CUBANET .INDEPENDIENTE

7 de diciembre, 2001


¡Que viva Shangó, señores!

Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - La noche del tres de diciembre los barrios de las ciudades y pueblos de Cuba se llenan de sonidos de tambores y cantos africanos. Al caminar por las calles estrechas del barrio Los Sitios, en Centro Habana, se sentía en el ambiente el olor fuerte de humo de tabaco mezclado con el aroma etílico del aguardiente de caña. La celebración del Día de Santa Bárbara cada cuatro de diciembre, a consecuencia del sincretismo religioso, es también la fiesta de Shangó, que según la Regla de Osha o Santería es el Dios de la guerra, del trueno, y su color representativo es el rojo.

Aunque la devoción a Shangó identificado por Santa Bárbara proviene de los negros esclavos, resulta curioso cómo actualmente en esta deidad creen tanto los negros como los blancos.

El canto más popular dedicado a Santa Bárbara-Shangó es interpretada por la conocida cantante, de la raza blanca, Celina González, que con la ya clásica pieza "¡Que viva Shangó! se ha hecho notoria no sólo en el país, sino más allá de nuestras fronteras. Conviene recordar que este número musical no pudo ser cantado en público por años debido a que esta cantante fue censurada por las autoridades político-culturales del gobierno.

Portavoces gubernamentales pregonan que en Cuba existe libertad de creencia, religiosa. Y es cierto que cada día son menos los que se ocultan para practicar sus credos; sin embargo, quienes asisten a los templos los días cuatro de diciembre confirman la presencia de numerosos agentes de la Seguridad del Estado, o policía política, mezclados entre la muchedumbre de ciudadanos que asiste a los oficios religiosos.

Precisamente, el cuatro de diciembre de 2000, la opositora Julia Cecilia Delgado fue interceptada por la policía política cuando se dirigía a la Iglesia de Santa Bárbara, ubicada en el barrio de Párraga, en el municipio habanero Arroyo Naranjo. Los gendarmes conminaron a Julia a que no asistiera a la iglesia ese día, ella mantuvo su decisión de concurrir al templo, por lo que los agentes la arrestaron, la acusaron de desacato y tuvo que cumplir un año de encarcelamiento en la cárcel de mujeres de occidente, llamada Manto Negro.

El ejemplo de esta cubana demuestra irrefutablemente que la libertad religiosa no es una realidad en Cuba. De igual modo que los esclavos durante la época colonial, el pueblo mantiene su fe en medio de prohibiciones, desesperanzas y castigos, en esta isla, donde no hay libertades para negros ni para blancos.


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