Escribo sin
permiso (II)
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Cuando abandoné el
periodismo oficial cubano no lo consulté con nadie. Cuando, convocado por
Raúl Rivero, me incorporé al periodismo independiente tampoco usé
la aprobación de nadie. No es en pedir permisos que he gastado mi vida.
He sido siempre culpable y juez de mis actos. Me le presentaré a la
muerte, segura, indeclinable, también sin pedirle permiso ni perdón.
Eran los meses finales del año 1995 y ya muchos me habían
rondado para que yo -un intelectual importante, así decían para
granjearse mis simpatías con ilusas y gastadas lisonjas- me enrolara en
ciertos proyectos que lucharían por la libertad. No lograban convencerme.
Para aceptar un jefe necesito estar seguro de su capacidad, su inteligencia, su
probidad; y no es que dude de la cultura, la lucidez, la justeza de nadie, pero,
como en el amor, tengo mis exigencias.
Al fin, un grupo de profesionales nos reunimos en torno a Cuba Press. Parecía
que habíamos fundado el mundo. Nada más falso. Ni siquiera el
periodismo independiente habíamos fundado. Se nos habían
adelantado Yndamiro Restano, Néstor Baguer, Rafael Solano, sólo
que en Cuba Press, algunos teníamos "un pedigree" más
bruñido.
El tiempo, que como ya he dicho en otra ocasión, es un bicho voraz y
sin partido, pasó, y con él pasaron innumerables cosas. Unos
viajaron al presidio, otros al exilio, muchos al miedo, los más al
peligro de seguir escribiendo todavía en Cuba.
Algunos lo han tomado como una hazaña, otros como un negocio, y otra
vez, los más, como un deber, como la única salida. Algunos han
ganado renombre, otros, sustos; pero en nada se diferencian unos de otros frente
a mis ojos. Son una manada de locos adorables que tienen el coraje de decir,
mejor o peor, lo que acontece en Cuba, y lo que piensan sobre ello.
¿Qué más pueden pedir las organizaciones internacionales
para brindarles su solidaridad y su apoyo?
Con ensalzar a unos y obviar a otros no están más que
colaborando con las fuerzas represivas cubanas y exponiendo, a los ya excluidos
dentro del país, con otra exclusión, por demás,
injustificada.
La lucha por la libertad de prensa en Cuba no es una carrera hacia el
estrellato, como tampoco es una competencia de velocidad sino un maratón
lleno de obstáculos interpuestos por un gobierno obstinado en silenciar
toda voz que desentone en su coro de chicharras amaestradas.
De la profusión de hoy saldrán las grandes voces de mañana.
Cuba está cansada de la voz única. No seamos cómplices del
nacimiento de un nuevo narcisista. Todo narcisista deviene tirano. Y lo menos
que necesita el periodismo es un sátrapa. Todos requieren, sin que ello
conlleve a igualitarismos absurdos, del apoyo de las organizaciones
internacionales de prensa.
Desde el más modesto reportero hasta el más encumbrado
columnista necesita de un amparo que, por lo menos, no permita que padezcan en
el anonimato, ya que realmente, otra cosa no pueden hacer las organizaciones
internacionales.
Es dentro de Cuba, y con estos periodistas independientes que tenemos, que
se alcanzarán o no nuevos espacios para el fortalecimiento de la libertad
de prensa. De la sensatez depende. La honradez para la defensa de todos será
el escudo de todos. A la hora cero la represión no distingue. Cuantos más
seamos, mayor será el escándalo.
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