Patria o Muerte
Manuel Vázquez Portal, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, marzo - El gobierno cubano odia la libertad del cubano. Le brinda como única alternativa la de patria o muerte, la de socialismo o muerte, la de alienarse a sus designios o perecer. Como si la única manera de vivir fuera la que ellos proponen o como si la única
manera de morir con decoro fuera la de ellos.
Y hacen cumplir su propuesta. Ellos son la patria. Los que se ponen en contra mueren. No porque los asesinen. Peor. Los estigmatizan, los descalifican, los anulan, los convierten en apestados de la peor calaña, los hacen padecer una muerte social que resulta más cruel y dolorosa
que la propia muerte que anuncian en su consigna. Los obligan al exilio, y luego tratan de impedirlo.
Cuando un ciudadano se cansa de tener la cerviz gacha y se atreve a protestar, firma su orden de muerte, pierde su condición de cubano, anula su espíritu de patriota. Sólo quien acepta la muerte lenta que es seguir obedeciendo merece ser cubano, patriota, ser humano. Así,
el cubano que se ha atrevido a desafiar tal maniqueísmo político, no tiene otro camino que marcharse, ya no es cubano, ya no tiene patria, ya no existe. Empieza entonces el calvario que supone abandonar la Isla.
Tiene para ello -el exilio - tres posibilidades (por su condición de apestado ya perdió la de "quedarse" en un viaje propiciado por el propio gobierno). Una, obtener una visa como refugiado político, para lo cual ha de demostrar que se muere de miedo porque la poca
vida que le queda corre peligro; dos, poner en manos del azar "su vida" y acudir al sorteo de visas que aquí llamamos "bombo"; tres, echarse al mar sobre una bacinilla con velas y que sea lo que Yemayá quiera.
El exilio político está reservado para la disidencia abierta, para los opositores conocidos, y por tanto reprimidos; el bombo, para esa oposición encubierta que aprendió el juego de la doble moral y que no le gusta correr riesgos; la balsa, para todos, sólo
hace falta un poco de arrojo.
El escollo ante el "bombo" no es solamente lo veleidosa que puede resultar la suerte sino el dinero que se necesita luego para hacer efectiva la dicha de haberse ganado una visa. Nunca menos de mil dólares por persona. Veinte mil en pesos cubanos, donde el salario medio es de
doscientos mensuales.
Como se comprenderá, el medio más socorrido entonces es la balsa. Y nuevamente la muerte anunciada en la consigna se hace presente. O te mueres dentro de la patria, o te mueres en el intento de abandonarla. No hay alternativa: patria o muerte.
Y frente a tanta muerte es que se escucha a los personeros del gobierno inculpar a la Ley de Ajuste Cubano. Es menester justificar de algún modo tal holocausto. Los motivos no pueden ser endógenos. Hay que buscar un estímulo fuera. ¡Eureka! Una ley que beneficia al
cubano es la causa. No hay que realizar aperturas políticas para que los que se opongan puedan vivir en la patria. No hay que ajustar los precios para que los que desean abandonar el país legalmente puedan tener acceso. No hay que derogar resoluciones que impidan a los profesionales
marcharse del país. Los médicos, por ejemplo. Hay que culpar, culpar, culpar a aquello que desde fuera beneficia a los cubanos. ¿Quién ha visto eso de darle la libertad de permanecer en territorio estadounidense a quienes logren llegar a tierra? De eso nada. Hay que morirse
en el intento o ser devueltos a morirse por haberlo intentado. Nada de paños tibios. Este es un país de patria o muerte.
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