Lo único
en moneda nacional
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, agosto - Ciertamente puede usted despreocuparse de comer cuando
decida asistir a una de las funciones del teatro América en pleno centro
de La Habana. Sobre todo los jueves, que es la noche del humor en el sexagenario
coliseo de Galiano y Concordia. Una instalación teatral parte de un
inmueble art deco que aún reclama la atención de los turistas a la
caza de edificios cuyo estilo arquitectónico sea notable.
La noche del jueves en el América es la noche de Mariconchi, un
personaje creado por un humorista que se traviste en mujer a las puertas de la
tercera edad para gritar a los espectadores que no dejen de asistir al espectáculo
porque es lo único que se puede pagar en moneda nacional en esa acera.
A partir de las nueve de la noche debuta el espectáculo consistente
en cortinas que permiten presentar sketchs, monólogos y números de
un cuerpo de bailes.
Pero en realidad el espectáculo empieza en la acera. Allí una
buena decena de vendedores de golosinas ofertan a los futuros espectadores desde
maní tostado hasta golosinas en reventa. Cucuruchos de maní,
sobres de chips de papa, chocolatines, golosinas con sabor a ajo o cebolla pasan
de una mano a otra por ocho o diez pesos. En el hall de entrada también
vende golosinas una señora con una canasta colgada al cuello. A un lado,
otra empleada propone la compra de tickets para la rifa de paquetes con
productos de aseo personal y del hogar ¡sólo por dos pesos!
En la sala, para apaciguar el calor, ayudar a tragar las golosinas y esperar
el comienzo, venden refrescos fríos a diez pesos. Una atmósfera de
pandemonium azora al recién llegado que no sabe si el espectáculo
comenzó antes de las nueve de la noche.
Los números humorísticos no están concebidos a partir
de gags o acciones cómicas. Por lo general, un comediante -pocos son
profesionales- luego de ser anunciado, emprende su "descarga" desde la
escena sobre los absurdos que todos conocemos o experimentamos en un sistema
como el que impera en Cuba. Como puente o hilo conductor, el show-woman
travestido comenta y puntualiza satíricamente aspectos cotidianos y
hechos que son del dominio del público. Mientras, los espectadores ríen
de las sátiras y bocadillos acerca de lo que ellos mismos padecen.
¿Catarsis provocada por el afán satírico?
La Oda al Pan levanta aplausos atronadores. Gracias al monólogo sobre
el pan, el público comparte -una vez más- las opiniones acerca de
un producto cuya mala calidad se ha convertido en su sello de marca.
Algún que otro chiste verde distrae la sala y provoca la risa según
el tono particular, pero son los chistes acerca de la situación actual
los que constituyen el plato fuerte del espectáculo.
Mucho hay de tradición teatral cubana en esta forma de contemplar la
realidad.
La risa es salud. Sin duda, una vía de escape para malos humores
acumulados. Los espectadores acuden a la Esquina de Mariconchi a participar en
una rara terapia colectiva practicada a partir de un medicamento alternativo
cubano conocido como el choteo. Lo que significa restar importancia al asunto.
Realmente, no encontré el humor por ninguna parte. Reírse unas
horas de las dificultades cotidianas que tendrían solución si
hubiese interés en darle un cambio a la situación cubana de hoy, sólo
implica desarrollar un proceso de distensión antes de irse a dormir. Al
amanecer siguiente, volveremos a chocar con los mismos obstáculos.
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