos aquí expuestos. Conocido es el caso, no ajeno además a las restantes provincias de Cuba, que también sufren de marginaciones inversoras. Sabido es cómo el gobierno de Fidel Castro ha tratado de solucionarlo: en vez de abrir las puertas a la inversión privada, nacional y extranjera, optó por dictar el flagrantemente inconstitucional Decreto 217, por el cual se regula la emigración interior hacia la capital isleña.

Paradojas, paradojas cubanas: en vez de emplearse a la ley como camino de soluciones, se hace uso de la "ley" para agravar el problema en un mediano plazo.

"Cuba es La Habana, lo demás es paisaje", aparece así como irónica frase que se constituye en denuncia. Porque sin una profunda reforma de la política de inversiones en la isla, el paisaje amenaza devenir desierto.

FUENTES: Cálculos del autor, basados en las cifras publicadas en el Anuario Estadístico de Cuba 2000.


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