Lo insólito
existe en Cuba
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, agosto - Aunque en nuestra isla lo inaudito es cotidiano, existe
también lo insólito. Una muestra de ello es la reciente comparación
aparecida en el periódico Juventud Rebelde entre las situaciones políticas
de Estados Unidos con la de Cuba.
En editorial publicado por el rotativo citado se afirma: "Por un lado
el imperio está perdiendo poder real en un planeta que se está
rebelando, por otro la revolución cubana presenta un proyecto alternativo
que cada día gana más atractivo en la comunidad internacional".
Leí este párrafo a una colega y ella, sin ninguna ironía,
me preguntó cuál era ese proyecto alternativo. Cuando le respondí
que era el que vivimos ella, que es acérrima a las arrugas y a todo
aquello que pueda producirlas, hizo una mueca fea de desagrado y repulsa.
Como la información en Cuba es totalmente controlada, todos los
medios que se ocupan de esa importantísima labor son propiedad del
Estado, pido humildemente a quien pueda hacerlo -y sea lo más imparcial
posible- que diga si hay algo de cierto en eso de que el "proyecto
alternativo", representado por el gobierno de Fidel Castro, tiene
atractivos para la comunidad internacional.
No puedo concebir, ni por un instante, que las personas quieran
voluntariamente vivir sin derechos políticos y sin libertades ciudadanas.
Eso me parece impropio de la raza humana.
¿Qué atractivos puede tener un proyecto donde el Estado sea dueño
de todo -incluso de las personas en la práctica- y donde además la
gente está obligada a aplaudir y soportar a sus máximos
gobernantes que, de hecho, lo son de por vida? Esto no es más que una
modalidad de esclavitud refinada.
La posibilidad de tener instrucción y atención médica
en cierto grado, servicios por los que se paga precio incalculable no sólo
en lo moral sino en relación a lo económico (no perdamos de vista
que los salarios asignados por el Estado a los trabajadores no les alcanza a éstos
ni para lo elemental), no pueden ser en modo alguno las aspiraciones
prioritarias de las personas.
Un proyecto político y social donde no se tenga la posibilidad de
seleccionar, de elegir, de expresarse libremente, de participar sin discriminación
de ningún tipo, de ser importante -porque ciertamente lo más
importante es el ciudadano- no vale nada y, lo que es peor, atenta contra la
especie porque mutila sus posibilidades.
Si alguien me dijera que ciertamente la forma en que está organizado
y dirigido el Estado cubano gana adeptos en el mundo entre personas que vean un
poco más allá de la propaganda, aunque ésta sea olorosa, y
entre individuos que estén libres de patologías aberrantes,
entonces tendré que aceptar que la civilización se encuentra en
bancarrota.
El tipo de sistema político de Cuba, que afortunadamente ya quedó
borrado en casi todas partes, no puede triunfar por la simple razón de
que ninguna especie puede llevar la negación de sí misma hasta un
punto tan letal.
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