El futuro fue ayer
Manuel Vázquez Portal, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, marzo - Hacia dónde va Cuba. Nadie lo sabe. No hay oráculo, adivino, pitonisa, cartomántico, quiromántico, brujero, que lo vaticine. Se acabaron los augurios. Después de cuarenta años de descalabros, trastazos, batacazos, meteduras de pata,
se han enredado tanto los arcanos que no hay nigromante que dé con las claves de nuestro futuro.
Fidel Castro vivió de las promesas y se le acabaron las promesas. Fueron tantos los paraísos que pintó que ya nadie cree en la tierra prometida. Al revés. Todo el mundo quiere ir tumbando de la tierra maldita. Nos prometió que la leche fresca, de vaca, nos
llegaría como el acueducto. Menos mal, porque las más de las veces no hay ni agua. Nos prometió que el socialismo sería el Edén de los obreros. Gracias a Dios el capitalismo existe todavía para, por lo menos, trabajar. Nos prometió que derrotaríamos
al monstruo del Norte. Dichosos que no pudimos, si no, quién nos mandaría remesas ahora. Nos prometió que seríamos dueños de las estrellas y lo que estamos es viendo las estrellas, pero por la boca de un güiro. Nos prometió, y nosotros le creímos.
Estamos pagando el precio del candor. Nuestro futuro fue ayer. Mi abuelo le dijo a mi padre y mi padre me dijo a mí que estaban luchando por el porvenir. El porvenir ya pasó. Y aquí estoy yo tratando de inventar algo que decirles a mis hijos.
No estamos ni siquiera viviendo el presente. La actualidad de Cuba es un pasado empantanado en viejas consignas pasadas de moda, viejos discursos extirpados del mundo, anacrónicos métodos, fórmulas olvidadas, automóviles de museo, medicinas de yerbas. Somos una
especie de muestrario de historia natural donde se exhiben piezas de lo que fuera el socialismo.
Y si nuestro presente es ya pasado cómo podremos saber lo que nos depara el futuro. Usted habla de futuro en Cuba y lo miran como se mira a un mentiroso. Fueron tantas las promesas. Se abusó tanto del "luminoso porvenir" que ya nadie piensa más que en el
picadillo de soya nuestro ni siquiera de cada día. Aquí la gente lo que desea es que anochezca para que, por lo menos, Fidel Castro tenga un día más y el sufrimiento un día menos.
Cualquier cosa que ocurra luego es buena, piensa la mayoría. Lo que sí no quieren saber es de promesas, vaticinios ni quimeras. Un sitio bajo el sol donde comer, hablar - sobre todo hablar - y morirse simplemente como seres sin tanta importancia histórica, es lo que añoran
después de tan larga e inútil epopeya.
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