Ganga de títulos
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre - Cuba es el país donde más fácil
se ganan y se otorgan los títulos. Aquí los genios sobran, las
eminencias menudean, los talentos abundan. Es como si no hubiera, como en todas
partes, tarados, imbéciles, estúpidos. Claro, eso se debe a que
aquí nadie es nada. Persona, lo que se llama persona, hay una sola;
autoridad, lo que se llama autoridad, hay una sola; inteligencia, lo que se
llama inteligencia, hay una sola; los demás somos unos comemierdas. Y
nadie se conforma con tan poco abolengo.
Así, cuando un poeta se gana un premiecito en una municipalidad de
Cataluña, pongamos por caso, inmediatamente se le otorga el título
de Gran Poeta, y se va a la puñeta Antonio Machado, Walt Whitman,
Rabindranat Tagore y hasta el mismísimo Homero.
Si un miembro de la ANIR (Asociación Nacional de Inventores y
Racionalizadores) descubre el fufú (puré) de plátano verde,
ipso facto se le otorga el título de genio, y se van al diablo Albert
Einstein, Benjamín Franklin y el propio Galileo Galilei.
Si alguien tiene familia en el exilio y ésta le envía su
remesita mensual y puede comprarse un pomito de aceite y un jean, ahí
mismo le otorgan el título de potentado y las fortunas de Bill Gates o
del Sultán de Bruney son una bicoca.
Y es que estamos tan ansiosos de ser algo después de cuarenta y un años
siendo nada más que pueblo uniformado, y racionado, que un dólar
nos parece la reserva mundial en oro, nuestro oscuro nombre en las páginas
de El Nuevo Herald nos parece el monopolio de la información
internacional y un libro de poemas publicado en la editorial de Guarapito se nos
figura el Premio Nobel.
Nada, que a delirantes, no hay quien nos gane. Cómo no íbamos
a creer entonces que la leche de vaca nos llegaría por tuberías;
que crearíamos un hombre nuevo; que seríamos una nación más
desarrollada que Estados Unidos. Ni que los holandeses supieran más de
ganadería y productos lácteos que nosotros; ni que Dios fuera el único
capaz de crear hombres; ni que los norteamericanos fueran más
inteligentes y trabajadores que nosotros. De eso nada. A nosotros nos sobran
genios, eminencias, talentos, doctores, licenciados.
Si fuéramos un poco más realistas, menos presumidos; si tuviéramos
menos prominencias, figuras emblemáticas, si pusiéramos los pies
en la tierra, tendríamos menos hambre, menos frustración, pero nos
empeñamos en ser príncipes con el estómago estragado y héroes
con la patria arruinada.
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