Eduardo Chibás:
sobre un merecido homenaje
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, agosto - El quincuagésimo aniversario de la muerte del
fundador y líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), Eduardo Chibás,
fue recordado por la prensa oficiosa isleña con el inusual acento que da
el haber sido atrapada en falta, después que un artículo de este
periodista -publicado en CubaNet un mes antes de la fecha conmemorativa, 16 de
agosto- informara que el simple hecho de faltar en la tumba de Chibás la
bandera cubana que siempre la ha acompañado, permitía pensar en la
existencia de una conspiración para el olvido.
No obstante el renacer de la tradicional peregrinación a la tumba de
Chibás, en el día apuntado, ésta transcurrió bajo el
silencio de la prensa del gobierno de Fidel Castro. Diríase que casi se
temió a la posibilidad de la presencia de grupos opositores que han
reivindicado la figura del político isleño, quien murió en
1951 a consecuencia de un intento de suicidio originado al no poder presentar
las pruebas de una acusación de corrupción que hiciera al entonces
ministro de Educación.
Por su parte, el oficioso Granma restituyó a sus páginas el
tradicional artículo recordatorio de la muerte del líder ortodoxo,
misteriosamente no publicado en ocasión del aniversario del año
2000, otro indicio de que sí hubo conspiración para el olvido.
Dicho ejercicio llamó la atención de los analistas por cuanto en
el mismo se profundizó en los perfiles nacionalistas y antimperialistas
del pensamiento de Chibás, para así trascender un estereotipo que
a lo largo de años sólo le presentó como un destacado
luchador contra la corrupción política de su tiempo. Otro tanto
sucedió con la programación televisiva, que dedicó dos
espacios en horarios estelares a la memoria de quien fuera popularmente llamado
El Adalid, cual si el sentido de culpabilidad obligara a los excesos.
Los merecidos homenajes, sin dudas orientados desde las alturas del poder de
Cuba, se destacaron por la ausencia de un enfoque integral sobre el legado político
de Chibás. Ni siquiera un análisis al estilo del marxismo caribeño
suplió esta carencia, prueba del temor que se tiene al abordaje polémico
del ideario chibasista. Nada se dijo sobre sus posiciones en materia de asuntos
globales, en los que fue partidario de la eliminación del derecho de veto
en Naciones Unidas, unida a la consagración del principio de soberanía
estatal limitado por el ejercicio de derechos humanos indivisibles y
universales. Chibás hubiera sido un ardiente promotor de dos instrumentos
jurídicos en los que Cuba no es Estado parte, por interesada decisión
del gobierno de Fidel Castro: los pactos internacionales de Derechos Políticos
y Civiles y de derechos Económicos, Sociales y Culturales. Ojo atento con
el silenciamiento de esta arista de Chibás, nada menos que en tiempos de
globalización.
La prensa oficiosa, igualmente, tendió a presentarle como solidario
con el comunismo, cuando en realidad fue anticomunista visceral. El columnista
Pedro A. García, en el artículo publicado por Granma, anotó
sobre el líder ortodoxo que "Sin importarle la histeria macartista
que se vivía entonces en Norteamérica, denunció la clausura
por el gobierno de Prío del periódico Hoy, órgano de los
comunistas cubanos". Verdad como templo, pero narrada fuera de contexto,
pues Chibás se opuso a semejante censura no por supuesto partidismo, sino
en nombre de un profundo compromiso con la libertad de expresión.
Vale reproducir el verdadero contexto en el cual el líder ortodoxo se
alzó en defensa de sus adversarios, sobre los que afirmó: "Debe
atacarse al comunismo totalitario de frente como lo hacemos los ortodoxos sin
subterfugios ni argucias, con las armas poderosas de la razón que se
asienta en la ley. A la democracia se la defiende con actos de inconfundible
sabor democrático, vale decir, a través de una militancia democrática.
Lo otro, lo que Carlos Prío y su camarilla viene poniendo en práctica:
persecución de sus adversarios, censura radial, confiscación de
periódicos e invención de conjuras antigubernamentales, es colocar
al país en el plano inclinado de la dictadura ... ningún gobierno
tiene autoridad para decretar la suspensión de un periódico, ni de
ningún otro órgano de opinión".
Párrafo tan revelador viene como anillo al dedo de las actuales
entidades cubanas, donde la censura de Estado puede desde dejar caer sus espadas
de Damocles, hasta resbalar en los ridículos carnavalescos de prohibir a
los adultos un calentón a base de pornografía. Chibás, aún
formando parte de los desequilibrios emocionales propios de la vida política
en la Cuba de su tiempo -diríase reproducidos hasta la esquizofrenia-
tuvo la capacidad de otear los peligros que más tarde condujeron a la era
del picadillo de soya, y que amenazan con hacer de la isla un país menos
adelantado, de seguir con mirada atenta a las estadísticas de Naciones
Unidas. Su legado, por ello, es el objeto de manipulación histórica
que hoy es. La verdad íntegra, sobre Chibás, quema. De ahí
la conspiración para el olvido, seguida de un homenaje que intenta
enmascarar al temor.
El fantasma de Chibás agita sus cadenas. Algún día se
liberará.
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