El regreso
de las domésticas
Fara Armenteros, UPECI
LA HABANA, agosto - Los empleados del servicio doméstico ocuparon un
espacio representativo en la sociedad cubana anterior a 1959, donde a pesar de
desigualdades económicas y sociales existía la posibilidad de
emplearse libremente.
La doméstica, española o mulata, junto al negrito y el gallego
son personajes clásicos del teatro vernáculo cubano, y nadie ha
podido representar mejor el papel de la criada, como también le llaman en
Cuba, que la magistral actriz Candita Quintana. Pero, después de 1959, el
servicio doméstico desapareció como muchos otros, al menos públicamente,
en parte por la creación de nuevos empleos, en parte porque se le comenzó
a considerar humillante por los funcionarios del nuevo gobierno que paradójicamente
sí hacían uso de ese servicio.
Al cabo de cuatro décadas, y al menos en la capital cubana, las
desigualdades económicas se han acentuado como nunca antes y ha resurgido
el servicio doméstico, aunque con la característica de que la
oferta supera en mucho a la demanda.
Ahora es común que las mujeres en edad de jubilación se
retiren, no porque no puedan seguir ejerciendo su oficio o profesión,
sino para emplearse como domésticas en casas particulares.
Tal es el caso de Isabel Gómez, que laboró como contadora de
una empresa donde le pagaban cierta suma de dinero que ella consideró
aceptable hasta que el período especial la devaluó al extremo de
que apenas le alcanza para sostenerse los primeros quince días de cada
mes, si lo une al sueldo de su hija. Si no... mejor ni hablar del asunto.
"Estaba desesperada por retirarme -explica la señora Gómez-
cada mes, cuando cobraba, mi salario se quedaba casi todo en el agromercado.
Demoré en presentar el retiro, porque la única opción que
tenía era mantener esa paga a cualquier precio. Pero una prima mía
me abrió los ojos y me recomendó a una familia que necesitaba de
una persona de confianza para realizar las labores domésticas".
Isabel Gómez agregó: "No pensé que éste sería
el final de mi vida laboral, pero tuve que asumir el oficio de doméstica,
igual que lo hizo mi madre; ella nos crió, nos procuró estudios,
por lo que yo no creo que sea una labor humillante como nos quisieron hacer
creer. Se trata de un trabajo como otro cualquiera. Brindo un servicio y me
pagan por ello."
Otro caso es el de Yolanda Pérez. Ella no tiene edad para jubilarse,
pero padece de artrosis y por el momento no pudo continuar desempeñándose
como oficinista. Ha demorado mucho la cura, le duelen las manos y éstas
se le entumecen. De momento se ha colocado como cocinera en una casa donde le
pagan treinta dólares mensuales.
Pérez declaró alegremente: "Con lo que ganaba como
oficinista no pude reparar el refrigerador en años de trabajo, pero en
tres meses como cocinera particular ya logré ese objetivo".
Al cabo de cuarenta años de socialismo muchas personas ya no creen
que las desigualdades económicas del capitalismo sean tan malas como dice
la propaganda del gobierno cubano.
Al respecto, Isabel Gómez manifestó: "No cabe duda que
hemos retrocedido. Mi madre, por ejemplo, podía servir en la mesa un
ajiaco con todas las de la ley, nos vestía, nos calzaba y nada nos faltó
siendo ella una empleada doméstica. Ahora yo no podría hacer tanto".
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