El sobre amarillo
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, marzo - Ayer tuve que ir a ver a un amigo para llevarle unos documentos, pero se me ocurrió echar esos papeles en un sobre amarillo de unos veinte centímetros de ancho por treinta de largo. Eso, en ninguna parte del mundo es algo trascendente. En cualquier parte del
mundo menos en Cuba.
Ese tipo de sobre es el que la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana envía a los que han sido acreedores al sorteo de visas. Es por eso que andar con uno de esos rectángulos amarillos en la mano, al parecer convierten a su poseedor en un privilegiado del
destino.
En unas cuatro cuadras que caminé con el dichoso sobre en la mano por la Calzada de 10 de Octubre, en la barriada de Santo Suárez, una mujer me detuvo para preguntarme que por qué zona estaba llegando "el bombo", como le dicen popularmente al sorteo de visas. Otra
me sonrió de manera cómplice, y una tercera me dijo que si ya tenía con quién irme.
A su vez, unos jóvenes que estaban conversando en una esquina dejaron momentáneamente de hacerlo para observar detenidamente el sobre que yo portaba y no puedo enumerar a la cantidad de personas que lanzaron sobre mí, tras haber visto el sobre amarillo, una mirada mezcla de
envidia y felicitación.
Creo que en ninguna parte del planeta la gente tiene tanto deseo de abandonar su tierra. Eso no es normal. Dejar el suelo natal siempre entraña un desgarramiento interno. Detrás siempre quedan desde los recuerdos hasta afectos incontables, y esto en Cuba es aún peor, porque
no se sabe cuándo podrás volver.
A eso hay que agregarle que cuando los cubanos salen de su país para asentarse en otra nación pierden, si las tienen, automáticamente las propiedades de cualquier bien material; da lo mismo que sea una casa, un auto, que tres cacerolas viejas y tiznadas: el Estado socialista
se apodera de todo.
Es inconcebible pero cierto; es increíble, pero es verdad. Para muchos cubanos el temor a lo desconocido no es temor. Las incógnitas y los riesgos que siempre conlleva comenzar de nuevo en un país extraño no es un asunto a tener en cuenta. Son innumerables los que están
dispuestos a saltar por encima de cualquier valoración de índole espiritual o económica con tal de irse de Cuba.
Al comentar sobre el tema en cierta ocasión alguien me dijo: "Es que es preferible vivir en el desierto desnudo que estar bajo el gobierno de Fidel Castro". Y otro argumentó: "¡Coño, es que éste es el infierno con varios diablos a cuál peor!"
Debe ser por eso que, andar por las calles de La Habana con un sobre amarillo en las manos, levante tantas expectativas y tantos deseos de ser el dueño del sobre.
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