La mujer
cubana y la no violencia contra la mujer
Fara Armenteros, UPECI
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Acaba de celebrarse el día
mundial de la no violencia contra la mujer, que este año estuvo dedicado
a la violencia sexual, plaga que según algunos es el crimen, la
discriminación más antiguos de la humanidad.
Sin embargo, para la mujer cubana la violencia va más allá de
lo tangible. En la Perla de las Antillas la violencia está
institucionalizada, y quien más padece por ella es la mujer, aunque esto
no se refleja estadísticamente, pues para los medios oficiales sólo
cuentan las proporciones relacionadas con la incorporación de la mujer a
los diversos aspectos de la actividad económica y social del país.
Gran número de mujeres que han sido recluidas en centros
penitenciarios han cometido delitos que de alguna manera tienen sus causas en
los abusos que les infligen sus parejas, y en los que pesa la superioridad física
del sexo masculino y la insensibilidad de las autoridades a la hora de juzgar y
hacer justicia, antecedente que impulsa a muchas de estas mujeres a tomar la
justicia por sí mismas.
La señora Digna Mas Guerra, empleada de Comunales en Manzanillo,
provincia Granma, fue víctima de abuso lascivo por parte del jefe de
personal de su centro de trabajo. Ella denunció el hecho en la estación
de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) pero resultó acusada
de difamación, y multada a cien pesos. Mas Guerra quedó
desamparada económicamente, con dos hijos menores a su abrigo, porque
además la echaron de su empleo.
Pero la violencia contra la mujer cubana va más allá. En este
instante, una madre llama a la opinión pública cubana y a la
internacional para que la apoyen y se solidaricen con su tragedia. Ella lanza
este llamado frente a la cárcel provincial de Pinar del Río para
que le permitan visitar a su hijo preso allí por causas políticas.
El se llama Andrés Frómeta Cuenca, de 25 años, y su salud
está dañada porque padece de úlcera gástrica.
La mujer se llama Aleida Frómeta González y, siendo de
residente de Guantánamo, en el oriente del país, la Dirección
Nacional de Cárceles y Prisiones del Ministerio del Interior trasladó
al hijo de la señora Frómeta a esa penitenciaría ubicada en
la occidental provincia de Pinar del Río, distante a más de mil
kilómetros de su lugar de origen.
En el mes de octubre la señora Frómeta -también
enferma- tardó una semana en atravesar el país de oriente a
occidente para visitar a su hijo encarcelado pero, cuando al fin llegó al
penal, ni se lo dejaron ver ni aceptaron entregarle al recluso la jaba con
alimentos que ella había cargado desde Guantánamo. Ahora ella
permanece en protesta frente a la prisión hasta que la dejen ver a su
hijo. Su salud pudiera resquebrajarse mucho más.
Cuando la mujer cubana respira profundo y decide tomar el camino de la
defensa de sus derechos y los de su familia recibe a cambio violencia y ensañamiento.
De esta afirmación dan fe las féminas que han sobrevivido y
sobreviven la prisión política, así como las madres esposas
e hijas de los hombres encarcelados por los mismos motivos.
De esto pueden testimoniar Aurea Feria, Maritza Lugo, Julia Cecilia Delgado,
Zoe Fuerte, Rosalina González Laffita y muchísimas más que
han resistido y resisten la violencia del absolutismo castrista.
¿Es o no violencia encerrar en celda oscura a una mujer de casi sesenta
años de edad junto a una karateca de treinta años para que ésta
la golpee?
¿Es violencia o no amenazar a una prisionera política con
desestabilizar la vida de sus hijos para tratar que ella retroceda en su posición
ideológica?
Lo expuesto hasta aquí es sólo una muestra de la violencia
contra la mujer cubana, porque para conocer este fenómeno en toda su
magnitud hay que hacer lo que recomendó un veterano defensor de los
derechos humanos en la isla: "¡Hay que vivirlo... esto hay que
vivirlo!"
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