Pensar a
tiempo
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, agosto - Las posibilidades de poseer una visión realmente
objetiva acerca del destino cubano parecen disolverse en las playas al sur de la
Florida, así como se estrellan contra el diente de perro que sostiene al
Malecón habanero.
Cualquiera que pueda escuchar los canales de comunicación que
utilizan los medios de ambos lados del Estrecho de la Florida arribará a
concebir la idea de las imposibilidades del más simple "happy end"
para los pobladores de la isla.
Aquí, consigna tras consigna, marcha tras marcha, tribuna tras
tribuna, contribuyen a reforzar un estereotipo que no transige con alternativas
viables a sacar la situación del desentendimiento reinante desde hace
cuatro décadas.
Allá, sentimientos que van desde el rozar la curiosidad hasta el
rechazo paralelo y consecuente con el principismo habanero proporcionan ejemplos
que cuestionan profundamente las bases sobre las que debiera fundarse una visión
de la realidad cubana objetiva.
Hace pocas horas tuve un ejemplo de ello al escuchar en una radio miamense
aludir con ironía intolerante a la objetividad de Lucia Newman,
periodista de CNN en La Habana, en su reporte sobre la última de las
marchas realizadas en la capital cubana.
Perplejo, he podido escuchar en la radio de Miami varios desatinos
floridanos -por lo de vegetación y geografía unidas- a propósito
de las condiciones de desarrollo de una transición de Cuba post-castro
que algunos avizoran y otros esperan.
De "dogma del dogma" pudiera calificar a quien conciba la idea que
todos los cubanos de la isla somos "dogmáticos" por fuerza,
como si por el hecho de emigrar se pudiera evitar algo así como "el
pecado original", luego de un bautizo en las aguas al sur de los
Everglades.
¿Podrán ser dogmáticos quienes tienen que diseñar,
cambiar, flexibilizar tácticas y estrategias para lograr sobrevivir en
medio de un diferendo enconado cuya lógica, hoy por hoy, sólo atañe
a élites hegemónicas?
En medio del maremágnum de réplicas y contrarréplicas,
espero que a usted le preocupe como a mí el prefijo "re"
delante del verbo construir cuando alguien desafortunadamente emplea el verbo
citado para referirse al futuro del país.
"Re-construir" la nación cubana es una pesadilla
obstinadamente recurrente en la mente de quienes perdidos en las leyendas y los
mitos de una élite no supieron compartir su presente, y acabó por
verse despojada del espacio que el futuro hubiera podido concederle.
Primero, debemos plantearnos la interrogación sobre el referente en
realidad: ¿Es que existía ciertamente la nación cubana como
una colectividad identificada en sí misma antes de 1959? A partir de la
respuesta, sea cual sea, deberíamos obrar.
Segundo, ¿hasta dónde es válido el discurso de un
pensamiento que a priori excluye el grueso de quienes forman el cuerpo social de
la Cuba a "re-construir"?
Bastante hemos padecido desde hace cinco siglos por causa de exclusiones
sistemáticas. Hay por ahí quien expresa que la historia de Cuba es
la historia de sus luchas. En mi opinión, sería más bien la
historia de las exclusiones. Exclusiones sociales, económicas, ideológicas,
laborales, religiosas, raciales, sexuales, las que, al fin y al cabo, nos han
empujado a transitar el camino que corremos.
Por lo tanto, examinar la entrada a la vía que conduzca a una
transición requiere de un estudio sereno y abarcador de las necesidades,
primero que todo, del pueblo cubano de la isla en conjunto, porque una transición
en Cuba será un proyecto de esfuerzo colectivo, o no será, más
tarde, de los individuos que la componen a partir de bases reales, objetivas que
sean ciertamente útiles para despojarnos de la capa de retórica
ideo-política que obstaculiza nuestras vidas.
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