Heredar la
vagancia
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - Una de las peores herencias que dejará el
socialismo a la población cubana es la pérdida de estima hacia el
trabajo. En la Cuba de hoy el trabajo ya no es medio de realización
personal ni sirve para lograr los ingresos necesarios para satisfacer las
necesidades básicas del trabajador y su familia. Es por ello que los
habitantes de la isla, y en especial las nuevas generaciones, no encuentran
incentivo para trabajar.
Según el sistema imperante en Cuba, el principio de distribución
de los bienes debería regirse por la máxima: "de cada cual
según su capacidad, a cada cual según su trabajo". Sin
embargo, esto está muy lejos de cumplirse. El nivel de vida y las mayores
ganancias de los ciudadanos no están relacionados a su contribución
social sino a otros factores.
Quienes reciben remesas, los que se mueven en el ámbito de la economía
dolarizada y aquellos que logran robarle al estado en sus múltiples
variantes, son los que llevan una vida más cómoda.
No es difícil encontrar ejemplos de familias en las que ninguno de
sus miembros trabaja, y no obstante su status de vida es superior al de las
familias de trabajadores.
Si se tiene en cuenta que el salario promedio mensual es de 249 pesos, cifra
equivalente a 11.32 dólares, cualquier persona que reciba cada mes una
remesa de cien dólares tiene un poder adquisitivo casi nueve veces
superior al de los trabajadores.
Semejante situación afecta negativamente los valores del cubano, que
hacen proyectos en los que la prosperidad personal no se relaciona con la
superación personal. Vale más en nuestra sociedad ser camarero de
cualquier hotel dedicado al turismo extranjero que graduarse en ingeniería
u otras carreras universitarias. La causa se halla en que como camarero es
posible obtener ingresos adicionales, por la corrupción que afecta a las
actividades pertenecientes a la economía dolarizada, imposible para los
ingenieros u otros graduados de estudios superiores que ejerzan su profesión.
Indudablemente, el cubano de estos tiempos es un "hombre nuevo".
Pero lo lamentable es, precisamente, que no es un hombre mejor.
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