CUBANET .INDEPENDIENTE

12 de abril, 2001


El extraño caso de los huevos, el maíz y el marabú

Manuel David Orrio, CPI

A Carlos Quintela

LA HABANA, abril – A casi un quinquenio de uno de mis primeros artículos para CubaNet continúa engavetado en los archivos gubernamentales el extraño caso de los huevos, el maíz y el marabú. La prensa oficiosa, concentrada en eventos como el de Cuba acusada en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, se muestra en silencio sobre el misterio de los huevos, invocados por ancianitos de bajos ingresos como si tratárase del mismísimo Dios.

Dice el ministro de Economía de Cuba que el consumo nacional per cápita de proteínas del año 2000 ascendió a 68 gramos diarios, en país donde el hábito de ingerir dos huevos al día tiene por precio el 30% del ingreso medio mensual por trabajador. Como mínimo, 12% de la población ni siquiera se acerca a semejante peso en los bolsillos, después de diez años del llamado período especial. Gardel, por su parte, aún canta que "veinte años no es nada", razón por la cual nadie se enoje al saber que Cuba necesitará de otro decenio para llegar a una producción per cápita de huevos similar a los 267 alcanzados en 1991, de suponerse estables los ritmos medios anuales de crecimiento habidos en esa rama agrícola entre 1995 y 1999. De suponerse estables, insisto, pues el estimado oficial de producción al cierre del 2000 es inferior en 21% a lo logrado en 1999.

Cuadro 1

Producción de huevos total, per cápita y proyección de lo que se lograría en el 2010 a los ritmos de crecimiento 1995-1999

Año

Prod. Total (MM unidades)

Población Media (M)

Huevos per cápita (unidades)

1991

2866,9

10743,7

267

1995

1414,9

10979,5

129

1998

1415,7

11116,5

127

1999

1753,0

11160,2

157

2000

1377,0 (1)

11198,8 (2)

123

2010 (3)

3159,9

11672,2

270

Fuentes: 1991-1999: Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba (ONE)

(1) Estimado oficial en Granma de 21-X-00
(2) Calculado por autor con cifras de la ONE y el Centro de Estudios Demográficos de Cuba (CEDEM).
(3) Proyección calculada por autor a partir de los ritmos medios de crecimiento anual habidos entre 1995 y 1999.

Tal y como diez, cinco, dos y un año atrás, el discurso oficial justifica las carencias de huevos, carnes y leches con la existencia de "inmensos" obstáculos levantados a la importación de piensos tras la desaparición del bloque supuestamente socialista, el arreciamiento de las sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos a Cuba, el deterioro de la relación de intercambio y algunos otros asuntillos, todos los cuales presionan al pie en el zapato, pero no impiden caminar. Entretanto, los perspicaces preguntan por qué Cuba no puede producir sus propios piensos, en nación donde el maíz puede aportar hasta tres cosechas anuales. Tal, la esencia del extraño caso de los huevos, el maíz y el marabú.

Se habla, se rumora, sobre una verdadera alergia gubernamental a la creación de una base nacional de piensos a partir de la producción de maíz, debido a que semejante progreso significaría una pérdida de control del Estado sobre el desarrollo ganadero general –gallinas en particular-, en nación donde la ganadería ha sido la base económica de muchos sentimientos independentistas y democráticos. Basta leer la Historia de Cuba, en sus siglos 19 y 20; en aquél aparece un Ignacio Agramonte, en éste un Fidel Castro, dedicado en los años60 a pronunciar discursos de anatema al maíz, lo cual trajo como consecuencia la virtual desaparición de ese cultivo. No es exagerar: Cuba, en 1986, sólo produjo 36 mil toneladas, mientras importaba 449,130, de acuerdo con las estadísticas oficiales.

"¡Maíz pa’los pollos!", acostumbra a decir Fuenteovejuna de Cuba. Mientras en el primer lustro de los 90 la Isla sufría por hambre, enfermedades nutricionales y carencia de insumos agrícolas, un instinto popular logró lo que nunca parece interesó a las autoridades, al hacer prosperar el cultivo del maíz en proporción no vista desde los tempranos 60, en medio de las más desfavorables circunstancias tecnoeconómicas, para así demostrar la potencialidad de ese producto como base de piensos nacionales. Si en 1991 se lograron unas 55 mil toneladas, en 1996 la producción se elevó a 104,300 y en 1997 llegó a las 186 mil toneladas. Así, aunque se observan inestabilidades hacia los fines del decenio, las autoridades reconocen tendencia al ascenso, digna de destaque por ser casi la única producción agrícola de incrementos sostenidos –y espectaculares- durante los años más duros (1991-1995) del llamado período especial. Fuenteovejuna de Cuba hace milagros, si le interesa. Y milagros muy distintos a los de ciertos ministros, porque ese mérito no cabe al Estado: si en 1986 la agricultura estatal aportó el 44% de una producción de sólo 36 mil toneladas, en 1997 los cooperativistas y campesinos privados lograron el 75% de una cosecha cinco veces mayor, con menos del 30% de las tierras del país; por supuesto, no todas dedicadas al maíz. Por ello, la gran interrogante de los suspicaces: si dicho cereal mostró semejantes potenciales en el momento menos favorable para el agro de Cuba, ¿por qué el gobierno de Fidel Castro sigue aferrado a las importaciones? ¿Habrá que dar razón a quienes identifican al maíz como una producción subversiva?

Cuadro 2

Producción de maíz (Miles de toneladas)

1986

1990

1991

1996

1997

1998

1999

2000

36,0

65,0

55,3

104,3

186,0

163,0

n.d.

n.d

Fuentes: ONE: 1997-98: Dpto. Estadísticas del Ministerio de Agricultura, citado por Santiago Rodríguez Castellón en Enfoques IPS de julio de 1999.

n.d. No disponible

Los suspicaces, no obstante, aconsejan ojo alerta: en 1997 Cuba produjo 186 mil toneladas, pero en 1998 sólo 163 mil. Si las cifras de producción de 1999 y 2000 no se han hecho públicas, al menos al interior de la Isla, y la prensa oficiosa mantiene silencio sobre uno de los avances agrícolas más espectaculares de los 90, ¿no cabe sospechar que algo se trama contra el maíz? Por ahora, sólo hipótesis, pura conjetura. Pero con antecedentes históricos probados en los papeles.

El extraño caso tiene por tercer protagonista a la planta más temida de la campiña cubana, después del venenoso guao: el marabú. De acuerdo con Rodríguez Castellón (op. Citada), al filo de 1998 se encontraba sin cultivar el 43% de la superficie agraria, más o menos lo mismo que en 1995 y en ¡1946! Sólo en las provincias de Camagüey y Las Tunas existen más de 187 mil hectáreas cubiertas de la planta terror de los agricultores isleños, lo cual representa más del 9% de la superficie total de dichos territorios. Raúl Castro avaló en el diario Granma de 13 de marzo lo grave de la situación, al decir que "se me engurruña (el corazón) cuando veo a lo largo de todo el país, al lado de algunas cabeceras municipales y hasta provinciales, al marabú tapando las vaquerías..."

Juan Tomás Roig, cumbre de la botánica isleña, probó en 1916 que el marabú es erradicable con tres medidas de alcance ecológico: fuego, tres pases de grada profunda para destrozar sus raíces y siembra inmediata de caña de azúcar, tabaco... o maíz. Primera y segundo tienen plantaciones donde lo urgente es elevar rendimientos, no área. Por lo tanto, la lógica impone al tercero, aunque aumente la alergia gubernamental o se entristezcan los granjeros estadounidenses que promueven un levantamiento parcial de las sanciones norteamericanas a Cuba. Pensemos en cubano: diez años con el mismo jueguito de los piensos importados sí es motivo para sospechas, más cuando Cuba profunda demostró que, como dice Castro II, sí se puede.

Con sólo sembrar de maíz 500 mil de las hectáreas hoy cubiertas de marabú, incluso aceptando sus bajos rendimientos agrícolas actuales, Cuba lograría piensos suficientes para restaurar las producciones de huevos que mi pronóstico indica sólo se obtendrán hacia el 2010. Por supuesto, se contrargumentará con temas como el de la carencia de fertilizantes, para así caer en el círculo vicioso de las importaciones, el embargo yankee y las demás hierbas. Pues bien, el ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente aseveró que sólo se emplea en el mejoramiento de los suelos el 35% del potencial de desechos utilizable, lo cual apunto para dar una pista de dónde están los recursos. A los pesimistas de buena fe, y a los de mala también, pues a diez años de período especial la clave del extraño caso no se encuentra en los huevos perdidos, el maíz insurrecto o el marabú malvado, sino en algo mucho más simple, cuyo nombre es voluntad política.

Pregunten a las gallinas; ellas, saben.


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