¡Que
viva Shangó, señores!
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - La noche del tres de diciembre los
barrios de las ciudades y pueblos de Cuba se llenan de sonidos de tambores y
cantos africanos. Al caminar por las calles estrechas del barrio Los Sitios, en
Centro Habana, se sentía en el ambiente el olor fuerte de humo de tabaco
mezclado con el aroma etílico del aguardiente de caña. La
celebración del Día de Santa Bárbara cada cuatro de
diciembre, a consecuencia del sincretismo religioso, es también la fiesta
de Shangó, que según la Regla de Osha o Santería es el Dios
de la guerra, del trueno, y su color representativo es el rojo.
Aunque la devoción a Shangó identificado por Santa Bárbara
proviene de los negros esclavos, resulta curioso cómo actualmente en esta
deidad creen tanto los negros como los blancos.
El canto más popular dedicado a Santa Bárbara-Shangó es
interpretada por la conocida cantante, de la raza blanca, Celina González,
que con la ya clásica pieza "¡Que viva Shangó! se ha
hecho notoria no sólo en el país, sino más allá de
nuestras fronteras. Conviene recordar que este número musical no pudo ser
cantado en público por años debido a que esta cantante fue
censurada por las autoridades político-culturales del gobierno.
Portavoces gubernamentales pregonan que en Cuba existe libertad de creencia,
religiosa. Y es cierto que cada día son menos los que se ocultan para
practicar sus credos; sin embargo, quienes asisten a los templos los días
cuatro de diciembre confirman la presencia de numerosos agentes de la Seguridad
del Estado, o policía política, mezclados entre la muchedumbre de
ciudadanos que asiste a los oficios religiosos.
Precisamente, el cuatro de diciembre de 2000, la opositora Julia Cecilia
Delgado fue interceptada por la policía política cuando se dirigía
a la Iglesia de Santa Bárbara, ubicada en el barrio de Párraga, en
el municipio habanero Arroyo Naranjo. Los gendarmes conminaron a Julia a que no
asistiera a la iglesia ese día, ella mantuvo su decisión de
concurrir al templo, por lo que los agentes la arrestaron, la acusaron de
desacato y tuvo que cumplir un año de encarcelamiento en la cárcel
de mujeres de occidente, llamada Manto Negro.
El ejemplo de esta cubana demuestra irrefutablemente que la libertad
religiosa no es una realidad en Cuba. De igual modo que los esclavos durante la
época colonial, el pueblo mantiene su fe en medio de prohibiciones,
desesperanzas y castigos, en esta isla, donde no hay libertades para negros ni
para blancos.
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