CUBANET ...INDEPENDIENTE

20 de marzo, 2000



Per saecula saeculorun

Lic. Isaura M. Ortega López, APIC

LA HABANA, marzo - Durante treinta y seis años hemos escuchado con mucha frecuencia hablar sobre la proximidad del fin del gobierno de Castro en Cuba. Pero, muchos han llegado y llegarán al fin de sus vidas sin que esto se haga realidad.

Para los ciudadanos de países donde existe una democracia la situación del pueblo de Cuba es ilógica e incomprensible. No hay que conocer profundamente la estructura del llamado Parlamento Cubano para advertir la más ostensible evidencia. Si en realidad en Cuba hay democracia y todo lo que proclaman sobre el poder del pueblo, ¿cómo es que su presidente se mantiene en el trono como si de una dinastía se tratara durante más de cuarenta años? Aún siendo tal la voluntad del pueblo es improcedente mantener una persona al frente de un gobierno durante más de cuatro décadas. Va ante todo contra lo que la democracia exige y permite. Además de mantener un gobierno militar cuando ya el mismo Martí expresó: "El poder en la República sólo debe estar en las manos de los hombres civiles. Los sables cortan". Lo que sí queda claro es que en Cuba la tal democracia es tan irreal como que todo el pueblo cubano está plenamente de acuerdo con su gobierno.

En estos tiempos, cuando muchos de los principios proclamados por la política gubernamental, y que le sirvieron de baluarte durante todos estos años, han sido pisoteados por el propio gobierno no es un secreto que a la administración actual no le preocupa en lo absoluto el pueblo; ni siquiera para reelegirse, pues dado el sistema "democrático" que han instituido, eso está garantizado per saecula saeculorum.

Pero lo más doloroso de todo es la influencia externa en las decisiones de los cubanos.

Cuando muchos comprenden estas razones y están conscientes de la necesidad de un cambio y del establecimiento de una verdadera democracia mantiene una posición conservadora sustentada con razones lógicas.

Primero, el miedo que durante todos estos años se ha fortalecido hasta límites increíbles. Miedo a la represión, a la anulación. Miedo entre unos y otros, pues en esta dictadura psicológica que padecemos es imposible saber exactamente quién es nuestro enemigo: si nuestro hijo, nuestra madre o el amigo más querido. En ese ambiente de hipocresía y engaño no podemos saber cómo es ni piensa nadie. Ese es uno de los mecanismos creados por el sistema para asegurar su hegemonía.

Por otro lado, está el miedo al pasado, nadie quiere volver a vivir la corrupción y la falta de democracia de los gobiernos de las republiquitas latinoamericanas. Pero es evidente que el pasado no vuelve.

Es de primer orden el miedo al capitalismo que se ha venido creando desde el establecimiento de este gobierno y que se ha fortalecido por el desconocimiento del pueblo sobre el exterior debido al encierro en que viven los cubanos, la falta de información y el manejo político.

Además, está el miedo a perder lo que ellos creen la maravilla, su mejor logro: la educación y la salud pública gratuitas, pues la mayoría de los cubanos desconocen que en todo el mundo existen escuelas públicas gratuitas y hospitales de socorro, muchos con mejores condiciones que las escuelas y los hospitales de hoy día en Cuba. Desconocen también que existen oportunidades para los que necesiten o quieran uno de estos servicios privados.

Pero el mayor miedo es a los cubanoamericanos que vendrían a recuperar sus demolidas viviendas y otros bienes en total destrucción. Y sobre todo, el miedo al gobierno americano, que según la propaganda comunista vendrá a dominar y a esclavizar al pueblo cubano creando una dramática situación.

Es casi ridículo conocer que determinadas personas que desde hace muchísimos años viven en los Estados Unidos en magníficas condiciones de vida pretendan venir a reclamar una casa en ruinas que dejaron hace treinta y cinco años, aún cuando es su derecho. Si estas personas hablaran quizás de hacer arreglos con quienes las viven, de manera que se espante el miedo a quedar desamparados a estas personas agobiadas por el hambre y las difíciles condiciones en que vive el pueblo cubano, estarían incondicionalmente a favor del cambio. No estamos hablando de los dueños de fábricas en poder del gobierno y de los inversionistas extranjeros, pues eso no es preocupación para el pueblo. Lo que sí preocupa son las declaraciones de algunos exiliados que inquietan la estabilidad y que es importante para los cubanos que queremos que Cuba sea alguna vez un país libre y democrático.

Todos los interesados en el destino de Cuba deben tomar una posición más lógica y consecuente, que lejos de intimidar y preocupar al pueblo cubano les dé aliento y fuerzas para llevar a cabo el proceso de cambios que está necesitando. El fin podría estar más cerca, porque evidentemente el fin está en las manos de todos.



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