CUBANET .INDEPENDIENTE

10 de agosto, 2001


Decepciones de un médico internacionalista

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, agosto - Reniel Zequeira del Valle, médico general integral de 37 años de edad, regresó a Cuba como un apestado. Las autoridades de su país y las de Zambia ignoraron la labor del médico luego que éste trabajó satisfactoriamente por tres años en esa nación africana y salvó miles de vidas, en condiciones de vida, técnicas y sociales difíciles. Incluso tuvo que ejercer especialidades que no eran de su dominio y competencia.

"A principios de 1998 -recuerda el doctor Zequeira- me seleccionaron, e integré una brigada médica compuesta por ciento cincuenta personas. En marzo viajamos a nuestro nuevo destino: Lusaka, capital de Zambia. Al arribar nos enteramos de las condiciones conveniadas entre ambos gobiernos: aquella nación abonaría mensualmente a cada especialista 1,200 dólares y mil a los médicos generales integrales. Mi primer desengaño fue al conocer que el 50 por ciento de esa suma sería para el gobierno, derecho que él mismo se otorgó, mientras que nosotros haríamos todo el trabajo en los lugares más distantes, incomunicados y con el mínimo de facilidades laborales".

El poblado montañoso de Nynye, con gran influencia religiosa y alrededor de 3 mil habitantes, se encuentra a 780 kilómetros de Lusaka, no dispone de servicio de gas y adolece de las más elementales comodidades que requiere el ser humano. Allí existe un pequeño hospital de 50 camas. Los alimentos se compran en el distrito, a 70 kilómetros de distancia. Allí estuvo ubicado el doctor Zequeira durante nueve meses. Una planta eléctrica suministra la energía a la instalación médica y a unas pocas casas de los alrededores, cuando no hay cortes en el servicio.

Zequeira recuerda: "La vivienda que nos asignaron tenía electricidad, pero no podíamos escuchar música por la radio ni fumar ni ingerir bebidas alcohólicas los fines de semana. Tampoco disponíamos de aparato de televisión ni existen centros recreativos en esa zona. En semejantes condiciones ejercimos nuestra profesión en el Nynye Mission Christian Hospital. Conmigo llegó a esa comunidad otra doctora. Junto a un congolés y una zambiana conformábamos la plantilla de médicos. Atendíamos diariamente a cientos de pacientes en consulta externa y a los hospitalizados durante ocho o más horas diarias. Enfrentamos decenas de enfermedades, muchas de ellas desconocidas. Ejercimos funciones de cirugía, gineco-obstetricia y ortopedia, sin ser nuestras especialidades. Disponíamos de pocos medios técnicos de diagnóstico: un equipo de rayos X, laboratorio para análisis clínicos, y pruebas para detectar sida y hepatitis entre los posibles donantes de sangre".

De acuerdo al testimonio de Zequeira hubo discrepancias entre los profesionales cubanos y sus colegas extranjeros, además del trato preferenciado que éstos recibían de parte de la dirección administrativa local y de la del hospital.

"Los otros médicos recibían un salario adicional mensual de mil dólares y disponían de transporte para uso privado", expresó la fuente. "Eramos mirados con recelo por la dirección del hospital, y con celo profesional por los otros especialistas. Al cabo de un tiempo, todo el trabajo recayó sobre nosotros. Al principio nos facilitaban medios de transporte para trasladarnos al distrito (Petauke) donde realizábamos las compras de víveres y cubríamos otras necesidades. Luego se negaron a ello. Las condiciones de vida y profesionales se tornaron insoportables. Así las cosas, decidimos dirigirnos a la ciudad distrital y discutir la situación con nuestros responsables".

La estancia en esa ciudad se transformó en una espiral sin fin: reuniones con los dirigentes de las brigadas sin resultados. Según el testimoniante, fueron tres meses perdidos.

"Al cabo de ese tiempo -apuntó el doctor Zequeira- y de diez encuentros con nuestros jefes, discusiones subidas de tono, el evidente desinterés de ellos en buscar soluciones, agravado por la presión desmoralizante de cobrar salario durante ese tiempo sin hacer nada, nos llevó a la únicas dos soluciones aceptadas por nuestros superiores: buscar nosotros mismos una nueva ubicación o regresar a Cuba sin concluir la tarea".

Zequeira expresó que semejante planteamiento ellos lo consideraron injusto, por lo que viajaron nuevamente a Lusaka para hablar con el máximo jefe de la misión médica cubana en Zambia.

En la capital del país se acordó enviarlos al distrito de Kalomo, población de 5 mil habitantes.

"Trabajamos 23 meses en el sanatorio de ese lugar. Las condiciones mejoraron. Las enfermedades eran más o menos las mismas, aunque con mejores condiciones para emitir un diagnóstico, y se podía realizar actividades recreativas que estaban prohibidas en Nynye", aseguró el médico.

El 20 mayo de 2001 la jefatura de la brigada médica les comunicó que habían cumplido la misión internacionalista. Pero, por falta de recursos, no podrían viajar hacia Cuba hasta el 19 de junio, en unión de otros cinco colegas.

"Llegamos a la isla el día 20. Nadie nos despidió en Zambia -agregó Zequeira- ni hubo muestras de agradecimiento o cortesía por los tres años y tres meses de labor en ese país, ni por los miles de vidas que salvamos con nuestra labor profesional. Pero mayor fue nuestro asombro cuando esta historia se repitió en Cuba. Nadie acudió a recibirnos. El Comité de Defensa de la Revolución de la cuadra donde resido ni siquiera se enteró de mi llegada. Además, todavía nos deben entre 6,300 y 6,860 dólares, a los médicos generales integrales y a los especialistas respectivamente, lo que fue acordado entre ambos gobiernos que se entregaría al final de la misión en Zambia a manera de prima, o sea, el 35 por ciento de los salarios devengados".

El doctor Zequeira concluyó: "Esta experiencia ha sido de extraordinario valor tanto personal como profesionalmente. Ya conozco a fondo a mis líderes políticos y a sus amigos africanos".


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