Dos monedas:
una para vivir
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, agosto - En este mes de agosto se cumplen ocho años de la
instauración legal del dólar en Cuba. Precisamente el día
13, cumpleaños de Fidel Castro. Sin embargo, los que disponen de divisas,
un segmento minoritario de la población, aún no se han
acostumbrado a la idea de que pueden escoger entre un paquete de espagueti
italiano o uno español, entre un desodorante mexicano o uno panameño,
a sentarse incluso en una mecedora fabricada en China y hacer cálculos
para comprarla algún día.
Esto ocurre porque hemos vivido treinta y cuatro años sin tiendas
donde comprar lo necesario para vivir, y hasta sentimos como un raro privilegio
poder deambular entre mostradores abarrotados de productos capitalistas.
Pero lo que me ocurrió el otro día en la tienda dolarizada
enclavada en la esquina de San Lázaro e Infanta es digno de contarse.
Terminaba de hacer mi compra y esperaba tres dólares de vuelto cuando la
máquina contadora dejó de funcionar. Las personas que estaban detrás
de mí en la fila se situaron en otra máquina. Quedé sola
con el cajero, en espera del gerente. Mientras, intercambiamos algunas palabras
y tuve la curiosidad de preguntarle cuál era su salario mensual.
"Doce dólares", me respondió el cajero.
"¿Doce dólares?", volví a preguntar,
sorprendida.
"No -me aclara el cajero- ése es el monto de mi sueldo llevado a
dólares".
"¿Y puedes vivir con esa paga en moneda nacional?", vuelvo a
inquirir.
"Imagínese... no puedo comprar, por ejemplo, esta mercancía
que usted lleva hoy", se quejó.
No pude decirle nada más. Miré el brillo de sus ojos, su
rostro joven, y ganas me dieron de regalarle mi botella de aceite, mi lata de
tomate, mi paquete de garbanzos, dejarle el vuelto, y salir corriendo de allí
porque tenía la sensación de estar procediendo incorrectamente.
Luego la prensa oficialista me dice que la existencia de dos monedas provoca
confusiones e incomprensiones en la población. Al parecer, los
periodistas del régimen ignoran que Cuba es el único país
del mundo donde los empleados de las tiendas no pueden adquirir con su salario
los productos alimenticios que se venden allí.
¿Acaso se ha seguido cumpliendo aquella profecía del escritor
argentino Julio Cortázar cuando calificó de surrealista a la
revolución de Fidel Castro?
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