De
la solidaridad y otros demonios
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre - Para el cubano de a pie pareciera que por estos días
Cuba es el centro del mundo. Caravanas de solidaridad provenientes del
continente australiano, Europa, América latina y hasta de los Estados
Unidos invaden el Teatro Karl Marx para protestar contra el bloqueo.
En la X Cumbre Iberoamericana firman todos los países democráticos
la Resolución presentada por El Salvador contra el terrorismo lidereado
en España por ETA, mientras Cuba protesta para que se nombren las más
de 500 intenciones de atentado contra el presidente Fidel Castro, quien acapara
la atención y el tiempo, bastante prolongado, de los mandatarios
presentes. Al final, la Resolución la firmaron los países democráticos.
Como es costumbre, la actividad colateral a la reunión cimera, la
presentó la delegación cubana al reunirse con los simpatizantes de
la revolución donde Hassan Pérez demostró una vez más
su histérica retórica populista, en representación de la
Federación estudiantil Universitaria, controlada por el Estado comunista.
Una pregunta se impone: ¿cuándo en el interior de Cuba los no
comunistas encontrarán una tribuna? ¿Acaso el argumento de que son
lacayos y mercenarios de la Casa Blanca no es sólo un pretexto para
justificar la ausencia de libertad de expresión, los más de 300
presos políticos y la persecución y el acoso a que son sometidos
los opositores pacíficos?
¡Que vengan todas las caravanas de solidaridad! Pero que busquen a los
que tienen hambre y sed de justicia y escuchen sus opiniones, pues el gobierno
de Fidel Castro los condena al ostracismo. Que vengan y debatan sus argumentos
con los que no tienen voz y, así, la solidaridad será con la Cuba
de verdad, con la pluralista y parcializada, eso sí, del lado de la
libertad.
La batalla de ideas de que habla el gobierno comunista no es justa. Las
condiciones y medios de lucha no son los mismos.
Ahora, con los nuevos bríos para "globalizar la solidaridad"
alentados por las autoridades, éstas deberían comprender que la
solidaridad no debe ser sólo un medio para luchar contra "el imperio
norteamericano". También el término lleva intrínsecos
otros sentimientos que en la práctica no se han hecho realidad, como son
la tolerancia con el que piensa distinto, la comprensión y el humanismo.
Solidarizarse con Cuba no es venir a La Habana a hacer turismo político
y disfrutar de todo aquello que está fuera del alcance de los cubanos. La
verdadera actitud solidaria consistiría en reclamar y pedir para el
pueblo de la Isla las libertades, la prosperidad y el respeto a los derechos
individuales que sí gozan todos esos "solidarios" en sus países.
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