Amor a primera visa
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, mayo - Nereida. Yerba en la mirada. Música en las caderas. El alto andamio de los tacones tamborea en la acera. No escucha los piropos del joven que golosea su andar. Sabe que su presencia siembra en las miradas un hechizo inquietante. Está acostumbrada a las palabras más
dulces, a las bromas más inusitadas, a las procacidades dichas como en azoro. Pero pasa intocada. Deja en los varones una sensación de abismo, de pérdida, de ave que se va.
De niña le dijeron que era bella. Que había nacido para dislocar las primaveras. Que en su pelo ensortijado se atascarían todos los azares del amor. Que haría enmudecer los pájaros, detenerse el aire, temblar las estrellas. Creció viendo lidiar a los
varones por un suspiro suyo, una mirada leve, una sonrisa apenas.
Llegó virgen al tronco de un naranjo en flor. El campo se extendía oloroso desde su escuela hasta el final del cielo. El joven profesor de oscuros logaritmos le rogó sus ardores. Descubrió los ardores de sus vísceras. Conoció los fuegos que le nacían,
las arañas de sus uñas, la tibieza de sus labios. No supo de ecuaciones, pero trajo a sus padres el ansiado diploma de trazos impecables.
Su cuerpo fue su espada. Las torres de sus piernas arribaron invictas a la tarde del prodigio. Ella no sabía de temblores en las rodillas, sequedad en los labios, mudez en la garganta, sobresalto en el pecho. Le hablaban del amor pero siempre era un brindis que hacían por sus ojos.
Eran otros los trémulos. Ella pasó sin sustos ni agonías. Era el brillo y la fuga, la joya inconquistada.
El amor vino en alas. Español tropeloso. Lisonjas en divisas. Devoción repentina por la nieve, los vestidos oscuros, los sombreros. Se fugó la Nereida del mar de las lentejas. Iba muerta de amor, según cuenta su madre. Llegan cartas heladas, noticias de los mirlos.
Ella está sobre un puente, las manos enguantadas y un señor que la abraza se parece a su abuelo. Me dirán que feliz, pero en sus ojos, los ojos que tenían todo el sol del Caribe, hay un naranjo muerto, un joven profesor que no ha podido desenredar la absurda matemática
que la llevó tan lejos de sus brazos.
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