Cuatro náufragos del mismo siniestro
Juan González Johnny
LA HABANA, marzo - Ignacio, un ginecobstreta con una hija lactante a cuestas y un matrimonio destrozado; Tony, un mecánico automotriz capaz de arreglarlo todo, excepto su vida y que dejó de creer en el amor y las mujeres; Alvaro, un gerente que tras la apariencia de posibilidades
reales y "buena vida" se siente frustrado y hace concesiones para mantener lo que no consigue hacerlo feliz, y para concluir, Mariano, un jubilado que se resiste a aceptar el paso inexorable del tiempo, y percatándose de que no ha vivido o que no ha vivido la vida como hubiera
querido, recomienza cosas que no consigue llevar hasta el final satisfactoriamente.
Estos cuatro hombres, unidos por una amistad, que más allá de eso es complicidad y a fin de cuentas lo único que les salva, son los personajes que cada noche de martes y jueves se apropian de la atención de los televidentes, mostrándonos el jirón de la
vida diaria de las pobres vidas que vivimos en un capítulo monotemático, preñado de las sombras y carencias de la Cuba de hoy.
Concebida en tonos sepias y ocres, que recrean una atmósfera opresiva acorde al universo vivencial de sus personajes, esta nueva telenovela, que lleva por título "La otra cara", pretende y consigue mostrar un cuadro deprimente, que por sus implicaciones sociales remeda
por momentos el estilo del fresco ruso de los años treinta "El Don apacible", en que personajes muy de carne y hueso embotaban las aristas positivas de sus personalidades en un marco sórdido, matizado por conflictos personales, que dejan de serlo en la medida que se amplían
y universalizan.
Miserias humanas creadas por el sistema imperante y otras que regresan, fortalecidas, de antaño, constituyen la tónica de cada entrega. Temas tabú para la sociedad cubana, como el homosexualismo, el adulterio y la omnisciente doble moral, son tratados con habilidad por los
realizadores a partir de episodios monotemáticos cerrados, que narran la brega de estos cuatro amigos, reunidos en torno a una o varias botellas, ayudándose y dándose ánimo en el naufragio existencial que comparten.
Las actuaciones de Joego Ali como el ginecobstreta, de Alberto Pujols como Tony el mecánico, de Ernesto Tapia como el gerente y de Raúl Pomares como el jubilado, llegan a ser precisas y adecuadas, en su tono sobrio y sin sobreactuaciones rebuscadas. Consiguen con facilidad
convencernos de sus angustias.
Por supuesto que en medios controlados hasta el más mínimo detalle por la férrea censura del estado no cabe pensar en una crítica a fondo del verdadero causante del fracaso colectivo. Antes bien, todo queda soslayado, en la misma forma que la vida enmascara este tópico
al hombre de a pie: todos escapan. Todos, desde los realizadores hasta los personajes por ellos concebidos, eluden toda alusión a lo que verdaderamente los golpea.
Como los personajes problemáticos surgidos para la nueva literatura cubana, en su mentado "boom", puede establecerse coincidencias e identidades comunes entre los cuatro personajes de esta telenovela y sus ilustres afines Vladimir, Mario Conde, Stalin Martínez, Beto Milanés
o Natán, y todos los que pagan tributo con su naufragio, su fracaso, su alcoholismo y el resto de las calamidades que se les echan encima, por resistirse hasta el final contra el sistema.
"La otra cara", a pesar de la habilidad y la necesaria cautela de sus realizadores, no hace más que mostrar una verdad de Perogrullo que todos sufrimos y conocemos bien. No hay otra cara, sólo una, única y patética.
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