CUBANET .INDEPENDIENTE

5 de diciembre, 2001


A paso de bastón: El Cocodrilo

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - La imagen que preside el escenario de uno de los night clubs de La Habana es por sí misma un símbolo. Desde un óleo de unos dos metros de ancho, un cocodrilo de inmensa boca amenaza con tragar a todos los presentes. Pero uno de entre sus dientes avisa que todo será en broma, aunque broma en serio. Los colmillos son blancos, excepto ése, cuyo color amarillo y la inscripción 18 kilates hacen saber que se está ante un cocodrilo a la moda de los atributos pudientes en la capital de Cuba.

Humor Club El Cocodrilo es hoy uno de los centros nocturnos habaneros de mayor popularidad, a la vez que uno de los sitios donde la mirada del observador atento puede encontrar los signos avisorios de una sociedad cada vez más enfrentada a las contradicciones nacidas de nuevas estratificaciones sociales. El "unos tienen, otros no" se manifiesta allí en la consuetudinaria presencia de alrededor de cien clientes cada noche, de los que un descansado 90 por ciento son cubanos, y cubanos jóvenes dispuestos a pagar tres dólares cada uno sólo por la entrada, más el consumo inevitable de una noche de cabaret.

Cien cubanos cada noche, tranquilamente capaces de gastar lo que un médico de familia devengaría en el mes, avisan sin saber de los procesos sociales profundos que en la isla se están gestando, y a los que parece que no se les presta mucha atención, mucho menos si se va a un cabaret especializado en el cáustico humor de Cuba. De paso, otros centros nocturnos de La Habana son aún más caros que El Cocodrilo, pero rebosan por igual de nacionales.

Sin embargo, El Cocodrilo tiene su particular toque de distinción, por lo que es uno de los preferidos. El show comienza a las once de la noche, pero será difícil hallar mesa ya a las nueve, pues cuando se traspasa su puerta quedan atrás las preocupaciones de la cotidianidad isleña. Se diría que una clientela impaciente desea estar allí para gozar con los cientos de detalles con que los gestores del cabaret elevan a la categoría de arte una divisa salvadora. Si Cuba se burla de Cuba, todo está bien.

Desde el propio menú comienzan los chistes. La carta anuncia un trago inevitable entre cubanos: el Cuba Libre. Sólo que ese Cuba Libre lleva una aclaración tan irónica como sugerente: "de analfabetismo".

Con toda cortesía, se informan aquellos platos que el cliente nunca podrá encontrar a su disposición: langostas, camarones, mariscos. O sea, los vedados para el pueblo. Un coctel Alexander debe ingerirse sabiendo que no es el de Pushkin, tanto como un Ron Collins no es el preferido del cantante Phil Collins. Así, humor político y blanco van de la mano, mientras la gente escucha muy buena música de variados géneros y espera por el show.

Mucho ha avanzado el humor en Cuba en su arista contestataria desde que más o menos a inicio de los 90 el movimiento de los humoristas isleños cobró fuerza. Ahora, según parece, la simple burla de la realidad criolla comienza a contar con una masa crítica de verdaderos artistas que en lugares como El Cocodrilo hacen de las suyas. Atrás quedan causticidades poco logradas para ser sustituidas por un humor que, por sutil, tiene la oportunidad de ser aún más contestatario. La ironía del Cuba Libre... de anafalbetismo, está dedicada a un público cuyas capacidades culturales y económicas comienzan a demandar un reflejo de su realidad en términos de verdadero arte. Tal el dato. Tal el tipo de humorista que puede presentarse en sitios como El Cocodrilo, donde todo es objeto de burla. Absolutamente todo.

Chistes sutiles, presentaciones dignas. Un dúo satiriza al noticiero nacional de televisión, sancta santorum de la propagando política oficial. Los supuestos locutores informan que la policía se vio obligada a intervenir en una pelea callejera entre el dólar y el peso cubano, porque el primero dijo al segundo que "vale 26 veces más que él". Al cierre, "el peso permanece encarcelado, mientras el dólar circula libremente".

Ciertos temas recurrentes del humor cubano no abandonan la palestra, como para recordar a través de la burla que la injusticia permanece. Pero ahora el estilo hace gala de sutilizas. Adiós a las vulgaridades para tratar el tema de la inmigración del oriente del país hacia la capital de Cuba. Sencillamente, la celebración en Santiago de Cuba del Día del Oriental Ausente hubo de ser suspendida porque La Habana quedó sin fuerzas de policía.

Humor nuevo, en lugar nuevo, para un público de nacionales que está buscando algo nuevo, representa a juicio de este periodista una demanda profunda que emerge desde la sociedad civil. La burla se hace, así, manifiesto y aviso para la clase política de Cuba, en toda su diversidad globalizada.

Los cubanos de hoy se están riendo a cara descubierta de la enorme carga de política "municipal y espesa" -diría José Martí- que día tras día les cae encima desde las dos orillas del Estrecho de la Florida. Es todo un mensaje. Allá quien quiera ignorarlo.


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