CUBANET... INTERNACIONAL

Diciembre 5, 2001



¿Nueva política cubana?

Oswaldo Barreto. Tal Cual Digital. Caracas, martes 4 de diciembre de 2001.

Los signos que indican que hay algo nuevo en la política cubana se han multiplicado en las dos últimas semanas. En realidad, si nos atenemos a la concepción de la política como el diálogo que continuamente se realiza entre los miembros de una sociedad para llegar a acuerdos sobre las relaciones que han de establecer entre ellos, podríamos decir simple y llanamente que hay signos que presagian el retorno de la política a Cuba. Sabemos -sabe particularmente el pueblo cubano- que, desde hace ya cuatro décadas, aquella general actividad común desapareció de la isla para dar paso a la omnímoda imposición de la voluntad de quien es simultáneamente presidente de la República, jefe del único partido existente, comandante en jefe de la fuerza armada y, sobre todo, ideólogo y guía exclusivo del rumbo que ha de tomar la sociedad. Son las cuatro décadas que van de aquel año 59 en que a Fidel Castro, según su propia confesión, no le interesaba el poder, y no "pretendía estar por encima ni más allá del presidente de la República", que para la sazón era Manuel Urrutia, a pocos meses atrás cuando reiteraba que su poder llegaba hasta decidir quién habría de ser su sucesor en todos esos cargos. Curiosamente -cosa que algunos tomarán como paradoja y otros como elemental necesidad histórica-, la política vuelve a Cuba por las puertas por donde se fue y la trae de regreso quien se encargó de echarla. Sí, las lecturas más serias de la revolución cubana -la del inglés Hugh Thomas, por ejemplo, a quien seguimos en este pequeño artículo- ponen de relieve el fundamento que dio a Fidel Castro la manifiesta y diversificada intervención estadounidense en los asuntos cubanos para legitimar la dictadura personal que habría de ejercer como sistema de gobierno en lugar de la democracia que originalmente pregonara. Y hoy, cuando el congelamiento de aquella situación (intervención y dictadura) ha durado ya cuatro décadas, parece que viene el deshielo. A la primera señal de cambio emitida por un gobierno americano, desde la ruptura con aquel nefasto dúo Eisenhower-Dulles, Fidel Castro ha respondido con claras señales de aceptar el diálogo. La negativa de Castro a participar en la última cumbre iberoamericana -que dentro de su tradicional política hubiera sido vista como un escenario propicio para anatematizar de nuevo al imperialismo y sus desmanes- ha sido vista por más de un observador como una de esas señales de buena voluntad. Pero hay otros signos: mientras funcionarios norteamericanos y cubanos se reunían por primera vez en cuarenta años en La Habana para dialogar sobre las conflictivas migraciones, los medios de comunicación internacionales fueron invitados a visitar, también por primera vez, los diversos cuarteles e instalaciones militares del régimen. ¿Se abren las compuertas del diálogo y la transparencia?

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