CUBANET .INDEPENDIENTE

8 de agosto, 2001


Cuarenta y ocho años después

Fara Armenteros, UPECI

LA HABANA, agosto - Después de 48 años del alegato de autodefensa que Fidel Castro pronunció en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, no se puede afirmar que se haya cumplido cabalmente el programa que motivó aquella acción armada.

En cuanto a la salud pública, por citar un ejemplo, se han alcanzado logros que las autoridades esgrimen en su propaganda política para proyectar la imagen de que el país es una potencia médica. Sin embargo, para el cubano corriente esa potencialidad está rodeada de un ambiente tan sórdido que es imposible evadir, y que va desde la ausencia de médicos en los consultorios porque tienen que cubrir el vacío que dejan sus colegas que son enviados por el Estado a trabajar en el extranjero, el que dejan los que se van del país definitivamente y tienen también que sustituir a los especialistas que decepcionados por las condiciones de vida y trabajo buscan otros empleos donde ganarse la vida. Además, hay que resistir la escasez de agua, de medicamentos, de medios de transporte, de alimentos, de vestuario, de calzado...

Los análisis clínicos, por citar otro aspecto del ramo de la salud, a pesar de la importancia para que los profesionales del sector lleguen a un diagnóstico certero, no están exentos de dificultades.

Yolanda Triana Estupiñán declaró que a su hija Isis Bárbara Badía Triana, de 17 años y con un embarazo de riesgo (es hipertensa, tiene antecedentes de diabetes y padece de epilepsia), el médico de la familia le indicó varios análisis de laboratorio clínico con la recomendación de que se los hiciera todos y rápido, para comenzarla a tratar de acuerdo a los resultados, y de esa manera controlar el embarazo a tiempo.

Sin embargo, en el laboratorio del policlínico de Párraga (municipio Arroyo Naranjo de la capital cubana) sólo le efectuaron las pruebas de serología y del HIV. El resto de los análisis indicados "será otro día", le informaron. Otro día de madrugar y que coincida con que en la instalación haya agua, reactivos, instrumental estéril, así como que no se presente ningún "apagón" en el servicio de electricidad.

Por su parte, los profesionales de la salud enfrentan situaciones críticas para realizar su trabajo debidamente.

Hace poco viajaba en un taxi por la Calzada de Diez de Octubre en camino hacia el Vedado. La calle era un hormiguero a las 8:20 de la mañana. Transeúntes, ciclistas, autos, camiones, pero no recuerdo haber visto un ómnibus en todo el camino.

Como le faltaba un pasajero, el chofer del taxi guiaba despacio y se detenía cada vez que un posible usuario le hacía señas. Un negro alto agitó los brazos. El conductor del carro se detuvo y le preguntó: "¿Para el Vedado...?"

"¿Vas por Belascoaín?"

"No. Por Infanta".

"Mira, mi hermanito -dijo el negro alto con un metal de voz agradable- yo soy médico del hospital Hermanos Ameijeiras, tengo que operar a un paciente a las nueve, ya deben estar preparando al enfermo, pero mira la hora que es y desde las siete de la mañana trato de llegar al hospital..."

El médico tomó aire y explicó: "No hay guaguas, no hay boteros (taxistas particulares) que quieran desviarse por la calle Belascoaín, tú eres mi esperanza. ¿Te imaginas qué puede suceder si se prepara al enfermo y yo no llego al salón de operaciones?"

Por un instante creí que al doctor se le quebraría la voz. El chofer reaccionó, y nos preguntó a los pasajeros: "¿Qué ustedes creen?"

"A mí me da lo mismo Infanta y San Lázaro, que San Lázaro e Infanta". El chofer interrumpió al que hablaba y expresó: "Los demás van para 23 y L, así que suba, doctor".

Todos respiramos aliviados. Por su parte, al conductor se le levantaron los ánimos con su cuarto pasajero.

En Belascoaín y Virtudes el médico se despidió, agradeció al chofer, y éste expresó: "Caballeros, si no fuera por el carácter de los cubanos qué sería de mi corazón. Me sentí al borde del colapso. El hombre hablaba y a mí me dolía el pecho. Menos mal que el paciente no se va a enterar".

"Seguro que este riesgo lo corren los enfermos cada día de cada año", sentenció e viajero que luego se quedaría en Infanta y San Lázaro.


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