Otra vez el
discurso gastado
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Ya es historia la XI Cumbre
Iberoamericana efectuada los días 23 y 24 de noviembre en Lima, Perú,
bajo el lema "Unidos para construir el mañana". No obstante,
existen aspectos de ese encuentro que no deben pasarse por alto.
Entre ellos, se encuentra la intervención del jefe de la delegación
cubana, el vicepresidente del Consejo de Estado Carlos Lage, en la primera sesión
de intercambio entre los jefes de Estado y de gobierno. La misma se caracterizó
por el tono hipercrítico sobre lo alcanzado en materia económica y
social por América Latina en el lapso transcurrido desde la primera
cumbre realizada en Guadalajara, México, en julio de 1991.
De acuerdo con los datos brindados por Lage, el crecimiento económico
de América Latina en la década fue del 3,3 por ciento. Este
promedio, aunque insuficiente para lograr el progreso requerido en el área,
significó un aumento acumulado del 38,4 por ciento en el período;
mientras que en Cuba hubo una caída de casi un 3,0 por ciento en esos años,
si se toma como base de cálculo datos publicados por el propio gobierno.
Efectivamente, en el subcontinente se mantienen niveles inaceptables de
pobreza y desigualdades sociales como señaló el señor Lage,
pero de ningún modo la realidad cubana sirve como ejemplo a imitar, sino
todo lo contrario. Poco puede utilizarse como modelo este país, donde a
los trabajadores se les paga salarios de miseria que no sobrepasan el promedio
mensual equivalente a diez dólares, o donde a los niños se les
suprime la venta de su cuota de leche al cumplir los siete años de edad,
por citar dos hechos reveladores de la precariedad prevaleciente.
La referencia a la deuda externa de Latinoamérica también es
paradójica, pues Cuba tiene una situación aún peor, con préstamos
sin amortizar de más de 11,0 mil millones de dólares, más
las obligaciones con la extinta Unión Soviética y los otros países
que fueron miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) en un
monto superior a los 20,0 mil millones de dólares, sin capacidad de pago
para encarar esos compromisos.
En cuanto a la apreciación sobre el curso inexorable de la región
hacia la moneda norteamericana y, por tanto, al control de la reserva federal de
los Estados Unidos que entonces dictará supuestamente la política
financiera de todos los países de la región, habría que
preguntar qué pasa en Cuba, donde en la práctica existe un proceso
galopante de dolarización que, a su vez, es fuente de enormes
desigualdades y de una estratificación social que no está dada por
el aporte laboral de los ciudadanos.
Por otra parte, el vicepresidente cubano señaló que si se
concretara el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) los vínculos
con Europa deberán olvidarse, en evidente referencia a que el continente
sería copado en su totalidad por la presencia norteamericana.
La experiencia del Tratado de Libre Comercio (TLC) en México ha
demostrado lo contrario. Allí ha aumentado el interés de los
inversionistas europeos y de otras áreas porque, al crecer el mercado,
los productos elaborados en la nación azteca tienen una cantidad superior
de consumidores.
Lo mismo sucederá con el ALCA, con un mercado de 800 millones de
personas sin restricciones comerciales que impidan la libre circulación
de las mercancías, lo que seguramente será un gran atractivo para
los inversores foráneos de todas las latitudes. Por supuesto, una situación
bien distinta tendrá Cuba, aislada de la región y con sólo
11 millones de personas sin ningún poder de compra.
Como puede apreciarse, un alto funcionario cubano ha repetido otra vez el
discurso de siempre, gastado, sin alternativas, divorciado de la realidad.
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