CUBANET ...INDEPENDIENTE

22 de mayo, 2000



Un congreso con mucha grasa y poca enjundia

Mario J. Viera González, Cuba Voz

LA HABANA, mayo - Con una tribuna abierta presidida por el gobernante Fidel Castro, concluyó en La Habana el IX Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), una de esas denominadas organizaciones de masas cuyo propósito es el de mantener un control de carácter político-ideológico sobre lo que resta del campesinado cubano, utilizando para ello mecanismos económicos y financieros.

La trascendencia de este nuevo congreso puede ilustrarse por el poco interés que el mismo despertara entre la población. Se trataba de un congreso más de ésos que tantos se dan en Cuba para hablar de lo mismo, repetir las consignas de "la unidad del pueblo", enviar un saludo "al invicto Comandante en Jefe Fidel Castro" y volver a asegurar que "ahora sí se van a resolver los problemas".

Varios aspectos preocuparon al plenario con mayor énfasis, tales como la falta de "cuadros" de la ANAP, la no afiliación de campesinos a esa organización y la débil incorporación de ellos a las Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA). Para el Granma esos temas son de la mayor importancia, y así lo dejó entender con un cintillo en el que se lee: "La organización como el mejor de los fertilizantes".

Si se me permitiera opinar, diría que es todo lo contrario. Si nuestra agricultura no ha salido del bache es a causa de lo existencia de un campesinado libre, responsabilizado personalmente con sus resultados productivos y su gestión económica, y a la existencia de numerosas estructuras burocráticas y de control que frenan la iniciativa privada.

Si de nuevo se me permitiera opinar, diría que una de esas estructuras burocráticas es la ANAP. Y su organización no es precisamente el mejor de los fertilizantes, sino el más activo de los desfoliantes.

Los verdaderos problemas del agro cubano no fueron enfrentados en el IX Congreso de la ANAP. Como pudieran ser la efectiva protección de la propiedad agraria, la existencia de un mercado de tierras, la libertad de producción y comercialización, el reparto de las fincas entre los sin tierra cubanos, la desaparición del latifundismo estatal, la libre asociación de los campesinos, el acceso a créditos bancarios bajo condiciones estrictamente económicas, la existencia de un mercado libre donde el productor pueda adquirir -no por asignaciones, sino libremente- los insumos e implementos que requiera para explotar la tierra, y el amparo efectivo de los derechos humanos de los cuales el campesino es también acreedor.

El bache productivo de la agricultura no será fácil de saltar con las estructuras del socialismo, y aunque en la declaración final del congreso se firma el compromiso de cumplir "nuestro deber principal como revolucionarios, el de producir más para el pueblo trabajador", ese pueblo trabajador tendrá que recoger de la agricultura lo que sobre después de llenarles la panzas a los turistas extranjeros, de los que -según Raúl Castro, también participante del congreso de campesinos- "próximamente arribarán dos millones (...) lo que obliga a la agricultura a producir más para el consumo y para exportar en fronteras". Por supuesto que esta última será la prioritaria. Primero el turista, y luego si algo queda para Liborio que de todos modos aguanta y hasta desfila en las tribunas abiertas.

Y si algo hubo de interesante en este anodino congreso fueron las dos pinceladas que este redactor captó en la clausura televisada del mismo, durante el discurso que pronunciara Castro. La primera es la nota sorprendente de que un presidente se dirija al director de las emisoras de televisión para "recomendarle" que ese día variara la extensión del noticiero de la TV, que por lo general dura más de media hora, ya que la clausura se había extendido y a las 9 de esa noche comenzaría el encuentro entre los dos equipos de béisbol que discuten el campeonato: Pinar del Río y Santiago de Cuba. El ejecutivo de la televisión puesto de pie y con las manos cruzadas a la espalda, disciplinadamente acató la "sugerencia". Esto si es noticia, en Cuba es algo normal, pero en cualquier otro país eso sería -para decirlo de modo eufemístico- un hecho desacostumbrado.

La segunda nota de interés nos la regalaron las cámaras paneando entre la concurrencia principalmente entre los que ocupaban las primeras lunetas: dirigentes del Estado, del gobierno, del Partido Comunista y de las llamadas organizaciones de masas. No se vio a ningún flaco entre ellos. Sólo personas rollizas, bien alimentaditas, pasaditas de peso y ventrudas. ¡Había bastantes masas!, pero ... de peso corporal. Muy buenas arrobas de grasa en personas que han tenido la suerte de no haber sido afectadas por el período especial ni por las angustias de la libreta de racionamiento.

Y así concluyó el IX Congreso de la ANAP. Un congreso donde hubo mucha grasa, pero... muy poca enjundia.



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