A paso de
bastón: El Cocodrilo
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - La imagen que preside el escenario
de uno de los night clubs de La Habana es por sí misma un símbolo.
Desde un óleo de unos dos metros de ancho, un cocodrilo de inmensa boca
amenaza con tragar a todos los presentes. Pero uno de entre sus dientes avisa
que todo será en broma, aunque broma en serio. Los colmillos son blancos,
excepto ése, cuyo color amarillo y la inscripción 18 kilates hacen
saber que se está ante un cocodrilo a la moda de los atributos pudientes
en la capital de Cuba.
Humor Club El Cocodrilo es hoy uno de los centros nocturnos habaneros de
mayor popularidad, a la vez que uno de los sitios donde la mirada del observador
atento puede encontrar los signos avisorios de una sociedad cada vez más
enfrentada a las contradicciones nacidas de nuevas estratificaciones sociales.
El "unos tienen, otros no" se manifiesta allí en la
consuetudinaria presencia de alrededor de cien clientes cada noche, de los que
un descansado 90 por ciento son cubanos, y cubanos jóvenes dispuestos a
pagar tres dólares cada uno sólo por la entrada, más el
consumo inevitable de una noche de cabaret.
Cien cubanos cada noche, tranquilamente capaces de gastar lo que un médico
de familia devengaría en el mes, avisan sin saber de los procesos
sociales profundos que en la isla se están gestando, y a los que parece
que no se les presta mucha atención, mucho menos si se va a un cabaret
especializado en el cáustico humor de Cuba. De paso, otros centros
nocturnos de La Habana son aún más caros que El Cocodrilo, pero
rebosan por igual de nacionales.
Sin embargo, El Cocodrilo tiene su particular toque de distinción,
por lo que es uno de los preferidos. El show comienza a las once de la noche,
pero será difícil hallar mesa ya a las nueve, pues cuando se
traspasa su puerta quedan atrás las preocupaciones de la cotidianidad
isleña. Se diría que una clientela impaciente desea estar allí
para gozar con los cientos de detalles con que los gestores del cabaret elevan a
la categoría de arte una divisa salvadora. Si Cuba se burla de Cuba, todo
está bien.
Desde el propio menú comienzan los chistes. La carta anuncia un trago
inevitable entre cubanos: el Cuba Libre. Sólo que ese Cuba Libre lleva
una aclaración tan irónica como sugerente: "de analfabetismo".
Con toda cortesía, se informan aquellos platos que el cliente nunca
podrá encontrar a su disposición: langostas, camarones, mariscos.
O sea, los vedados para el pueblo. Un coctel Alexander debe ingerirse sabiendo
que no es el de Pushkin, tanto como un Ron Collins no es el preferido del
cantante Phil Collins. Así, humor político y blanco van de la
mano, mientras la gente escucha muy buena música de variados géneros
y espera por el show.
Mucho ha avanzado el humor en Cuba en su arista contestataria desde que más
o menos a inicio de los 90 el movimiento de los humoristas isleños cobró
fuerza. Ahora, según parece, la simple burla de la realidad criolla
comienza a contar con una masa crítica de verdaderos artistas que en
lugares como El Cocodrilo hacen de las suyas. Atrás quedan causticidades
poco logradas para ser sustituidas por un humor que, por sutil, tiene la
oportunidad de ser aún más contestatario. La ironía del
Cuba Libre... de anafalbetismo, está dedicada a un público cuyas
capacidades culturales y económicas comienzan a demandar un reflejo de su
realidad en términos de verdadero arte. Tal el dato. Tal el tipo de
humorista que puede presentarse en sitios como El Cocodrilo, donde todo es
objeto de burla. Absolutamente todo.
Chistes sutiles, presentaciones dignas. Un dúo satiriza al noticiero
nacional de televisión, sancta santorum de la propagando política
oficial. Los supuestos locutores informan que la policía se vio obligada
a intervenir en una pelea callejera entre el dólar y el peso cubano,
porque el primero dijo al segundo que "vale 26 veces más que él".
Al cierre, "el peso permanece encarcelado, mientras el dólar circula
libremente".
Ciertos temas recurrentes del humor cubano no abandonan la palestra, como
para recordar a través de la burla que la injusticia permanece. Pero
ahora el estilo hace gala de sutilizas. Adiós a las vulgaridades para
tratar el tema de la inmigración del oriente del país hacia la
capital de Cuba. Sencillamente, la celebración en Santiago de Cuba del Día
del Oriental Ausente hubo de ser suspendida porque La Habana quedó sin
fuerzas de policía.
Humor nuevo, en lugar nuevo, para un público de nacionales que está
buscando algo nuevo, representa a juicio de este periodista una demanda profunda
que emerge desde la sociedad civil. La burla se hace, así, manifiesto y
aviso para la clase política de Cuba, en toda su diversidad globalizada.
Los cubanos de hoy se están riendo a cara descubierta de la enorme
carga de política "municipal y espesa" -diría José
Martí- que día tras día les cae encima desde las dos
orillas del Estrecho de la Florida. Es todo un mensaje. Allá quien quiera
ignorarlo.
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