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24 de marzo, 2000



El suicidio en Cuba

Haydeé Rodríguez, APLO

SANTIAGO DE CUBA, 23 de marzo - La palabra suicidio significa matarse a sí mismo. Sui (sí mismo), Cidium (matar).

El suicidio tiene antecedentes que se remontan a la existencia misma del hombre, varía según sus características, de acuerdo a la cultura y a la estructura socioeconómica. Como fenómeno individual se ha conocido en todas las sociedades.

Los factores socioculturales influyen de manera singular en el suicidio; entre los casos que ocurren en personas mayores incide la posibilidad de poder valerse por sí mismas y poder servir a las demás, o como ocurre con los esquimales, la pérdida de su utilidad y ser una carga para la familia y la sociedad en que viven.

El suicidio es considerado un hecho de causa multifactorial en el que intervienen factores biológicos y sociales, falta de mecanismos adaptativos, medio ambientales, situación conflictiva actual o permanentes que genera un estado de tensión emocional.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que mil personas como promedio se suicidan cada día, sobre todo en la población joven.

En los países desarrollados de Europa y América del Norte, el suicidio figura entre la quinta y la décima causa de defunción en personas entre 15 a 44 años de edad.

En Cuba no se tiene certeza de todos los casos que ocurren. La tasa de mortalidad en 1988 fue de 22,5 por 100 mil habitantes.

Los estados civiles como viudo, soltero y divorciado tienen un riesgo alto. Se relaciona con la sociedad de mayor riesgo a los jubilados, amas de casa y personas sin vínculo laboral o de estudio.

Es más frecuente el suicidio entre los 15 y 25 años para ambos sexos y se genera por conflictos familiares, de pareja, de salud, embarazo precoz y maternidad temprana. También abunda entre las personas mayores de 60 años sin apoyo o atención familiar, enfermos crónicos, impedidos físicos, alcohólicos con problemas emocionales, problemas socioeconómicos y espirituales, bajos ingresos y bajo nivel de escolaridad.

Los datos hasta 1988 muestran un alarmante índice de suicidio en Cuba, por lo que es de suponer que en los últimos diez años éste haya aumentado considerablemente dada la situación del país, la implantación del llamado "período especial", la creciente miseria imperante, las pocas opciones de vida, el aumento del estrés, la ansiedad, la división de la familia por diversos motivos, el hacinamiento en que vive la generalidad de los cubanos, la inestabilidad tanto en las relaciones familiares como de trabajo y adaptación al medio, los estados depresivos causados por la inseguridad social, la incertidumbre en que se vive sin avizorar un futuro halagüeño, las malas relaciones familiares donde impera la incomprensión, los malos tratos y la falta de respeto, principalmente entre los más jóvenes y hacia los mayores.

Entre las incidencias mayores están la falta de recursos económicos, que ha traído como consecuencia parte de la desmoralización del núcleo familiar, donde cada cual trata de sobrevivir a cualquier costo, ya sea la libertad, la pérdida de valores morales y espirituales, la falta de un freno moral que sólo se encuentra en personas con sólidos conceptos religiosos los cuales se perdieron en Cuba a causa de la adopción de nuevas doctrinas ateas.

En la actualidad muchas personas desesperadas por no encontrar una solución a sus problemas recurren al suicidio para poner fin a una existencia que no les ofrece ningún aliciente. Se ven acorraladas, entran en una espiral de la que es difícil salir. Solamente los que son capaces de encontrar en la fe y en el poder de Dios la ayuda oportuna pueden escapar a este trágico designio, ya que en la sociedad actual los médicos psicólogos y psiquiatras y su arsenal de psicofármacos no son capaces de encontrar el alivio o la solución a los grandes problemas que enfrenta la nación y por ende el ciudadano común, quien carente de recursos, tanto materiales como espirituales que satisfagan su existencia, lo estimule y aliente a continuar esta senda tortuosa que es la vida.

Esas personas con estas características nerviosas y depresivas necesitan fundamentalmente el apoyo familiar, el afecto y comprensión de toda la sociedad, la palabra certera y oportuna, el sentirse rodeadas de cariño y seguridad para poder restablecer su psiquis, encontrar nuevos horizontes y una motivación por la vida; encontrar la certeza que siempre existe un amanecer después de la más oscura noche, un amanecer lleno de luz y esperanzas, siempre guiados por el gran amor que Dios tiene para sus criaturas; que cuando todo parece estar perdido, en Dios tenemos seguro apoyo. Y recordar que la vida es un don de Dios, y nadie tiene el derecho a hacer un mal e inadecuado uso de ella.



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