Decepciones
de un médico internacionalista
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - Reniel Zequeira del Valle, médico general
integral de 37 años de edad, regresó a Cuba como un apestado. Las
autoridades de su país y las de Zambia ignoraron la labor del médico
luego que éste trabajó satisfactoriamente por tres años en
esa nación africana y salvó miles de vidas, en condiciones de
vida, técnicas y sociales difíciles. Incluso tuvo que ejercer
especialidades que no eran de su dominio y competencia.
"A principios de 1998 -recuerda el doctor Zequeira- me seleccionaron, e
integré una brigada médica compuesta por ciento cincuenta
personas. En marzo viajamos a nuestro nuevo destino: Lusaka, capital de Zambia.
Al arribar nos enteramos de las condiciones conveniadas entre ambos gobiernos:
aquella nación abonaría mensualmente a cada especialista 1,200 dólares
y mil a los médicos generales integrales. Mi primer desengaño fue
al conocer que el 50 por ciento de esa suma sería para el gobierno,
derecho que él mismo se otorgó, mientras que nosotros haríamos
todo el trabajo en los lugares más distantes, incomunicados y con el mínimo
de facilidades laborales".
El poblado montañoso de Nynye, con gran influencia religiosa y
alrededor de 3 mil habitantes, se encuentra a 780 kilómetros de Lusaka,
no dispone de servicio de gas y adolece de las más elementales
comodidades que requiere el ser humano. Allí existe un pequeño
hospital de 50 camas. Los alimentos se compran en el distrito, a 70 kilómetros
de distancia. Allí estuvo ubicado el doctor Zequeira durante nueve meses.
Una planta eléctrica suministra la energía a la instalación
médica y a unas pocas casas de los alrededores, cuando no hay cortes en
el servicio.
Zequeira recuerda: "La vivienda que nos asignaron tenía
electricidad, pero no podíamos escuchar música por la radio ni
fumar ni ingerir bebidas alcohólicas los fines de semana. Tampoco disponíamos
de aparato de televisión ni existen centros recreativos en esa zona. En
semejantes condiciones ejercimos nuestra profesión en el Nynye Mission
Christian Hospital. Conmigo llegó a esa comunidad otra doctora. Junto a
un congolés y una zambiana conformábamos la plantilla de médicos.
Atendíamos diariamente a cientos de pacientes en consulta externa y a los
hospitalizados durante ocho o más horas diarias. Enfrentamos decenas de
enfermedades, muchas de ellas desconocidas. Ejercimos funciones de cirugía,
gineco-obstetricia y ortopedia, sin ser nuestras especialidades. Disponíamos
de pocos medios técnicos de diagnóstico: un equipo de rayos X,
laboratorio para análisis clínicos, y pruebas para detectar sida y
hepatitis entre los posibles donantes de sangre".
De acuerdo al testimonio de Zequeira hubo discrepancias entre los
profesionales cubanos y sus colegas extranjeros, además del trato
preferenciado que éstos recibían de parte de la dirección
administrativa local y de la del hospital.
"Los otros médicos recibían un salario adicional mensual
de mil dólares y disponían de transporte para uso privado",
expresó la fuente. "Eramos mirados con recelo por la dirección
del hospital, y con celo profesional por los otros especialistas. Al cabo de un
tiempo, todo el trabajo recayó sobre nosotros. Al principio nos
facilitaban medios de transporte para trasladarnos al distrito (Petauke) donde
realizábamos las compras de víveres y cubríamos otras
necesidades. Luego se negaron a ello. Las condiciones de vida y profesionales se
tornaron insoportables. Así las cosas, decidimos dirigirnos a la ciudad
distrital y discutir la situación con nuestros responsables".
La estancia en esa ciudad se transformó en una espiral sin fin:
reuniones con los dirigentes de las brigadas sin resultados. Según el
testimoniante, fueron tres meses perdidos.
"Al cabo de ese tiempo -apuntó el doctor Zequeira- y de diez
encuentros con nuestros jefes, discusiones subidas de tono, el evidente desinterés
de ellos en buscar soluciones, agravado por la presión desmoralizante de
cobrar salario durante ese tiempo sin hacer nada, nos llevó a la únicas
dos soluciones aceptadas por nuestros superiores: buscar nosotros mismos una
nueva ubicación o regresar a Cuba sin concluir la tarea".
Zequeira expresó que semejante planteamiento ellos lo consideraron
injusto, por lo que viajaron nuevamente a Lusaka para hablar con el máximo
jefe de la misión médica cubana en Zambia.
En la capital del país se acordó enviarlos al distrito de
Kalomo, población de 5 mil habitantes.
"Trabajamos 23 meses en el sanatorio de ese lugar. Las condiciones
mejoraron. Las enfermedades eran más o menos las mismas, aunque con
mejores condiciones para emitir un diagnóstico, y se podía
realizar actividades recreativas que estaban prohibidas en Nynye", aseguró
el médico.
El 20 mayo de 2001 la jefatura de la brigada médica les comunicó
que habían cumplido la misión internacionalista. Pero, por falta
de recursos, no podrían viajar hacia Cuba hasta el 19 de junio, en unión
de otros cinco colegas.
"Llegamos a la isla el día 20. Nadie nos despidió en
Zambia -agregó Zequeira- ni hubo muestras de agradecimiento o cortesía
por los tres años y tres meses de labor en ese país, ni por los
miles de vidas que salvamos con nuestra labor profesional. Pero mayor fue
nuestro asombro cuando esta historia se repitió en Cuba. Nadie acudió
a recibirnos. El Comité de Defensa de la Revolución de la cuadra
donde resido ni siquiera se enteró de mi llegada. Además, todavía
nos deben entre 6,300 y 6,860 dólares, a los médicos generales
integrales y a los especialistas respectivamente, lo que fue acordado entre
ambos gobiernos que se entregaría al final de la misión en Zambia
a manera de prima, o sea, el 35 por ciento de los salarios devengados".
El doctor Zequeira concluyó: "Esta experiencia ha sido de
extraordinario valor tanto personal como profesionalmente. Ya conozco a fondo a
mis líderes políticos y a sus amigos africanos".
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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