CUBANET ...INDEPENDIENTE

16 de mayo, 2000



Un cardenal sobre un tejado de zinc caliente

Juan González

LA HABANA, mayo - Dirigir la Santa Madre Iglesia Católica en Cuba y mantener un equilibrio adecuado entre el mandato y la esencia de esta Iglesia, un gobierno autoritario y una oposición maltrecha, diezmada pero viva, es como caminar descalzo en un tejado de zinc caliente en un mediodía sureño.

Una de las más insignes víctimas de la UMAP en los sesenta, el Cardenal de La Habana parece recordar muy bien la lección aprendida en el gulag de los cañaverales de Camagüey.

Monseñor Ortega no piensa permitir nada que arriesgue los quince minutos de radiodifusión concedidos por las autoridades a la Iglesia en vísperas de la visita papal o el precario feriado navideño en unas ¿fiestas? Carentes de espíritu cristiano.

El Cardenal recomienda paciencia y tolerancia, y luego de trasladar a algunos sacerdotes de parroquia, cerrar los templos a la oposición y una que otra menudencia, contempla con cristiana resignación nuestra miseria desde las ventanillas de su climatizado Mercedes Benz.

Nuestro amado Cardenal Ortega guarda distancia de la oposición y, por supuesto, de la prensa independiente, pero es casi seguro que nos bendice desde el fondo de su buen corazón, y quizás en el confortable y también climatizado ámbito del Arzobispado prepara o tiene redactada una bella y conmovedora homilía pidiendo perdón o concediéndolo, en un futuro.

No será la primera vez que un pastor poseído por el pánico abandone a su suerte a algunas de sus ovejas, o que alguien pida perdón y le sea concedido, porque ésa es la ley de los cristianos.

El perdón de los pecados es, a mi juicio, uno de los más complicados y paradójicamente un de los más sencillos misterios teológicos. Está basado en la aceptación y la comprensión de esta naturaleza humana. La grandeza del cristianismo estriba en que la comprensión de la imperfección humana abre puertas ilimitadas al amor y al perdón. Así, son cristianamente comprensibles y perdonables la traición, la cobardía y el oportunismo, sea en una humilde oveja o en su pastor.

Gracias a esta meditación, sin ira y con todo el amor cristiano inspirado en la prédica y el ejemplo del amado Cardenal Jaime Ortega Alamino, me abrogo la gracia de perdonarlo por su cobardía, su oportunismo y su traición. Le perdono por no seguir el ejemplo de otros pastores en otras latitudes e incluso en nuestra isla. Y le pido humildemente perdón por mi atrevimiento.



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